Las elecciones del martes 2 de noviembre en Estados Unidos, más que una contienda entre el presidente, George W. Bush, y su contrincante Demócrata, John Kerry, serán un plebiscito sobre la presidencia de Bush. Lo primero que se están preguntando los votantes es si vale la pena mantener a Bush en la Casa Blanca. Y si la respuesta es no, entonces voltearán a ver a John Kerry para analizar si les gusta el reemplazo.
De alguna manera, toda votación que permite la reelección de quien está en el poder es, antes que nada, un referéndum sobre su mandato; igual con Hugo Chávez en Venezuela que con Bush en Estados Unidos. Por eso, esta elección será de Bush contra Bush.
Los votantes pondrán en la balanza lo que, para ellos, Bush ha hecho bien y lo que Bush ha hecho mal…y luego decidirán qué hacer con él. Esa es una de las maravillas de la democracia; nos permite deshacernos de los malos gobernantes y mantener en sus puestos a los que lo hacen bien.
¿Estamos hoy mejor que hace cuatro años? Esa es la pregunta clave en toda votación que incluye a un presidente norteamericano que busca reelegirse. La hizo por primera vez en 1980 el entonces candidato republicano a la presidencia, Ronald Reagan, respecto al presidente en turno, Jimmy Carter. La respuesta de los votantes estadounidenses fue un rotundo “no” y Carter fue historia. Desde entonces, el propio Reagan, George Bush padre y Bill Clinton han tenido que contestar a esa pregunta. Hoy le toca responderla a George W. Bush.
Bush y los Republicanos, por supuesto, dicen que los que vivimos en Estados Unidos sí estamos mejor que hace cuatro años; que la economía se está recuperando, que el mundo tiene dos países más sin dictaduras (Afganistán e Irak) y que se le está ganando la guerra al terrorismo. Kerry y los Demócratas, como era de esperarse, nos aseguran que estamos mucho peor que hace cuatro años; que Estados Unidos sigue estando muy vulnerable frente a los terroristas, que el país no es respetado en el mundo, que el deficit sigue creciendo y que se han perdido más empleos de los que se han creado.
Al final de cuentas es una cuestión de credibilidad y confianza.
¿Se le puede creer al presidente Bush? Muchos Demócratas dicen que no. A mí me tocó escuchar en Boston al cineasta y activista, Michael Moore, decir que el presidente Bush era un “mentiroso”. Se refería a las armas de destrucción masiva que supuestamente había en Irak, que no han aparecido y que fueron la razón principal para iniciar la guerra. Los Republicanos, en cambio, presentan al presidente Bush como un líder firme, ejemplo de integridad personal, leal y patriota, de fuertes convicciones religiosas y que no cede ante las presiones políticas. ¿A quien le creemos?
El país está dividido respecto a Bush y las encuestas lo corroboran. De un mar de números rescaté cuatro encuestas, realizadas en este mes de agosto, en que se le pregunta a los norteamericanos si aprueban o desaprueban la manera en que Bush está realizando su trabajo como presidente y estos son los resultados:
Apueba (el trabajo de Bush) Desaprueba
Pew Research Center 46% 45%
Associated Press-Ipsos 49% 50%
CNN/USA Today/Gallup 51% 46%
Time 50% 46%
El márgen de error de estas encuestas neutraliza cualquier pronóstico serio sobre las posibilidades de reelegirse de Bush. Y mientras tanto, Estados Unidos se divide más y más. En mis 20 años en Estados Unidos nunca había visto a esta nación tan polarizada.
La política este año ha dejado el plano profesional para convertirse en un asunto personal: hay gente que adora a Bush y gente lo que odia. Y es por razones personales, más que políticas, que se escogerá al próximo presidente de Estados Unidos. En la cobertura periodística de la campaña electoral me encuentro frecuentemente con norteamericanos, de ambos partidos, que parecen estar enojados con cualquiera que no piense como ellos.
Cuando Bush hable dentro de unos días ante la convención nacional Republicana en Nueva York, su reto será convencer y tratar de conseguir el voto a un pequeñisimo grupo de electores que aún no se ha formado una opinión sobre él. El resto de Estados Unidos ya sabe –o cree saber- quien es el verdadero George W. Bush.