A estas alturas ya podemos empezar a formar las parejitas. Las encuestas nos dan cuatro posibles combinaciones ganadoras: Gore-Labastida, Fox-Gore, Bush-Fox y Labastida-Bush. La pregunta es ¿cuál de estas parejas es la mejor para los millones de mexicanos que viven indocumentados en los Estados Unidos?
Actualmente hay en los Estados Unidos unos seis millones de inmigrantes indocumentados, la mayoría de los cuales son de origen mexicano. Entre ellos, conozco a personas que llevan casi 20 años en Estados Unidos y aun tienen que estarse escondiendo de los agentes del Servicio de Inmigración y Naturalización (INS) porque no han podido normalizar su situación migratoria.
La última amnistía migratoria en 1986 logró sacar de la clandestinidad a tres millones de personas. Pero desde entonces, el número de inmigrantes indocumentados ha vuelto a crecer y es necesario encontrar una solución legal y a corto plazo para todas estas personas que viven explotadas, angustiadas y sin una esperanza.
¿Podremos esperar una nueva amnistía tras las elecciones presidenciales en México y en Estados Unidos?
La respuesta no es muy clara. He tenido la oportunidad de escuchar las propuestas de los cuatro candidatos con mas posiblidades de ganar –el republicano George W. Bush y el demócrata Al Gore en Estados Unidos; Vicente Fox del PAN y Francisco Labastida del PRI en México- y ninguno se ha querido comprometer, públicamente, a exigir una amnistía para los indocumentados. Sin embargo todos proponen algún tipo de acuerdo migratorio entre Estados Unidos y México para tratar de regular una situación que está claramente fuera de control.
En una entrevista en Miami con Al Gore, él me dijo que su apoyo a una amnistía para los indocumentados “dependería de las circunstancias y de la forma en que fuera descrita”. Gore tiene miedo que una amnistía envíe el mensaje equivocado al sur de la frontera, provocando una mayor migración de indocumentados a los Estados Unidos convencidos que, tarde o temprano, legalizarían su situación. “Hay que balancear la justicia con la compasión”, me dijo, para asegurarnos que “este tipo de propuestas en realidad son en beneficio” de los inmigrantes que ya están en Estados Unidos.
El republicano George W. Bush fue mucho mas tajante. Cuando le pregunté en Austin si él estaría a favor de una amnistía, me repitió tres veces: “No por ahora, no por ahora, no por ahora.” W, como le dicen en Texas, quiere “saber mas al respecto y estar seguro que entiendo todas las consecuencias”. Sin embargo, su experiencia como gobernador de Texas, le ha permitido comprender mejor que muchos las razones principales por las que los mexicanos vienen a Estados Unidos. “La gente viene de México a los Estados Unidos a trabajar”, me dijo. “Los valores familiares no se detienen en la frontera. Padres y madres aman a sus hijos igual en México que en Estados Unidos. Y si tienen a un niño que tiene hambre…y sólo pueden conseguir 50 centavos de dolar en México o 50 dólares en Estados Unidos, tú te vas a venir a ganar aquí (a los Estados Unidos) los 50 dólares, si eres un padre trabajador y amoroso.”
Más allá de las palabras, ninguno de los dos candidatos norteamericanos a la presidencia está dispuesto a arriesgar su capital político en un proyecto tan poco popular como una amnistía para indocumentados. Entonces ¿qué queda?
Los mexicanos Vicente Fox y Francisco Labastida han tomado una actitud más realista. Ellos, en caso de llegar a la presidencia, no podrían exigir de los Estados Unidos una amnistía; hacerlo dejaría la puerta abierta para que Estados Unidos se inmiscuyera también en los asunto internos de México. Pero Fox y Labastida sí han sugerido la posiblidad de nuevos acuerdos migratorios.
En una entrevista en la ciudad de México, el priísta Francisco Labastida me comentó que sí estaría dispuesto a “plantear” en las conversaciones con los Estados Unidos la idea de una amnistía. Pero su planteamiento era mucho más amplio. “Las relaciones con Estados Unidos hay que entenderlas, no sólo en la solución de los problemas cotidianos que se viven, sino con una visión de largo plazo. Tenemos que entender que un trato maduro, civilizado, constructivo, es benéfico para los dos países. Tenemos que buscar formas en donde lo que se inicio con el Tratado de Libre Comercio pueda llegar a cosas superiores.”
El panista Vicente Fox, por su parte, expuso su posición sobre la difícil situación de los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos durante un discurso pronunciado en inglés en Washington, D.C. Tras criticar la “política de negligencia” y abandono del PRI hacia los inmigrantes mexicanos, Fox dijo que “un gobierno democrático en México no se sentaría sin hacer nada cuando sus ciudadanos son perseguidos, golpeados y explotados en el exterior.” Y luego, hablando sobre el flujo de inmigrantes de México a los Estados Unidos, Fox dijo que exploraría la posibilidad de “negociar un acuerdo migratorio global”. El candidato panista fue cuidadoso al decir que no estaba proponiendo otro programa bracero. Pero sí comentó que “se tenía que llegar a un entendimiento sobre flujos migratorios que sea benéfico para Estados Unidos y México” y que podría incluir una serie de acuerdos regionales e industriales muy específicos.
En conclusión, una vez que sean elegidos los nuevos presidentes, cabe esperar algún tipo de acuerdo migratorio entre México y los Estados Unidos que suavice el drama de los seis millones de personas –mexicanos y no mexicanos- que actualmente viven amenazados con una deportación, en la oscuridad y al margen de la sociedad norteamericana. Sin embargo, la posiblidad de una amnistía migratoria para los indocumentados en Estados Unidos se siente lejana, lejanísima.
Lástima.
Tendremos nueva parejita en el poder. Sí. Pero para los inmigrantes será casi el mismo baile.