Acabo de regresar de Europa y no deja de sorprenderme la forma tan distinta en que son tratados por la prensa el primer ministro británico, Tony Blair, y el presidente norteamericano, George W. Bush. La prensa europea, en general, y la británica en particular han destrozado a Blair por mentir, exagerar y decir verdades a medias antes de la guerra contra Irak. En cambio, la prensa norteamericana sigue tratando a Bush con guantes de seda y no se atreve a atacarlo. ¿Por qué esa diferencia de trato si ambos utilizaron información falsa y equivocada para justificar la guerra contra Irak?
En su afán de sacar a Saddam Hussein del poder tanto Bush como Blair dijeron cosas que no eran ciertas. La misma Casa Blanca ya reconoció que era una mentira la frase que pronunció Bush (en su último informe sobre el estado de la unión) respecto al supuesto intento de Saddam de comprar uranio de Africa para crear bombas nucleares.
Tampoco son ciertas las sugerencias de que Saddam Hussein estuvo involucrado con los actos terroristas del 11 de septiembre del 2001. Y, hasta el momento, no se han encontrado las miles de toneladas de armas de destrucción masiva que, de acuerdo con los gobiernos británico y norteamericano, tenía Saddam Hussein antes de la guerra.
No quiero ni puedo defender a Saddam Hussein, un despreciable y degenerado exdictador responsable de miles de muertes. Pero sí es importante aclarar que ninguna de las razones por las que se comenzó la guerra contra Irak -y por las que han muerto miles de iraquíes y cientos de soldados norteamericanos y británicos- se han podido comprobar. Por eso los periodistas europeos están criticando tanto a Tony Blair. Por eso sólo uno de cada tres ingleses apoya a Blair. Por eso el primer ministro, que tomó posesión en 1997, pudiera perder su puesto ante la oposición de los Tories.
A Bush, como un buen sartén de teflón, no se le pegan las manchas. La popularidad de Bush también ha bajado pero aún goza de un saludable 55 por ciento de aprobación según un par de encuestas. ¿Por qué las mismas críticas que están poniendo en peligro al gobierno de Blair no están afectando a Bush? ¿Por qué la prensa norteamericana no se ha atrevido a criticar a su presidente de la misma forma en que la inglesa lo ha hecho con su primer ministro?
Creo que la gran diferencia tiene que ver con el 11 de septiembre del 2001. Tras los actos terroristas que ocasionaron la muerte de más de tres mil personas, los estadounidenses -incluyendo a sus periodistas- sienten que apoyar a su presidente es una forma de apoyar, también, a su país. Conozco a varios políticos, reporteros y columnistas que no se atreven a criticar a Bush por temor de ser calificados como “traidores”, “antipatriotas” o “antinorteamericanos”. E incluso ante la evidencia de que las justificaciones dadas por Bush para iniciar la guerra no eran válidas, hay una enorme resistencia para criticar al presidente.
No he visto, escuchado o leído ni sóla untrevista dura con el presidente Bush. Ni una. Ningún periodista norteamericano quiere que lo acusen de estar del lado de los terroristas. En cambio, la prensa y los parlamentarios ingleses -haciendo caso omiso de las consecuencias- no dejan de denunciar los errores y las contradicciones de Blair. La actitud de escepticismo de la BBC no es la misma que la de ABC, NBC, CBS o CNN.
No se trata de censura. Se trata, en algunos casos, de autocensura. En las salas de redacción se siente la presión para pensarlo dos veces antes de criticar a Bush y, por asociación, a Estados Unidos. “¿Cómo te atreves a hablar así de Bush y de su gobierno después de lo que pasó en las torres gemelas de Nueva York y en el Pentágono?” he escuchado varias veces. Ese constante e imparable cuestionamiento que caracteriza al buen periodismo en momentos de crisis -a Nixon durante Watergate, a Reagan durante el escándalo Iran-Contras, a Bush padre por la situación económica del país y a Clinton durante su affair con Mónica Lewinsky- ha estado ausente durante la presidencia de W.
Es cierto, los actos terroristas del 9/11 ocurrieron en Estados Unidos no en Gran Bretaña y por eso es más fácil para la oposición y la prensa británica cuestionar a Blair que para los políticos Demócratas y los periodistas estadounidenses hacerlo con Bush. Pero, de todas maneras, una prensa débil, temerosa y cuidadosa en Estados Unidos ha permitido que Bush se mantenga fuerte. Tras el 9/11 Bush se ha querido envolver en un manto de infalibilidad que, hasta el momento, nadie -ni la prensa- le ha podido arrebatar.
A Bush no le ha afectado seriamente un reporte congresional de 900 páginas que asegura que los servicios de inteligencia (CIA, FBI, etcétera) bajo su mando no detectaron a tiempo la amenaza terroristas que representaba Osama bin Laden y su organización Al Kaeda. Y a Bush tampoco le ha perjudicado como a Blair las críticas de que exageró -o, en el peor de los casos, inventó- las razones para apresurar una guerra contra Irak. Los actos del 11 de septiembre del 2001 le han dado a Bush una especie de inmunidad ante la prensa y el público norteamericanos. Pero la pregunta es ¿cuánto tiempo más le va a durar? La respuesta habrá que esperarla hasta las elecciones presidenciales del dos de noviembre del 2004.