Ciudad de México. No se puede pedir, en ninguna parte del mundo, que un gobierno le dé todo a sus habitantes. Es ilógico e injusto. Todos los gobiernos tienen sus limitaciones. Pero lo menos que se le puede pedir a un gobierno es que proteja la vida de sus ciudadanos y que cree las circunstancias para que la mayoría pueda trabajar.
Bueno, en estos momentos, el gobierno de México no puede garantizar la vida de sus habitantes ni está creando suficientes trabajos para su población.
Me he pasado varios días recorriendo la capital donde crecí y que visito con regularidad, y me he encontrado un panorama desolador. Dos temas dominan las conversaciones: crimen y desempleo. Y es difícil encontrar a alguien cuya familia no haya sido afectada por un delito o un despido.
De entrada me sorprendió el debate surgido por las declaraciones del empresario Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo, en el sentido de que México iba a perder empleos y a cerrar empresas por la crisis económica mundial. Quizás a Slim le faltó decir qué es lo que él estaba dispuesto a hacer para ayudar a México en esta coyuntura, y eso es lo que le cayó mal a muchos. Pero su pronóstico es correcto.
México va un paso atrás y muy tarde. No se trata de discutir si va a aumentar el desempleo y si van a cerrar varias empresas. Eso es un hecho a nivel mundial. De lo que se trata es de tener un plan gubernamental para enfrentar esta crisis.
Muchos mexicanos con quienes platiqué tienen la clara impresión de que no hay un plan nacional ante la crisis y que tendrán que rascarse con sus propias uñas. Felipe Calderón no ha sido, como prometió en su campaña, el “presidente del empleo”. Y, más bien, tendrá que luchar mucho para no ser recordado como el presidente del desempleo, de la recesión y de la devaluación del peso.
El otro punto es la violencia. Estoy cansado de escuchar a funcionarios del gobierno, a gobernadores y a hasta alcaldes decir que los frecuentes asesinatos, secuestros y delitos son “hechos aislados”.
No es ningún “hecho aislado” el que 48 millones de mexicanos hayan sufrido algún delito en los últimos tres años, según la Comisión Nacional de Derechos Humanos. No es ningún “hecho aislado” que en los últimos siete años hayan secuestrado a más de 20 mil personas. Esos no son hechos aislados.
Es cierto que la violencia se ha incrementado por el legítimo derecho del gobierno de México de ponerle un alto a los narcotraficantes. Sin embargo, hasta ahora nadie puede decir que se le está ganando la batalla a los narcos. Esa lucha ha dejado al descubierto la enorme vulnerabilidad del estado mexicano, comenzando por los corruptos, mal preparados y mal pagados cuerpos de policía.
Se que molesta que en Estados Unidos haya quien califique a México como un “estado fallido”, que lo comparen con la inestabilidad de Pakistán, que el Departamento de Estado advierta a los norteamericanos de no viajar a ciertos lugares o que digan, como el influyente ex líder del congreso, Newt Gingrich, que México se acerca a una guerra civil. Molesta aún más cuando parte de la violencia en México se explica por las armas que llegan de Estados Unidos y por el consumo de drogas de los norteamericanos.
Pero más allá de las exageraciones y juicios apresurados, el gobierno mexicano se nos presenta hoy como uno muy débil. Hay enormes vacíos de autoridad que llenan los narcos y los oligopolios.
¿Estado fallido? No, todavía no. No hay un colapso de las instituciones. Pero México sí es un estado que está fallando mucho en la cuestión económica y de seguridad.
Lo peor de la situación es que los magos gubernamentales nos tratan de convencer de que todo es un asunto de percepción. Que no es cierto que estemos tan mal. Que no es cierto que se están perdiendo cientos de miles de empleos. Que no es cierto que los narcos controlan partes del país. De hecho, acusan “catastrofistas” a los que no comparten sus análisis rositas de paz, orden y crecimiento.
¿En qué México viven? El gobierno -como la selección mexicana de fútbol que perdió ante la de Estados Unidos en el primer juego de clasificación para el mundial- esconde la incómoda realidad para darse un poquito más de tiempo. Pero si Calderón y el técnico de la selección, Sven Goran Eriksson, no se ponen las pilas, México se va a quedar fuera del mundial y fuera del futuro.
Echenle la culpa a quien quieran. Pero el asunto, de verdad, no es tan complicado. Ante la pregunta de si los mexicanos están viviendo hoy mejor que cuando Calderón tomó posesión en el 2006, la respuesta es un dolorosísimo no.
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DONDE MEXICO FALLA
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