Tras hacer mi primera pregunta, supe que estaba en problemas. “¿Tienes otras preguntas que hacerme?” me dijo Alvaro Uribe. El presidente colombiano, sencillamente, no quería contestar. Y no lo hizo.
Le había preguntado sobre las acusaciones del presidente venezolano, Hugo Chávez, de que la presencia de soldados norteamericanos en bases colombianas era un peligro para la región y una amenaza para Venezuela. Y yo estaba buscando la reacción de Uribe. Pero no la tuve. “Ninguna reacción. Si tienes otro tema, con el mayor gusto, Jorge”, me dijo.
Sí, tenía otros temas y unas 20 preguntas preparadas. Pero estaba claro que había varios asuntos que el presidente colombiano no quería tocar.
La policía secreta de Colombia, el DAS, que depende de la presidencia, ha estado involucrada en un escándalo de espionaje por grabar conversaciones de críticos y opositores del gobierno de Uribe. ¿Quién dio la orden de hacer esas grabaciones? le pregunté.
“¿Tienes otra pregunta?” respondió. “Este es un gobierno honorable, que tiene todas las cartas sobre la mesa. Es un gobierno transparente. Si tienes otra pregunta, con mucho gusto.”
El presidente Uribe me aseguró que “Colombia tiene una institucionalidad a toda prueba”.
Pero no todos están de acuerdo con él. El expresidente Cesar Gaviria ha dicho lo siguiente: “Uribe es un dictador que convirtió al DAS en una máquina criminal.” Y, tal y como lo sospechaba, Uribe no quiso responderle a Gaviria. “¿Tienes otra pregunta, apreciado Jorge?” La entrevista no iba a ningún lado. De hecho, las cosas comenzaron mal antes de empezar. Por principio, tuvimos que hacer la conversación vía satélite; el presidente en Nueva York y yo en Miami. Y luego, le pedimos al mandatario que se quitara los lentes debido al brillo que reflejaban ante la cámara. El, amablemente, aceptó. Pero se veía incómodo, ansioso, aislado. Varias veces se llevó la mano al oído, como si estuviera a punto de arrancarse el audífono a través del cual escuchaba mis preguntas.
El presidente no sabía qué le íbamos a preguntar. Nunca se le da las preguntas por adelantado a nadie. Nunca. Es un principio básico del periodismo. Pero quizás él esperaba otro tipo de entrevista por su viaje a Naciones Unidas. Sin embargo, otros eran los temas que dominaban las noticias sobre Colombia.
La Corte Constitucional decidirá pronto si se puede realizar un referendo que, de aprobarse, le permitiría a Uribe lanzarse a un tercer período presidencial. ¿Quiere reelegirse otra vez? No me contestó directamente, pero sí me dijo que sus políticas de seguridad, confianza en la inversión y desarrollo social “son las políticas que hay que prolongar hacia el futuro”. “¿Se siente usted indispensable en Colombia?” pregunté y me repitió lo mismo: “Se necesita prolongar esas políticas.” La pregunta es si él, personalmente, quiere prolongar esas políticas 4 años más. No me quiso decir.
Los expresidentes colombianos Cesar Gaviria, Ernesto Samper y Andrés Pastrana se oponen a otra reelección de Uribe. Y el escritor peruano, Mario Vargas Llosa, dijo en una columna que sería “lamentable” que Uribe buscara otro período presidencial.
¿Es peligroso para la democracia en América Latina que se quieran reelegir Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia y usted en Colombia? Uribe se rehusó a hablar sobre los otros países, pero no le preocupó la idea de otra reelección en su país: “Colombia tiene una institucionalidad democrática bien sólida, un congreso independiente, una justicia independiente y un banco central independiente.”
Colombia ha cambiado mucho con Uribe. Las guerrillas de las FARC están a la defensiva; hay zonas que viven sin violencia por primera vez en décadas; y, según sus propias cifras, los secuestros han bajado de unos cuatro mil cuando tomó posesión a solo 102 en lo que va del año. “Nuestra misión es la derrota total de los terroristas y en eso no hay dudas”, me dijo el popular presidente.
Pero Uribe también ha cambiado mucho con el poder. Lo noté mucho más impaciente que durante otra entrevista que tuve con él hace exactamente dos años. Escucha menos. Esta vez no quería oír las críticas a su gobierno ni responder a preguntas incómodas. Y eso es exactamente lo que le suele pasar a los que no saben dejar el poder a tiempo, sean de izquierda o de derecha.