El principal producto de exportación de Cuba ha sido su exilio: existen unos dos millones de cubanos esparcidos por todo el planeta. Y los principales productos de consumo interno en la isla son el miedo y la represión. Nadie me lo contó; yo lo vi en Cuba.
Esto no debe sorprendernos en un país que ha tenido una dictadura desde 1959, en donde no hay elecciones multipartidistas ni libertad de prensa, donde se violan todos los días los derechos humanos, donde opositores y disidentes son frecuentemente detenidos, torturados y asesinados, donde se aplasta cualquier esfuerzo de democratización (como el Proyecto Varela), y donde solo uno -Fidel Castro- decide por todos los demás. Por todo lo anterior, llama la atención cuando el gobierno cubano trata de esconderle al mundo la represión con que somete sus habitantes y, a cambio, ofrece la falsa imagen de una Cuba light, descafeinada, inocente.
En la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, México, el país invitado de honor es Cuba. Y el régimen de Fidel Castro quiere aprovechar este evento -el más grande del mundo para las publicaciones en español- para resaltar a los escritores y artistas cobijados por la dictadura y para ocultar las terribles condiciones en que viven los intelectuales y opositores que quieren expresarse con libertad. Por eso ha enviado a Guadalajara una enorme delegación. Cabe hacer la aclaración que ninguno de los escritores y funcionarios cubanos que participan en la Feria podría hacerlo sin apoyar, tácita o abiertamente, a la dictadura. Y para probarlo bastaría preguntarle a algunos de esos escritores qué opinan de Fidel Castro. Ninguno, les aseguro, se atreverá a criticarlo públicamente. Y quien lo haga es porque ya pidió asilo político.
Entiendo que el legítimo propósito de los organizadores de la Feria es, sencillamente, dar a conocer un país cada año, promover los libros y la lectura. Pero dan risa los títulos de algunas conferencias -“Cine, Drama y Literatura en Cuba” o “Poesía Cubana Contemporánea”- cuando en las cárceles cubanas se están pudriendo, literalmente, prisioneros políticos y disidentes.
Cuba, el país que quiere promover una imagen de superpotencia literaria y educativa, es en realidad uno de los campeones mundiales de encarcelamientos de disidentes políticos. En la primera mitad del 2002 había, al menos, 230 prisioneros políticos en las cárceles cubanas, según Elizardo Sánchez Santa-Cruz, de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional. Pero esas cifras se quedan cortas. “Del mundo de las prisiones militares en Cuba hay muy poca información”, me dijo Ricardo Bofil, quien pasó 14 años en las cárceles cubanas. Además, varios de los prisioneros políticos son asesinados. “Yo fui testigo de tres ejecuciones”, añadió Bofil, un activista del Comité Cubano de Derechos Humanos. “Si cuentas a los que murieron en el estrecho de la Florida, en Angola, en Centroamérica y en el Cono Sur”, me comentó Frank Calzón del Centro para una Cuba Libre, el régimen castrista “es responsable de miles de muertes”. Ojo, estamos hablando aquí del mismo gobierno que quiere vender sus libros y su “cultura” en Guadalajara.
Y para que no quede la menor duda, les voy a contar el caso de un disidente político llamado Juan Carlos González Leiva, de 37 años de edad, y encarcelado desde el 4 de marzo del 2002. Juan Carlos está ciego y hace poco logró sacar clandestinamente un comunicado de la cárcel -la Unidad de Operaciones de la Seguridad del Estado en Holguín, Cuba- en el que dice: “…estoy siendo torturado física y psíquicamente por parte de la Seguridad del Estado. Lanzo este SOS al mundo por si pueden hacer algo por mí y mis hermanos”. Juan Carlos está acusado, oficialmente, de “desorden público, desacato, resistencia y desobediencia”, según consta en el Expediente de Fase Preparatoria Número 28 del 2002 del Organo Provincial de Procesamiento Penal de Ciego de Avila. Pero ¿saben de verdad por qué fue encarcelado Juan Carlos? Por gritar “Abajo Fidel” en un hospital de la población de Ciego de Avila el mismo día de su detención.
La vida de Juan Carlos González Leiva corre peligro. No solo por que su caso hace ver muy mal al régimen castrista -ya lo conoce Amnistía Internacional y varias organizaciones de derechos humanos en Europa y Estados Unidos- sino porque Juan Carlos está en una huelga de hambre desde el 4 de septiembre y actualmente está pesando solo 100 libras (unos 45 kilos). Viste de negro como señal de resistencia.
Al igual que otros escritores y periodistas, yo también voy a participar en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. Pero, sin la menor duda, cuando vea que los escritores de la dictadura cubana insisten en hablar de literatura y poesía, yo voy a pensar en Juan Carlos González Leiva y en los otros prisioneros políticos que hay en Cuba. No nos podemos tragar el cuento. Hay que quitarle la máscara a un régimen que trata de vender libros en el exterior pero que impone la muerte, la represión y la tortura dentro de la isla. Esa es la verdadera feria de la dictadura.