Miami
Perú es uno de los pocos países que conozco donde los candidatos presidenciales, en lugar de rechazar y denunciar los estereotipos racistas, los utilizan para su ventaja. Así, tenemos a un presidente a quien le llaman “el chino”, aunque es de origen japonés, y a su fuerte contendiente conocido como “el cholo”, a pesar de haber estudiado en California. Para complicar las cosas, “el cholo” está casado con una belga a quien le dicen “la gringa”. Como quiera que sea, estos son los personajes en una polémica lucha por el poder en Perú.
Gracias a la presión internacional, no fructificó el fraude que habían planeado Alberto Fujimori (alias “el chino”) y sus canchanchanes. Si no hubieran existido tantos gritos de protesta –de periodistas, opositores y observadores independientes- el presidente Fujimori estaría ya atornillado cinco años más en el palacio de gobierno de Perú.
El fraude se realizó en varios niveles.
Primero, los candidatos de oposición –incluyendo a Alejandro Toledo, “el cholo”- no tuvieron el mismo acceso a los medios de comunicación que el presidente Fujimori, quien buscaba su segunda reelección.
Segundo, Fujimori aprovechó su absoluto control del presupuesto nacional para presentar como funciones del gobierno –entrega de tractores, inauguración de sistemas de agua potable…- actos evidentemente partidistas.
Y tercero, si todo lo anterior fallaba, Fujimori contaba con la magia. Sí, a la hora de contar, la maquinaria oficial se encargaría de que hubiera más votos que votantes. Votos, claro, a favor de Fujimori. Así, la misma Oficina Nacional de Procesos Electorales había registrado 10,659,792 votos con sólo 9,282,464 votantes (al haber tabulado el 86.77 por ciento de los sufragios). Es decir, ya en ese momento había 1,377,328 votos fantasmas.
¿De dónde salieron esos votos fantasmas? ¿De votos añadidos en las urnas? ¿De actas falsificadas? ¿De modificaciones ilegales en los conteos finales? ¿De alteraciones en el programa de la computadora central?
Nunca lo sabremos. Pero lo que sí sabemos es que el fraude estuvo a punto de concretarse.
Los resultados oficiales –que colocaron a Fujimori como triunfador sobre Toledo- nunca coincidieron con dos encuestas realizadas a las afueras de las urnas el día de las elecciones (el domingo 9 de abril). En una de ellas, la compañia Datum le dió a Toledo el 48.5% del voto frente a 42.7% para Fujimori. En la otra, de la organización Apoyo, Toledo también salió victorioso con 45.2% del voto frente a 43.6% de Fujimori.
¿Cómo es posible que dos encuestas realizadas de manera científica, independiente e imparcial, hayan dado resultados tan distintos a los oficiales? La respuesta mas lógica es que en el conteo oficial hubo fraude y manipulación para poner a Fujimori en la delantera.
De hecho, hubo un momento –tras una sospechosa demora de tres días- en que el conteo oficial puso a Fujimori a un pelito de obtener el 50 por ciento de los votos. Pero fue entonces que el gobierno norteamericano, la Unión Europea y los observadores independientes de la Organización de Estados Americanos y del Centro Carter levantaron sus denuncias…y sus amenazas de aislar a Perú.
De no haber sido por ellos, Fujimori se habría salido con la suya. Ante tanta presión internacional, a Fujimori no le quedó otra alternativa más que aceptar una segunda vuelta.
Sin embargo, la simple realización de una segunda vuelta no garantiza que habrá transparencia, imparcialidad e igualdad de circunstancias para los dos candidatos. Fujimori y sus seguidores siguen en control del proceso electoral.
¿Cómo? Alejandro Toledo, el candidato opositor, lo explica así: “como si fuera un partido de futbol, uno de los equipos (el de Fujimori) es dueño de la cancha, escribe las reglas del juego, es dueño de la pelota, nombra los réferis y determina cuales son los canales de televisión que van a transmitir el partido.”
Mucho ha cambiado desde que Fujimori realizó un autogolpe, en 1992, dejando a un lado cualquier pretensión democrática. Así como el reciente caso del exdictador chileno Augusto Pinochet –a pesar de su triste desenlace- apunta a una globalización de la justicia, el caso de la presión internacional ejercida al gobierno de Fujimori en este año 2000 para realizar una segunda vuelta electoral, habla de una globalización de la democracia.
En América Latina se está viviendo una nueva etapa en que ya no basta haber ganado el poder con un mal pintado brochazo de legalidad; ahora también hay que demostrar que el poder se alcanzó con votación justa y transparente. No a trancazos ni autogolpes o fraudes Eso es lo nuevo.
“El cholo” ha amenazado con retirarse de las votaciones en Perú si no cambian las condiciones que predominaron durante la primera vuelta electoral. Pero el problema es que, aunque Fujimori acepte cambiar ciertas cosas, el conteo final de votos estará todavía en manos gobiernistas y eso pone en una clara desventaja a Toledo.
Yo no veo al “chino” haciéndose un hara-kiri. Pero tampoco me imagino a la comunidad internacional aceptando un nuevo fraude que perpetúe a Fujimori en el poder. Dentro de pocos días veremos cuál de las dos fuerzas va a predominar.