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ABUSONES

Miami.

Las cosas no son parejas. Ni en Perú ni en Venezuela. Tanto el mandatario peruano Alberto Fujimori como el líder venezolano Hugo Chavez han abusado de su poder para tratar de mantenerse en la presidencia y sus opositores están en franca desventaja.

En ambos casos no se trata únicamente de presentar como actos de gobierno operaciones con claros objetivos electorales -inauguración de obras públicas, entrega de casas, pavimentación, sistemas de agua potable…- sino también del constante abuso de su autoridad presidencial. En Perú, por ejemplo, la Organización de Estados Americanos (OEA) ha recibido varias denuncias de que vehículos gubernamentales y del ejército están siendo utilizados en campañas de propaganda política a favor de Fujimori. Y en Venezuela no es extraño ver a Chavez sacando provecho electoral de las donaciones que han recibido los damnificados por las pasadas inundaciones.

Es decir, tanto Fujimori como Chavez están utilizando recursos del gobierno para eternizarse en la silla presidencial. Pero donde más se nota esto es en la televisión.

La mayoría de los canales de televisión en Perú ha dejado a un lado la integridad e imparcialidad periodística para apoyar de manera vergonzosa la campaña de Fujimori. Esto no quiere decir que, en el fondo, sean fujimoristas. Pero no son tontos; si estas estaciones no apoyan al presidente, sus dueños corren el riesgo de perder la licencia de transmisión y hasta las mismas instalaciones televisivas, como ya ocurrió recientemente con un crítico del gobierno.

Y si esto ocurre en los canales privados, en los medios del gobierno la situación es aun más dispareja. Durante la primera vuelta electoral, el canal de televisión oficial dió la falsa impresión de que había un sólo candidato: Fujimori. Los otros candidatos mágicamente desaparecieron del mapa. Tras las quejas de la oposición y de los observadores internacionales, el canal oficial empezó a transmitir algunas imágenes –pocas- del candidato opositor Alejandro Toledo. Pero al final de cada día no quedaba la menor duda que Fujimori tenía una injusta y abrumadora ventaja televisiva sobre Toledo. Por algo Toledo puso el grito en el cielo y su candidatura en el aire.

Sin televisión no hay candidato. Sin televisión no hay presidencia. Esto lo saben muy bien Fujimori y Chavez. Por eso sus respectivos gobiernos están apretando donde más duele.

En el caso de Venezuela, Chavez se ha hecho famoso por interrumpir los “culebrones” o telenovelas durante horas y en los horarios de mayor audiencia para pronunciar largos e improvisados discursos – a la Fidel. Chavez insiste en que sus cadenas a nivel nacional están dedicadas a asuntos de estado. Sin embargo, en esos espacios Chavez hace y deshace reputaciones, y no es extraño escuchar ataques violentos en contra de sus enemigos políticos. Es obvio, también, que su contrincante en las elecciones presidenciales, Francisco Arias, no tiene la oportunidad de aparecer tantas horas al aire para hacer sus críticas y explicar sus proyectos.

Fujimori y Chavez son dos buenos ejemplos de una creciente y preocupante tendencia en América Latina; las democracias autoritarias. En otras palabras, se trata de presidentes elegidos democráticamente que, una vez en la presidencia, concentran el poder, limitan las funciones de jueces y congresistas, y se convierten en la única voz cantante.

Y en casos como el de Fujimori, lo que comenzó como una democracia en 1990 se convirtió rápidamente en un sistema autoritario y dictatorial. Trás la disolución del congreso y la constitución peruana con el autogolpe de 1992, la estructura vertical y unipersonal del sistema político peruano difícilmente puede considerarse una democracia.

No podemos negar el éxito de Fujimori en la lucha antisubversiva y contra la inflación, ni los todavía altísimos índices de popularidad de Chavez. Pero nada –ni la mano dura ni la popularidad- justifican las pérdidas de libertades en Perú y Venezuela.

Ninguno de los dos países goza de una vida democrática plural y saludable ni el pleno respeto a la libertad de prensa. Basta mencionar que dos de los periodistas más conocidos de Venezuela renunciaron recientemente a sus puestos tras citar presiones del gobierno chavista sobre sus jefes.

Chavez y Fujimori son dos abusones: de su autoridad presidencial, de los recursos gubernamentales con fines partidistas, de su aplastante influencia en los medios de comunicación, del poder ejecutivo sobre el legislativo y judicial, de su voluntad sobre la de los demás. Y si no son forzados a repartir o entregar el enorme poder que detentan, Venezuela y Perú corren el riesgo de dar un salto mortal al pasado y enfrentar el rechazo y aislamiento internacional. Aunque, a decir verdad, no creo que eso le importe mucho a Chavez y a Fujimori.

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