Estamos atorados. Es casi medianoche y hay más aviones llegando al aeropuerto de la ciudad de México que puertas para recibirlos. Esperamos media hora en un avión que no se mueve, otra media hora en un camioncito que no llega a ninguna parte y una hora más haciendo fila y pasando migración y la aduana. Aprieto un botón. Es verde. Oigo: “Pase”. Hace frío y es de madrugada pero no importa. Ya llegué.
DE REGRESO A CASA
