Esta es una de las campañas más interesantes que me ha tocado cubrir en mis casi 3 décadas de periodista. El resultado va a cambiar a Estados Unidos de una forma dramática, de la misma manera en que las elecciones del 2000 cambiaron a México o las de 1990 a Nicaragua.
Son unas elecciones de vida o muerte. Literalmente. El próximo presidente de Estados Unidos tendrá en sus manos la vida de más de 130 mil soldados norteamericanos en Irak y la de millones de civiles iraquíes y afganos.
Hoy sabemos que un presidente –George W. Bush- puede empezar una guerra por las razones equivocadas contra un país que no atacó a Estados Unidos. Solo por eso, muchos norteamericanos piensan que John McCain o Barack Obama –cualquiera de los dos- será mejor que el actual presidente. Las encuestas dicen que ni siquiera 3 de cada 10 estadounidenses aprueban el trabajo de Bush.
Estoy realmente sorprendido de lo irrelevante que es actualmente el presidente Bush. Tengo grabada una imagen, en particular, cuando el presidente salió en televisión nacional a calmar los mercados financieros. Pero en lugar de lograrlo, el índice Dow Jones en Wall Street continuó cayendo. Ante este triste espectáculo, el 20 de enero del 2009 (cuando Bush deja la presidencia) suena demasiado lejos.
Estas elecciones son históricas porque por primera vez un afroamericano o una mujer llegará a la Casa Blanca. Podemos estar o no de acuerdo con las ideas del candidato presidencial demócrata, Barack Obama, o de la candidata republicana a la vicepresidencia, Sarah Palin. Pero es un gran avance el que uno de los dos estará en el mismo centro del poder mundial.
No podemos olvidar que este país vivió décadas de esclavitud y que hasta hace solo 88 años las mujeres no podían votar. Que se esté dando este cambio habla de la enorme capacidad de este país para corregir sus errores del pasado y de ver hacia el futuro.
Otro punto. Las encuestas sugieren que Barack Obama tiene una clara ventaja sobre John McCain. Pero la pregunta es si las encuestas están tomando en cuenta los inevitables prejuicios raciales de algunos votantes.
Un estudio de la Universidad de Stanford concluyó el mes pasado que Obama tendría 6 puntos más en las encuestas si fuera blanco. El estudio se basa en lo que los académicos llaman “racismo sin racistas”. Nadie reconoce públicamente que rechaza a un candidato por su color de piel. Pero en la privacidad de su casa o a la hora de votar, ese prejuicio puede materializarse.
Tres casos. Tom Bradley en California, Douglas Wilder en Virginia y David Dinkins en Nueva York son claros ejemplos de políticos afroamericanos que iban muy adelante en las encuestas y que vieron seriamente reducida sus ventajas el día de las votaciones. (Bradley perdió la gubernatura de California en 1982, mientras que Wilder ganó por muy poco la de Virginia en 1989 y Dinkins venció por un estrecho margen en 1989 la alcaldía de Nueva York.) ¿Le pasará lo mismo a Barack Obama? Esta es una de las grandes incógnitas de estas elecciones.
Una de las grandes sorpresas de esta campaña presidencial entre Obama y McCain es que el asunto de los inmigrantes indocumentados no se convirtió en un tema central. Ni siquiera se mencionó en ninguno de los cuatro debates. A pesar de que las últimas semanas de la campaña se vieron opacadas por la peor crisis económica desde 1929, no se ha culpado de ella a los inmigrantes. Y esta es una señal de progreso.
Creo que es un gran triunfo de la comunidad hispana, y de las organizaciones y políticos que la representan, el que los dos candidatos estén de acuerdo en la necesidad de una reforma migratoria integral. Los medios de comunicación en español han obtenido dos promesas fundamentales de los aspirantes a la Casa Blanca.
Barack Obama prometió que durante su primer año de gobierno presentaría un plan de legalización de indocumentados al congreso. McCain ha dicho que este asunto será una prioridad de su gobierno y que, después de asegurar la frontera, promoverá un trato humano y justo para los que ya están aquí y no hayan cometido crímenes.
El hecho de que los dos candidatos estén de acuerdo en el tema migratorio –aunque no en cómo y cuando lograrlo- es un avance en un país donde las redadas y la separación de familias han reemplazado las propuestas concretas para resolver el problema de 13 o 14 millones de indocumentados. Los más de 9 millones de hispanos que irán a las urnas el 4 de noviembre han logrado algo importante a cambio de su voto.
Finalmente, solo quiero apuntar una de las cosas más extrañas del sistema electoral norteamericano. ¿Por qué se vota un martes y no un domingo? En 1845 el congreso estableció el primer martes de noviembre como el día de las elecciones. En esa época los domingos eran días de misa y de descanso. Y el lunes era utilizado por la gente para viajar a los lejanos lugares de votación.
Pero las cosas han cambiado mucho desde entonces. ¿Por qué no escoger para votar un día en que la mayoría de la gente no trabaja o estudia? Millones más irían a las urnas y la democracia norteamericana sería más representantiva.
Estas son las cosas que recordaré antes de ir a votar un martes.