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20 AÑOS NO ES NADA

Carlos Gardel (del tango “Volver”)

Managua, Nicaragua.

Confieso que he visto. Mucho. Acabo de cumplir 20 años como conductor del noticiero Univision (que se transmite en Estados Unidos y en 13 países de América Latina). Y quiero hacer una pausa, brevísima, para contarles lo que he visto.

He dedicado una buena parte de mi vida a corretear noticias. Y, créanme, hay pocas profesiones tan interesantes. El periodismo ha sido mi boleto alrededor del planeta. He visto al mundo cambiar frente a mis ojos, igual en el muro de Berlín (1989) y en las torres gemelas de Nueva York (2001), que en las elecciones de 1990 en Nicaragua, las de 1998 en Venezuela y las del 2000 en México. No hay nada como ser testigo de la historia. Decir: “nadie me lo contó, yo estuve ahí”. Pocas cosas te hace sentir más vivo.

Ser periodista es estar bien parado en la tierra. Somos del ahora. Los actores y actrices tienen la oportunidad de vivir muchas vidas a través de sus personajes. Los periodistas no. Pero tenemos, en cambio, una sola vida muy intensa. Con eso basta y sobra.

Nada prueba más a un periodista que la guerra. Además de salir vivo, hay que reportar. De nada sirve un periodista muerto. Las guerras, tengo que admitirlo, generan en mí una cierta fascinación. Ahí se ve lo peor y lo mejor de los seres humanos. Y nadie nos obliga a ir. Destruyamos de una vez el mito: la mayoría de los corresponsales de guerra que conozco van a una zona de conflicto por su propia voluntad. Nadie los empuja. ¿Quien puede entender semejante locura? La guerra es la lotería para un periodista. Ahí se hacen carreras y ahí se mueren grandes reporteros. Te puede tocar cualquiera de las dos cosas. Regresar a casa es, en sí mismo, toda una hazaña. Yo regresé de El Salvador, Kuwait, Kosovo, Afganistán e Irak. Otros, más valientes que yo, se quedaron alla. Para siempre.

“¿Tuviste miedo?” me han preguntado muchas veces. “Estuve aterrado todo el tiempo y con el estómago hecho un nudo”, suelo contestar. Miente quien diga que no tiene miedo en una guerra. Pero de lo que se trata es superar el miedo y vivir para contarlo.

El mayor precio que pagamos al escoger esta “terrible y maravillosa profesión”
–como la llamaba Oriana Fallaci- es a nivel personal. La noticia no tiene horarios. Así nos perdemos de cumpleaños, aniversarios, fiestas, bodas, funerales y bautizos. Pocas parejas aguantan esto. Y cuando volteamos atrás somos unos extraños para los que más nos quieren. Eso es lo más duro de ser periodista.

A pesar de esto, conozco a pocos periodistas que hayan dejado de serlo. Esto es más que una profesión. Es una especie de misión. Lo que nosotros no preguntemos y lo que nosotros no digamos, se queda escondido una eternidad. Por eso, hay que hacer las preguntas que incomoden, que raspen, que rompan, aunque nos incomoden, raspen y rompan.

Alguna vez me censuraron cuando era muy joven y verde en México. Y nada me ha dado más orgullo que renunciarle a los censores y jugarme la vida en otro país.

Cuando hice el noticiero por primera vez –el lunes 3 de noviembre de 1986- había unos 20 millones de latinos en Estados Unidos. Hoy somos casi 50 millones. Vivo montado en la ola latina.

Me ha tocado ver durante las últimas dos décadas como Estados Unidos, muy a su pesar, se ha convertido en un país mestizo. Si se atreviera a verse al espejo, Estados Unidos se daría cuenta que, hace mucho tiempo, dejó de ser predominantemente blanco.

Los hispanos hemos cambiado la cara y la voz de Estados Unidos. Hay partes del país donde no se necesita hablar inglés. En Estados Unidos se habla más inglés –o espanglish- que en Colombia, Argentina o España. Solo en México hay más hispanoparlantes.

He visto a tres hispanos llegar al senado de Estados Unidos y espero que me toque ver al primer latino en la Casa Blanca. Un Ramirez. Un Rodríguez, Un Ramos.

20 años después me siento todavía como un extranjero. Soy extranjero en México y soy extranjero en Estados Unidos. No se dónde, pero en algún lugar de esta aventura perdí mi casa. Mi hogar, muchas veces, es ese pedazo de cuarto de hotel desde donde hablo por teléfono con mis hijos.

Los periodistas estamos llenos de ideas. ¿Cómo no estarlo cuando entrevistamos a los hombres y mujeres que cambian el mundo? No somos una hoja en blanco. Nuestro trabajo es como el de un juez: cada día tenemos que decidir qué es lo importante, lo relevante, lo significativo, y qué es lo que se puede desechar.

Pero el buen reportero deja sus opiniones a un lado o las defiende hasta con las uñas si se trata de un comentario o columna de opinión. La gente es muy lista. Sabe que no actuamos en un vacío. Por eso basta con dejar claro si estamos reportando o dando opinión. No creo en la objetividad; creo en el periodismo con justicia. Hay que darle a cada quien lo que se merece. No se puede entrevistar por igual a un dictador que a una víctima de su dictadura.

Uno de mis grandes logros personales en estos 20 años ha sido el subirme una y otra vez en aviones a pesar de mi pavor a volar. Una de mis tarjetas de viajero frecuente marca más de un millón de millas voladas. Cada milla está marcada con gotas de sudor en mis manos.

Por último, me parece muy apropiado que este vigésimo aniversario haya coincidido en la mitad de una noticia. Estoy en Nicaragua cubriendo el desenlace de las pasadas elecciones presidenciales. El mundo también cambia en Managua. Y hasta aquí mis 20 años de noticias. Regreso ahora a las noticias de los otros.

Posdata nicaraguense. Deja vu en Nicaragua. No me puedo ir sin decir algo de las elecciones que ponen adelante a Daniel Ortega aqui en Nicaragua. Tras conocerse los primeros resultados vi salir a los sandinistas a las calles igual que lo
hicieron en 1979 tras la caida de la dictadura somocista.
Fue impresionante.
Ortega preparo este momento durante 16 anos. Primero, logro cambiar la constitucion para ganar con menos de la mitad de los votos. Segundo, consiguio que votaran por el jovenes de 16 y 17 anos de edad. Esa fue su genialidad electoral;
esos jovenes (y otros un poco mayores) no tienen memoria de los errores que cometio cuando fue presidente. Tercero, Daniel casi no dio entrevistas a la prensa y la estrategia del silencio le funciono. Ortega y su esposa Rosario Murillo, quien manejo su campaña, sabian que el candidato sandinista era muy vulnerable; por su amistad con Chavez y Castro, por su
enemistad con el gobierno de Estados Unidos, por las acusaciones de abuso sexual de su hijastra Zoilamerica Narvaez y por su pesimo manejo de la economia en medio
de la guerra con los contras. Y, cuarto, los liberales, al tener dos candidatos, dividieron su voto y le regalaron el triunfo a Ortega. Como quiera que sea, otra vez -que suerte- me ha tocado estar en medio de la historia. Por eso adoro esta profesión.

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Presentador de Noticiero Univision desde 1986. Escribe una columna semanal para más de 40 periódicos en los Estados Unidos y Latinoamérica y publica comentarios de radio diarios para la red de Radio Univision. Ramos también acoge Al Punto, el programa semanal de asuntos públicos de Univision que ofrece un análisis de las mejores historias de la semana, y es el conductor del programa Real America, que sale semanalmente en todas las plataformas digitales y que registra millones de visitas. Ramos ha ganado más de ocho premios Emmy y es autor de más de diez libros, el más reciente, 17 Minutos; Entrevista con el Dictador.

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