Washington, D.C.
Los pueblos escogen a los gobernantes que se parecen a ellos. Y eso es exactamente lo que ha ocurrido en Estados Unidos. El presidente George W. Bush se parece más a la mayoría de los norteamericanos que el ahora excandidato demócrata a la presidencia John Kerry. Por eso Bush repite en la Casa Blanca.
Cuando uno ve el mapa electoral de Estados Unidos lo primero que resalta es una gigantesca mancha roja. Rojo. Rojo republicano por todos lados. El rojo representa a los más de 59 millones de norteamericanos que votaron que Bush y simboliza, también, la derechización de Estados Unidos.
Estados Unidos ha perdido el centro y se mueve hacia la derecha. Las encuestas a las salidas de las urnas sugieren que una gran parte de los votantes norteamericanos rechazan los matrimonios entre homosexuales, el aborto, una amnistía migratoria para indocumentados y las críticas de que la guerra en Irak se justificó con información falsa. Rechazan, también, la idea de que Estados Unidos debe actuar en conjunto con otros países del mundo, tanto en temas comerciales y militares como del medio ambiente y derechos humanos. Las hiperpotencias no negocian y ni dialogan, se imponen.
Esta derechización del electorado norteameicano también ocurrió entre los hispanos: millones de ellos saltaron la barda del partido demócrata al partido republicano.
Si algo tiene el presidente Bush es que siempre defiende sus convicciones conservadoras, su fe religiosa y no tiene ninguna reserva en decir lo que piensa y en hacer lo que dice. Esa imagen bien pulida en la Casa Blanca -de un texano con botas, seguro, que no desvía la mirada, que nunca mete las manos en los bolsillos y con el pecho inflado- resultó irresistible para muchos norteamericanos en estos días de terrorismo.
Más estadounidenses preferirían que Bush se encargara de sus niños en una noche tormentosa, cuando los padres estuvieran fuera, que dejárselos al dubitativo Kerry. Bush consiguió tres millones y medio de votos más que Kerry. Kerry nunca pudo convencer a los votantes que él cuidaría mejor de su familia que Bush.
Ahora bien ¿qué va a hacer Bush con cuatro años más en la presidencia? Me imagino que más de lo mismo. Este no es un presidente a quien le gustan los cambios ni que reconoce errores públicamente. Tomemos el caso de Irak.
El error más grave de la primera presidencia de Bush fue haber atacado a Irak sin tener la evidencia de que ahí existían armas de destrucción masiva. Bush, para justificar la guerra, nos dijo lo siguiente:
-“Ahora mismo, Irak esta expandiendo y mejorando las fábricas que usa para la producción de armas biológicas.” (Septiembre 12, 2002)
-“Nuestros servicios de espionaje consideran que Saddam Hussein tiene la materia prima para producir hasta 500 toneladas de sarín, gas mostaza y gases VX contra el sistema nervioso.” (Enero 28, 2003)
-“Información obtenida por este y otros gobiernos no dejan la menor duda de que el régimen de Irak sigue teniendo y escondiendo algunas de las armas más mortíferas que se hayan creado.” (Marzo 18, 2003)
Pero hoy sabemos que Irak, en realidad, no tenía esas armas de destrucción masiva. Por eso los 1,200 soldados norteamericanos que las estaban buscando se acaban de ir de Irak con las manos vacías.
Pregunta: ¿Acaso no se debió tener la certeza de que había armas de destrucción masiva en Irak antes de iniciar una guerra y no después? Ahora ya es demasiado tarde. Más de 10 mil civiles iraquíes han muerto, según Amnistía Internacional, y la cifra de soldados norteamericanos que han perecido en la guerra ya ronda los 1,300.
Quien atacó a Estados Unidos esa mañana de septiembre fue Osama bin Laden, no Saddam Hussein. Por eso hay que preguntarse si no sería mejor que los 150 mil soldados norteamericanos que actualmente hay en Irak se pusieran a buscar a Osama bin Laden. Estados Unidos se gasta 150 millones de dólares diarios en Irak. ¿No estaríamos más seguros si ese dinero se gastara en la lucha antiterrorismo y persiguiendo hasta el fin al grupo Al Kaeda?
Sin embargo, no podemos esperar cambios drásticos de rumbo con Bush II; tropas norteamericanas seguirán en Irak por cuatro años y, quizás, muchos más. De la misma manera, la derechización de Estados Unidos se consolida con ambas cámaras del congreso en manos del partido republicano y con las posibles nominaciones a la corte suprema de justicia de candidatos que defiendan una agenda conservadora. El rojo republicano está llegando hasta las mismas raíces de la sociedad norteamericana.
No hay duda; los votantes escogen a los candidatos que piensan como ellos. Y para muestra basta decir que el 40 por ciento de los estadounidenses, de acuerdo con una encuesta reportada por The New York Times, sigue creyendo que en Irak sí hay armas de destrucción masiva.