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ALEJANDRA Y EL DICTADOR

Miami.

Aunque vivimos en la misma ciudad, no conozco a Alejandra Matus. Ni he podido leer su “Libro Negro de la Justicia Chilena“. Pero sí conozco su caso.
Ella es la periodista chilena que denunció la corrupción, malos manejos y favoritismos en el sistema judicial de Chile durante la época de la dictadura de Augusto Pinochet. La crítica mas dura, según los reportes que he leído, es que los jueces chilenos se hicieron de la vista gorda respecto a las violaciones a los derechos humanos entre 1973 y 1990. Y Alejandra hizo sus denuncias como en cualquier democracia: a través de un libro y públicamente. Lo que pasa es que Chile no es cualquier democracia.

El sistema judicial chileno tiene unos hoyos negros muy difíciles de entender. Por ejemplo, hay una ley de seguridad nacional que prohibe criticar y denunciar hechos irregulares de las autoridades del estado, como si fueran siempre unos santitos. Y como sabemos, durante la dictadura pinochetista el sistema judicial no tuvo el valor de enfrentarse a los militares; por el contrario, le hicieron el juego. Alrededor de tres mil personas murieron durante la dictadura y la mayoría de los jueces chilenos no dijeron ni pío.

El libro de Alejandra fue sacado de circulación en Chile debido a esa arcáica y retrógrada ley. Sin embargo, se puede leer en pedazos a través de la internet y en distintos reportes de prensa. Ella tuvo que huir de su país el pasado 13 de abril ya que corría el inminente peligro de ser detenida. Y hace unos días el gobierno norteamericano le otorgó asilo político. Las razones son clarísimas. Como ella dijo hace poco a la prensa:

“si yo fuera a Chile estaría arrestada y sometida a un proceso injusto y a una ley ilegítima”.

Para que Alejandra Matus pueda regresar a Chile, sin ser encarcelada, primero es necesario que cambien esa ley y por el momento eso suena poco probable. Es decir, aunque Chile sea formalmente una democracia todavía está arrastrando leyes y conductas típicas de una dictadura, como el perseguir a periodistas que critican al régimen. A Alejandra no le queda mas que esperar en está ciudad de los inmigrantes que las leyes de su país se modernicen y que los retorcidos jueces, que no han actuado con justicia, se retiren a jugar ping-pong con sus amigos de las botas negras.

Ahora bien, el caso de Alejandra Matus es muy significativo por que el mismo sistema judicial que la obligó a huir es el que, supuestamente, se encargaría de enjuiciar al exdictador Augusto Pinochet. En otras palabras, el mismo sistema que encubrió las atrocidades cometidas durante la dictadura tendría que someter a juicio al principal responsable de las muertes, torturas y desapariciones. Eso, por ahora, no va a ocurrir.
El gobierno del presidente Eduardo Frei insiste en que el proceso contra Augusto Pinochet en Europa es injusto porque viola el concepto de soberanía, entre otros argumentos. Pero el señor Frei y sus asesores aun no entienden que en el nuevo orden internacional primero están los derechos humanos y luego la soberanía. Quizás eso no les guste, pero desde la guerra de Kosovo, esas son las nuevas reglas del juego.
De tal manera, que Inglaterra y España están haciendo el trabajo que Chile nunca se atrevió a hacer: juzgar a un dictador. Pinochet, de 83 años de edad, fue detenido en Londres en octubre del 98 y enfrenta un proceso de extradición a Madrid. El argumento de que la justicia chilena debería ser la que acusara y juzgara a Pinochet no tiene sentido; tuvieron la oportunidad de hacerlo durante nueve años, desde la instauración de la democracia, y nunca demostraron la voluntad ni el valor.

Lo que está muy claro estos días es lo siguiente: si no se logra juzgar a Pinochet en Europa y regresa a Chile, el exdictador jamás será juzgado. Hará todo tipo de maniobras legales para quedar libre y podría morir como Franco: sin un juicio.

Parece increíble, pero si en Chile se enfrentaran en éstos momentos a la justicia la periodista Alejandra Matus y el exdictador Augusto Pinochet, ella sería arrestada y él podría irse tan campante a su casita. Eso es absurdo. Por eso Alejandra tiene asilo político en Estados Unidos y por eso no quieren soltar en Europa al exdictador. Porque saben que la justicia en Chile no se ha democratizado, porque saben que los jueces chilenos van muy atrás de la sociedad civil, porque -aunque duela decirlo- en Chile aun quedan rastros de la dictadura.

Bienvenida a Miami, Alejandra. Ojalá que pronto te podamos decir que ya es seguro para tí regresar a Chile y que el tirano pasará el resto de sus días en una cárcel.
Ojalá.

Posdata mexicana. Aun no lo puedo entender. No comprendo como los principales partidos de la oposición tiraron a la basura la mejor oportunidad que han tenido en 70 años de ganarle la presidencia el PRI. No entiendo como es posible que desecharan la idea de crear una alianza de la oposición para las elecciones presidenciales del 2 de julio del 2000. No lo entiendo. Con el voto de la oposición fracturado, será muy difícil ganarle a un partido -el PRI- que siempre ha usado recursos del gobierno y todo el poder del presidente en turno para vencer en las urnas. Parece que nunca se dieron cuenta que su falta de visión pudiera significar seis años -!seis años!- mas del PRI.

Es, como varios han apuntado antes, un error histórico. Cuando me enteré del fracaso de la alianza, mi primer impulso, como el de muchos mexicanos, fue decir: !que asco me da la clase política en Mexico! Unos, los del PRI, haciendo todo tipo de fraudes y chanchullos para quedarse siete décadas en la presidencia. Y otros, los de la oposición, que no supieron poner a un lado sus intereses partidistas por un objetivo superior: la plena democracia en México, con alternancia de los partidos políticos en el poder.

México es un país de jóvenes, pero ¿dónde está esa nueva generación de políticos y gobernantes? ¿Dónde están los de 20, 30 y 40? ¿Dónde? La vieja generación de políticos mexicanos -igual en el gobierno que en la oposición- nos ha vuelto a defraudar. Otra vez. ¿Hasta cuándo, carajo?

 

 

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