Playa del Carmen, México. “¿Qué pasó con la playa?”, me dijo incrédula una visitante que hacía cuatro años no regresaba al lugar. “Antes la playa se extendía hasta donde están ancladas las lanchas. Y ahora no queda casi nada de arena. ¿Qué pasó aquí?”
Bueno, lo que ha pasado en Playa del Carmen, Cancún, Akumal, Cozumel, Isla Mujeres y toda la Riviera Maya ha sido la tormenta perfecta. Es una temible combinación de huracanes, con aumento del nivel del mar por el calentamiento global, y una pésima, ignorante y permisiva política de construcción de hoteles.
¿Resultado? Algunas de las mejores playas de la península de Yucatan y del mundo están desapareciendo.
Caminé por Playa del Carmen y el espectáculo es deprimente. No son esas playas interminables de suave arena blanca que todavía aparecen en fotografías en la internet promoviendo el turismo en el estado de Quintana Roo. Lo que me encontré fue una estrecha franja de arena, llena de piedras y camastros, y un mar hambriento que se come la playa ola por ola.
En una parte de la playa, durante marea alta, el océano se estrellaba contra el patio de un hotel. Playa del Carmen sigue siendo un maravilloso lugar -entre excéntrico, cool y hippie- que prohibe las construcciones de más de tres pisos y que ha alimentado un ecléctico ambiente que va de lo internacional a lo pueblerino. Pero sin playas no hay muchas razones para quedarse ahí.
El triste y depresivo fenómeno se expande al sur, hacia las ruinas de Tulum, en la llamada Riviera Maya. Salí a correr dos mañanas, poco después que saliera el sol, y los escenarios son espectaculares. Pero los extraordinarios paisajes naturales están corrompidos por enormes bolsas de arena que actúan como arrecifes artificiales y hoteles mastodónticos que extienden sus patios y piscinas, literalmente, al borde del mar.
Lo peor que vi fue un resort en la Riviera Maya (que atiende sobre todo a turistas europeos, canadienses y norteamericanos) que construyó una gigantesca plancha de cemento sobre casi toda la playa. El mar se estrella contra una grisacea pared. El bloque de concreto evita el paso por la playa. ¿Quién fue el funcionario que dio el permiso para construir ese monumento a la fealdad y que atenta gravemente contra el medio ambiente de la zona? Ese tipo de construcciones, hasta el mismo borde del mar, destruyen las plantas que evitan la erosión de la arena y, a la larga, se acaban las playas. Y esos horrorosos “arrecifes artificiales” hechos con enormes bolsas de plástico evitan, sí, que ciertas partes de la playa se erosionen. Pero contribuyen a una mayor erosión a sus extremos.
En Cancún -que fue construído en las años 70 en una franja de más de 8 kilómetros con playas comparadas a un blanquísimo talco blanco- el mar se sigue comiendo la arena. De muy poco sirvieron los 20 millones de dólares invertidos luego del devastador paso del huracán Wilma. Casi toda la arena que se drenó del fondo del mar para reconstruir las playas ha regresado a donde estaba: en el fondo del mar. Ha sido una labor costosa e inútil.
Acabo de ver en la internet una foto tomada el 18 de mayo del 2006 en el que aparecen 9 jubilosos (e ilusos ) políticos en una extendida playa de Cancún que, dos años y medio después, se ha vuelto a acortar. Ya no hay nada que celebrar y ahora se está hablando de un fondo público y privado de 80 millones de dólares para enfrentar la erosión de las playas. Y me parece poco. Y tardío.
La arena es el principal negocio de la región. Sin arena no hay dólares ni euros ni trabajos. Así que se necesita de un plan maestro, con estricta vigilancia, que evite las construcciones muy cercanas al mar, que promueva el crecimiento de la flora y fauna local, y que cuide cada centímetro cuadrado de arena.
El abuso y despreocupación de ciertos negocios hoteleros, la corrupción de los políticos que permitieron construcciones en zonas federales o protegidas, y la destrucción de plantas y manglares, solo aceleran la pérdida de playas por el aumento en el nivel de los oceános. Y eso sin contar la inevitable llegada de huracanes.
Quienes tengan la menor duda de que el calentamiento global es algo real –y no una invención de extremistas ambientalistas- basta con que se den una vuelta por aquí y verán inmediatamente sus consecuencias. Esto no es un rollo ambientalista. Es una advertencia: si no se hace algo ahora, las todavía paradisíacas playas de Cancún, Isla Mujeres y alrededores se parecerán en unas décadas a los rocosos y escabrosos litorales europeos.
Hay que tratar a las playas de la península de Yucatán como si fueran especies en peligro de extinción. Playa del Carmen se encuentra en una zona que los mayas llamaban Xaman-Ha (que significa “agua del sur”). Pero si Playa del Carmen se queda sin playa, habrá que cambiarle de nombre. Carmen está perdiendo su playa.
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COMO CARMEN PIERDE SU PLAYA
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