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CHILE; NUEVO PRESIDENTE, VIEJOS PROBLEMAS

Miami.

Me siento como una vela recién apagada y todavía echando humito. Y supongo que así se sentirán también quienes, como yo, esperaban que el exdictador chileno Augusto Pinochet pasara el resto de sus días en una cárcel. Sí, que muriera en una cárcel. Cualquiera; en España, Bélgica o Francia. Pero en una cárcel. Porque es en prisión donde deben acabar los que matan. Y Pinochet es el responsble, directo e indirecto, de los asesinatos y desapariciones de mas de dos mil personas.

Sin embargo, el flaco y débil ministro del interior británico, Jack Straw, cayó en las trampas de la derecha chilena y permitió que el exdictador regresara a Chile (después de 17 meses de arresto domiciliario en Londres). El regreso de Pinochet a Chile es un fracaso estrepitoso para quienes creíamos que un dictador es un dictador y que la globalización de la justicia permitiría enjuiciar a asesinos con poder.

Straw asegura, basándose en testimonios médicos poco convincentes, que Pinochet no aguantaría un juicio. Qué raro. Pinochet aguantó perfectamente el vuelo de Inglaterra a Chile y al alejarse del avión lo hizo caminando. Pero, además, yo me pregunto: ¿acaso Pinochet tuvo la amabilidad de proporcionar un equipo de doctores a cada una de las víctimas que mató, torturó, violó o desapareció durante su brutal dictadura?

Ahora habrá que ver si, efectivamente, la justicia chilena tiene los pantalones bien puestos para enjuiciar al general. Pero no lo creo. Me parece que a los jueces chilenos todavía les tiembla la voz cuando dicen Pinochet. Si no se atrevieron a enjuiciarlo tras el regreso de la democracia en 1990, menos lo harán ahora que tienen la excusa del endeble estado de salud del militar.

Chile tiene un nuevo presidente. Ricardo Lagos reemplaza al incoloro e insaboro Eduardo Frei, quién se convirtió en una contradicción viviente: decía defender la democracia y soberanía de su país, pero en cambio se puso a proteger al principal enemigo de la democracia chilena –Pinochet- como si se tratara de la madre Teresa de Calcuta. Que bueno que Frei ya se va. Ojalá hubiera defendido con la misma energía y concentración a las madres que todavía no saben que hizo el general con sus hijos. El puesto de presidente le quedó grande a Frei como tres tallas.

Por lo que no se atrevió a hacer Frei –enjuiciar a Pinochet y sus generalotes, defender a las víctimas de la represión, poner un alto a la influencia de los militares, reformar el sistema de justicia, cambiar la constitución pinochetista, promover la libertad de expresión y evitar la persecución de periodistas independientes como Alejandra Matus; en fin, avanzar la democracia- ahora Lagos tiene un oceano de trabajo.

El nuevo presidente tiene viejos problemas. Chile no podrá ver con claridad hacia adelante mientras no deje enterrado el asunto Pinochet. No es suficiente que el jefe de los servicios de inteligencia de Pinochet esté en la cárcel. No es suficiente saber lo que pasó durante la dictadura. No es suficiente saber sin hacer nada al respecto.

Actualmente Chile vive el dilema de ser formalmente una democracia que trata con impunidad a militares asesinos. Y no sólo eso. El principal responsable de miles de muertes es, nada mas y nada menos, senador vitalicio con inmunidad parlamentaria. ¿Qué tipo de democracia es esa?

El primer paso legal que deberá tomar el presidente Lagos es modificar la actual constitución. Una constitución escrita bajo la tutela de Pinochet y que lo protege ante cualquier demanda. Lagos tendrá que utilizar todos sus poderes de convocatoria para que el congreso saque a Chile, de una vez y por todas, de la época mas oscura y violenta de su historia moderna.

Luego vendría lo mas difícil. Arrestar a Pinochet en Chile y enjuiciarlo. Demandas no faltan. Hay como 60. Lo que sí falta es la voluntad política. Claro que va a ser un rollo. Claro que será complicado y controversial. Claro que eso dividiría una vez mas a los chilenos. Claro que sí. Pero Chile no se puede echar a correr al futuro si una de sus piernas está todavía encadenada al grillete de la dictadura militar.

Tratar de olvidar el asunto –estilo avestruz- esperando que desaparezca es ingenuo.

En una entrevista con la cadena de televisión PBS, Lagos aseguró que el socialismo para él implica, fundamentalmente, igualdad. Igualdad de acceso a escuelas, a servicios de salud, a los mejores puestos de trabajo. Pero no mencionó que igualdad significa, también, que todos los chilenos deben ser tratados de la misma manera por el sistema judicial.

Desde niño a mí me enseñaron que el que mata debe ir a la cárcel. Que el asesino, cuando es detenido, se juzga y se pudre en la prisión. Es la misma lección que se enseña en casi todos los colegios y casas de América Latina.

Ojalá que el nuevo gobierno de Ricardo Lagos nos demuestre que, ahora sí, todos los chilenos serán tratados de la misma manera frente a la ley y que los asesinos irán a la cárcel. Como nos enseñaron en la escuela.

Ojalá que el nuevo gobierno de Ricardo Lagos no reafirme la triste lección latinoamericana de que los dictadores –como Pinochet, como Fidel Castro- están por encima de la ley. Pinochet, no cabe la menor duda, es responsable de muchas muertes y como todo asesino debería ir a la cárcel.

Pero les digo la verdad. No soy muy optimista de que Pinochet sea juzgado en Chile. De hecho, no soy nada optimista. Por eso me siento como una vela recién apagada y todavía echando humito.

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