¡Vámonos! Eso es lo que quisieran escuchar los 150 mil soldados norteamericanos en Irak y, también, la mayoría de los iraquíes que están molestos con la ocupación militar de Estados Unidos. Pero esa es una palabra que, me temo, no se escuchará en Irak por muchos años.
Tras el éxito de las elecciones en Irak hay muchas voces que han propuesto la salida del ejército estadounidense de Irak. La más clara, sin duda, es la del congresista demócrata Marty Meehan quien quiere sacar a las tropas en los próximos 18 meses y dejar solo una fuerza de apoyo de 30 mil soldados para luchar contra la insurgencia.
El acelere del congresista Meehan es compartido por los iraquíes. En noviembre del 2003 solo uno de cada 10 iraquíes quería a los norteamericanos fuera. Pero hoy, respondiendo a la falta de seguridad y empleo, seis de cada 10 iraquíes no desean ver a más soldados de Estados Unidos en su país, según la última encuesta del gobierno provisional.
Esa urgencia por salirse de Irak tiene, también, un amplio apoyo entre los latinos que viven en Estados Unidos. El Pew Hispanic Center nos dice que, contrario al resto del país, el 51 por ciento de los hispanos desearían que las tropas norteamericanas se salieran de Irak “lo antes posible”. Quizás porque hay tantos Gutierrez, Lopez y Rodriguez en las listas de muertos y heridos; los hispanos son el 17 por ciento de todos los soldados en el frente de batalla, a pesar de que solo conforman el 9 por ciento del total de las fuerzas armadas
Como vemos, tanto en el congreso, como en la comunidad latina y en Irak hay deseos de ponerle un alto a la ocupación norteamericano o “invasión” como le dicen burdamente algunos iraquíes. Sin embargo, las pasadas elecciones en Irak no sugieren, necesariamente, un futuro en paz y una rápida retirada militar.
Los cálculos sobre el número de rebeldes en Irak varían desde cinco mil hasta 40 mil. Pero cualquiera que sea el número, tienen al ejército norteamericano en constante alerta y han destrozado las predicciones más optimistas de la administración Bush. Y, para ser francos, los 120 mil policías y soldados de la nueva fuerza de seguridad iraquí no tienen todavía el entrenamiento, la capacidad ni la organización para controlar a los rebeldes. No por ahora.
Las pasadas elecciones de enero en Irak, lejos de crear consensos entre chiítas, kurdos y sunitas, dejaron al margen a este último grupo (que conforma el 20 por ciento de la población y que, con Saddam Hussein en el poder, estaba acostumbrado a gobernar). Los principales grupos políticos sunitas boicotearon las elecciones y, por lo tanto, apenas representan el dos por ciento en la recién formada Asamblea de gobierno de 275 miembros. Es decir, como los sunitas no podrán ejercer ningún poder legalmente lo harán a través de atentados terroristas, violencia y resistencia civil.
Además, hay que decir que los tres principales grupos étnicos en Irak no saben convivir. Solo una ferrea dictadura como la de Saddam los obligó a comportarse. Pero sin un gobierno dictatorial que los controle, o una fuerza de ocupación que los amenace, existe un serio peligro de guerra civil. Esto garantiza un Irak violento por los próximos años. Y George W. Bush lo sabe.
El presidente norteamericano, a pesar de las constantes presiones de la prensa, se ha negado rotundamente a poner una fecha para el retiro de Estados Unidos de Irak. “No pondremos una fecha tentativa de salida porque eso engrandecería a los terroristas y les haría creer que si se esperan nos van a vencer”, dijo en su pasado informe presidencial.
Aún si la democracia se cocinara bien en Irak, a lo más que puede aspirar a corto y mediano plazo es a un escenario colombiano. Colombia es una democracia formal, con un estado débil, con un ejército incapaz de controlar a rebeldes y paramilitares, y con grupos guerrilleros y narcotraficantes que, en la práctica, tienen la última palabra en amplios territorios del país. Irak podría ser Colombia si tiene suerte. Ahora imagínense lo que será si no la tiene.
Por todo lo anterior, los soldados norteamericanos no saldrán rápidamente de Irak. El principal error de Estados Unidos en la guerra contra Irak fue haberla iniciado sin tener la certeza de que ahí había armas de destrucción masiva. No las hubo. Y el segundo error más grande fue meterse en este conflicto bélico sin saber como salir.
Esta, no hay otra forma de decirlo, es una guerra que Bush comenzó pero que ni él sabe cómo y cuando terminará. Por ahora, hay una sola respuesta a la pregunta ¿cómo salir de Irak? Y la respuesta es: muy lentamente.