Miami.
El otro dia me reuní con un grupo de militares sudamericanos que estaban de visita en los Estados Unidos y quedé muy preocupado. Acababa de ocurrir el golpe militar en Ecuador y estabamos discutiendo las condiciones bajo las cuales sería válido que un ejército derrocara a un presidente democráticamente elegido. Yo, sinceramente, no veía muchas circunstancias que podrían justificar un derrocamiento. Pero algunos de mis acompañantes veían las cosas de otra manera.
Un coronel –que no era ecuatoriano- me aseguró que “si el pueblo le pide al ejército acabar con un mal presidente, los militares tienen la obligación de hacerle caso al pueblo”. Un poco sorprendido le pregunté: “Coronel ¿esto quiere decir que si próximamente hubiera un intento de golpe militar en su país, promovido por un sector mayoritario, usted lo apoyaría?” Los ojos de todos los invitados se fueron sobre él. Se creo un absoluto silencio. Y como casi siempre ocurre en momentos de tensión, una risotada del coronel lo salvó de contestar. El resto del grupo rio con él y pasaron a discutir otro tema. Pero yo me quedé pensando en lo mismo.
La actitud de este militar sudamericano es muy significativa. El cree, al igual que muchos otros soldados de la región, que están por encima de los civiles. Y que son ellos -no los gobernantes elegidos- en quienes descansa el orden de un país. El golpe de estado en Ecuador sólo corrobora estos sentimientos antidemocráticos.
En Ecuador ganaron los militares y perdió la democracia. Los soldados hicieron lo que se les pegó la gana; quitaron a un presidente, apoyaron a un triunvirato temporal, impusieron a otro mandatario y luego hicieron su cacería de brujas. Pero en el fondo está muy claro que sin el apoyo del ejército ecuatoriano, el golpe –con activa participación indígena- no hubiera fructificado.
Efectivamente las cosas estaban mal en el Ecuador de Jamil Mahuad. La inflación era del 60 por ciento, la moneda perdió mas de la mitad de su valor, se declaró una moratoria porque Ecuador no podía pagar la deuda externa, uno de cada dos bancos fueron intervenidos, uno de cada cinco ecuatorianos no tenía empleo y, para acabarla de amolar, la popularidad del presidente Mahuad cayó de 66 al 7 por ciento en los 17 meses de su gobierno. Todo esto es cierto. Pero no era suficiente para justificar un golpe militar.
Y no es que esté defendiendo a Mahuad. Después de todo, ni siquiera lo conozco y jamás he hablado con él. Pero si los ecuatorianos se dieron cuenta –demasiado tarde- que Mahuad no era el presidente que esperaban, bueno, entonces debieron haber utilizado los mecanismos que marca la ley para destituir a un mandatario en el congreso. Si los congresistas ecuatorianos ya se sabían el caminito y destituyeron a Abdalá Bucaram, por considerarlo un loco ¿por qué no hicieron lo mismo con Mahuad, por ser un mal administrador? Mahuad no fue obligado a renunciar. Lo derrocaron.
Los militares ecuatorianos no tenían el derecho de quitar por la fuerza a ningún presidente, por mas malo que fuera. Ni a Mahuad ni a nadie. Esa era función del congreso. Es decir, los soldados ecuatorianos se sintieron –y se siguen sintiendo- por encima de la ley. Ese fue el primer abuso de los militares.
El segundo abuso de los soldados ecuatorianos consistió en apoyar la insurrección que llevó a varios grupos –incluyendo a los indígenas- a tomar el congreso y en permitir que se instalara un triunvirato en el gobierno. El triunvirato duró lo que un dulce frente a un niño, pero violó las constitución.
El tercer abuso de los militares en Ecuador –después que sintieron la presión internacional en contra del golpe- fue el imponer al presidente que ellos quisieron. Si efectivamente los militares querían rectificar su curso antidemocrático, debieron haber devuelto la presidencia a Jamil Mahuad. Pero no. En cambio, se la cedieron –como si el poder y el país fueran sus propiedades- a Gustavo Noboa.
Gustavo Noboa puede ser un académico muy reconocido, pero carece de legitimidad como gobernante. Por principio, no apoyó como debió haberlo hecho a Jamil Mahuad. ¿Fue una traición? Después de todo, Noboa le debía su puesto como vicepresidente a Mahuad. Y luego que Mahuad fue derrocado, Noboa aceptó de los propios militares un poder que no le correspondía. Si Noboa fuera un verdadero demócrata debió haber apoyado el retorno de Mahuad a la presidencia. El poder le comió el coco. La historia, sin duda, lo juzgará con mucho mas rigor que sus cómplices.
Noboa insiste en que no es un títere de los militares. Pero esa declaración se contrapone a una simple realidad: sin los militares, Noboa no estaría en la presidencia.
Ahora bien, Noboa ha iniciado una campaña a nivel internacional para tratar de conseguir el reconocimiento y la legitimidad de que carece. Y, sorprendentemente, la Organización de Estados Americanos (OEA) le está haciendo el juego.
La OEA, en un documento aprobado recientemente, se comprometió a “respaldar al gobierno del presidente Gustavo Novoa Bejarano y sus esfuerzos por restablecer la estabilidad institucional, recuperar la gobernabilidad de la nación y preservar el estado de derecho”. Sin embargo, esta muestra de apoyo está creando un terrible precedente.
La OEA está apoyando un gobierno impuesto por los militares después de un golpe de estado. Y la OEA está apoyando como presidente a un hombre –Noboa- que nunca debió haber negociado con los militares y que no promovió el regreso de Mahuad al poder. La OEA se equivocó: estaba en la obligación de apoyar hasta el final a Mahuad, no a Noboa y a sus compinches militares.
La OEA, en otras palabras, le está enviando un mensaje muy claro al coronel latinoamericano que conocí hace unos días y que se cree por encima del poder civil. Le está diciendo: si usted como militar quiere derrocar a un presidente, lo único que tiene que hacer –después del golpe- es imponer a otro civil para que lo apoyemos.
Con el golpe militar en Ecuador fracasaron los constantes esfuerzos de profesionalizar al ejército ecuatoriano y fracasaron los mecanismos de los organismos internacionales para evitar que los soldados impongan su voluntad sobre los civiles. Ecuador cayó ante las botas porque la defensa de la democracia fue muy tímida. Y después de Ecuador ¿cuál es el golpe que sigue? En mente tengo un país; el del coronel que conocí el otro dia.
Posdata latina. Los hispanos están de moda en Estados Unidos. Christina Aguilera, Enrique Iglesias y Edward James Olmos fueron parte central del espectáculo del medio tiempo en el Superbowl. Miles de millones los vieron. Mas visibilidad no puede haber. ¿Y que falta? Que el poder de la música se transforme en poder político. De los 100 asientos en el senado norteamericano, ni uno está ocupado por un latino.