Corté el aguacate por la mitad, lo puse sobre una tortilla caliente, le eché un poquito de sal y le metí una mordida tan rica que me llevó desde mi casa en Miami hasta mi infancia en México. Sabía igual que los aguacates que nos regalaba por cajas mi abuelo Gilberto. Luego vi una pequeña etiqueta ovalada en la cáscara del aguacate. Decía: Avocados from Mexico. Con razón.
Me comí en Estados Unidos uno de esos aguacates que vienen del estado mexicano de Michoacán y que, hasta hace poco, no podían entrar a algunos lugares como la Florida y California. Pero gracias al Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (TLC) ahora me puedo comer todos los aguacates mexicanos que quiera.
El aguacate es, junto al pan, mi comida favorita. La verdad, me encantan los de California y los chilenos son riquísimos. Pero hay algo en el sabor de esos aguacates michoacanos que no encuentro en ningún otro. Es, claro, una simple cuestión de gusto.
Sin embargo, me pregunto ¿qué va a pasar con estos aguacates –y con muchísimos productos más que exporta México a Estados Unidos- cuando Barack Obama tome posesión el 20 de enero del 2009?
Y me lo pregunto porque, si cumple sus promesas de campaña, Obama podría suspender o renegociar el TLC. Esto es lo que me dijo el ahora presidente electo sobre ese tratado trinacional en una entrevista realizada a finales de mayo: “Respecto a México, cuando hablo del TLC, mi preocupación es no solo por lo que le está pasando a los trabajadores en Estados Unidos, sino también, por ejemplo, por lo que están pasando esas familias de campesinos mexicanos que han perdido todas sus tierras.”
La naturaleza del cualquier tratado de libre comercio es que algunos trabajadores pierden sus empleos, otros los ganan, pero la intención es que, al final, los beneficios sean mayores que los problemas económicos. Obama, sin duda, sospecha que el TLC no ha funcionado correctamente y piensa revisarlo.
Esto, desde luego, preocupa al gobierno mexicano. “Una revisión del TLC sería perjudicial para la economía de México y perjudicial, también, para la economía de Estados Unidos”, dijo el presidente mexicano, Felipe Calderón durante su reciente visita a Perú, donde participó en el Foro Económico Asia-Pacífico. Y luego habló de cómo el TLC está ligado a la migración al norte.
“Desde que el aguacate mexicano pudo entrar, gracias al TLC, al mercado de los Estados Unidos”, explicó Calderón, “casi simultáneamente Michoacán –el estado mayor productor de aguacate- dejó de ser el estado que más migrantes se mueven hacia Estados Unidos.” En otras palabras, si esos campesinos que cultivan aguacates en Michoacán se quedan sin trabajo porque se cierra el mercado de Estados Unidos a la fruta mexicana, entonces ellos se van a ir a buscar chamba, otra vez, al norte.
La pregunta es quien va a ganar: Barack Obama, que quiere revisar el TLC, o sus dos principales asesores internacionales, Hillary Clinton, la nueva secretaria de estado, y Bill Richardson, el nuevo secretario de comercio, que durante la pasada campaña electoral se rehusaron a tocar el TLC.
No cabe la menor duda que Richardson sabe más sobre México que Obama. El presidente electo nunca ha viajado al sur, mientras que la madre de Richardson es mexicana y él vivió durante muchos años en la ciudad de México. Está clarísimo que el TLC le incomoda a Obama, pero quizás hay otros factores más importantes para él.
Obama también está preocupado por la constante migración de mexicanos a Estados Unidos. Son más de medio millón por año. Y aunque el paso de indocumentados ha disminuido últimamente, hay muchos mexicanos que prefieren pasar la actual crisis económica en Estados Unidos, ganando dólares, que en México ganando pesos devaluados.
Obama sabe que este es un asunto económico. Esto me dijo en la misma entrevista: “Es muy importante acercarse al gobierno mexicano –de una manera que no ha hecho el gobierno del Bush- para ver que podemos hacer del otro lado de la frontera para promover el desarrollo económico y la creación de empleos.”
El presidente electo de Estados Unidos está claro. Si un mexicano tiene un buen trabajo en México, no se va a arriesgar tan fácilmente a irse a la aventura al norte. “Mientras haya un imán económico (en Estados Unidos) y la gente no pueda mantener a sus familias en México, va a ser imposible para nosotros lidiar con el problema migratorio a largo plazo”1, me explicó Obama.
Y esto nos regresa al tema de los aguacates.
Es cierto que hay muchas cosas que no funcionan con el TLC. Pero cerrarle el mercado norteamericano a los aguacates mexicanos no es una de ellas. Los aguacates michoacanos generan trabajo en México, reducen la inmigración indocumentada al norte y a algunos de nosotros, mágicamente, nos regresan a la infancia con un par de mordidas.
Posdata. El gobierno de México acaba de regresar a Cuba al primer grupo de cubanos, bajo un nuevo acuerdo migratorio entre ambos países. ¿Pero dónde quedó la defensa de los derechos humanos? ¿Con qué cara podrá el gobierno de México quejarse de los maltratos de inmigrantes mexicanos en Estados Unidos cuando regresa a estos cubanos a una brutal dictadura y a un futuro lleno de abusos y represalias?