Todo parece indicar que a Arnold Schwarzenegger no le interesa ganar el voto hispano durante el próximo plebiscito en California. ¿Por qué? Porque, hasta el momento, ha tomado dos pésimas decisiones: la primera, contratar como su jefe de campaña al exgobernador californiano, Pete Wilson, quien tiene una bien ganada fama de ser enemigo de los inmigrantes latinos; y dos, dar a conocer a todos los medios -como si estuviera muy orgulloso de ello- que votó por la propuesta antiinmigrante 187.
Si esa propuesta no hubiera sido declarada inconstitucional por las cortes, habría dejado sin escuelas públicas y sin servicios médicos a más de tres millones de inmigrantes indocumentados, incluyendo a un millón de niños latinos. Arnold Schwarzenegger -y hay que decirlo aunque le duela- estaba de acuerdo con que este millón de niños hispanos (que no tuvieron nada que ver con la decisión de sus padres de venir ilegalmente a Estados Unidos) se quedaran sin estudiar y sin acceso a un doctor en caso de enfermedad. Con eso estuvo de acuerdo Schwarzenegger al votar a favor de la 187.
Es obvio que Schwarzenegger no entiende la terrible situación en que viven los más de siete millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos (la mitad de los cuales están en California). Sus hijos no tienen que preocuparse de que su padre vaya a ser deportado ni tampoco por sobrevivir con menos del salario mínimo; según sus dos últimas declaraciones de impuestos, el Terminator ganó 57 millones de dólares durante los años 2000 y 2001. (La declaración del 2002 aún no la entrega.)
Una de las experiencias más tristes que me ha tocado presenciar en Estados Unidos es cómo los inmigrantes legales, como Arnold, critican y atacan a los que están indocumentados y les hacen la vida imposible. Quieren cerrarle la puerta a los nuevos inmigrantes después de que ellos ya pasaron.
“Arnold es un inmigrante que vino a este país (hace 35 años) con unos pocos dólares en el bolsillo”, dijo su portavoz, Sean Walsh, al diario The Washington Post. Pero luego, justificando su voto a favor de la 187, Walsh dijo que Schwarzenegger cree que vivimos “en un país, y en un estado, de leyes que tienen que ser cumplidas.”
El Terminator no entiende que los indocumentados no son criminales ni terroristas y que están en Estados Unidos porque en sus países de origen no hay buenos trabajos y aquí sí. Estoy totalmente seguro que Schwarzernegger se ha beneficiado del trabajo de los indocumentados, lo sepa o no. La comida que le ha permitido tener ese voluminoso cuerpo ha sido, seguramente, cosechada por indocumentados. La mansión en la que vive fue construida, posiblemente, por manos indocumentadas. Las personas que lo atienden en los restaurantes y hoteles de cinco estrellas son, muchos de ellos, inmigrantes sin documentos legales.
Pero el inmigrante Arnold no entiende la situación de otros inmigrantes con menos dinero que él. Si lo entendiera, no hubiera votado por la 187 y se alejaría lo más posible de gente como Pete Wilson. Los Republicanos como Arnold y Wilson no acaban de comprender que atacar a los inmigrantes es atacar a los hispanos: 68 por ciento de todos los latinos en Estados Unidos son inmigrantes o hijos de inmigrantes.
¿Es Schwarzernegger antiinmigrante? Su campaña, por supuesto, dice que no y que “él tiene una gran empatía por todos los que vienen a buscar una vida mejor.” Pero más allá de esas vagas declaraciones a la prensa, Schwarzernegger no ha hecho nada concreto a favor de los inmigrantes latinos que tanto dice comprender. Por el contrario, hay distintos reportes de prensa -incluyendo uno del diario mexicano Reforma y otro de la cadena norteamericana MSNBC- que sugieren que hace nueve años él utilizó la palabra “brownies” (prietitos o cafecitos) al referirse a los latinos y mexicanos. Yo llevo días investigando la supuesta declaración y, en honor a la verdad, no la he podido confirmar.
Pero, más allá de si insultó o no a los hispanos usando esa palabra, le propongo algo a Schwarzernegger. Sí realmente se preocupa por los inmigrantes y por los latinos, que diga públicamente que se equivocó al apoyar la 187 y que saque de su campaña al controversial y divisivo Pete Wilson. Así como la comunidad judía quiere que el Terminator condene a su amigo y compatriota austríaco, Kurt Waldeheim -el ex secretario general de la ONU acusado de formar parte de una asesina unidad del ejército nazi durante la segunda guerra mundial- así también la comunidad latina debe exigirle que demuestre que no es antihispano ni antiinmigrante.
Pero me temo que Schwarzernegger hizo sus cálculos políticos y ya tomó su decisión. El sabe que los hispanos, a pesar de ser una tercera parte de la población de California, sólo constituyen el 12 por ciento del electorado. Por eso prefiere enamorar al 59 por ciento de los californianos que votaron a favor de la 187 y dejar que los hispanos voten por el principal candidato demócrata a la gubernatura, Cruz Bustamante.
Arnold nos está enseñando la clásica lección de lo que debe hacer cualquier candidato para perder el voto hispano. Ser antiinmigrante en California, tristemente, sigue dando votos. Pero no hay nada peor que cuando un inmigrante se olvida de su pasado y le da la espalda a otros inmigrantes como él. Y la espalda de Arnold, esa sí, es bien ancha.