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EL DIA QUE NOS CAMBIO LA VIDA

El primer avión contra las torres gemelas creí que había sido un accidente. El segundo, con un escalofrío, supe que me había equivocado y que ese día cambiaría nuestras vidas para siempre.
El tercero, contra el Pentágono, pensé que se trataba de algo realmente maligno y sofisticado, y que nos tomaría años salir de esto. Y solo hasta que supe la historia completa del cuarto avión, en que los pasajeros sacrificaron su vida para evitar
que se estrellara contra el Capitolio o la Casa Blanca, es que recuperé un poquito del optimismo. A ese nuevo enemigo, el que fuera, se le podía vencer. Pero no sería fácil.
Pasé casi 24 horas frente a una cámara de televisión narrando los horrores que siguieron a los ataques de ese 11 de septiembre del 2001. Y luego, casi sin dormir, me fui con un equipo de la cadena Univision manejando de Miami a Nueva York; los aeropuertos del país estaban cerrados.
Al llegar lo que más me sorprendió fue que, dos días despues de los ataques, una nube de polvo y ceniza aún cubría el lugar que antes ocupó el World Trade Center. Lo recorrí sin prisa, en shock, con absoluta incredulidad. ¿Cómo pudo haber pasado esto,
aquí, en el mismo corazón de la nación más poderosa del mundo?
Y luego paré, en seco, asustado. En ese preciso instante me di cuenta que lo que respiraba no eran solo restos de los edificios que cayeron sino, también, cenizas de los
que ahí murieron calcinados.
No me moví. Estuve muy conciente de mi respiración y luego regresé al hotel y me tiré, boca abajo, en la cama. Me quedé así, inmóvil, por varios minutos. Mi ropa, toda, se impregnó de un olor a muerte que mi nariz no pudo olvidar por varios días. Ahí
supe que la tragedia en Nueva York también era mi tragedia y así sería por años. Me la respire completa.
Ese día cambió mi vida y, casi, terminó con ella. Los ataques de septiembre me llevaron a las montañas de Tora Bora en Afganistan en diciembre del 2001, donde tenían cercado a Osama bin Laden, el líder de la red terrorista Al Kaeda. Pero por muchas
imprudencias y estupideces, ese viaje estuvo a punto de costarme la vida. Un puñado de billetes de un dólar evitó que un seguidor de Bin Laden me reventara la cabeza con su fusil. Otros tuvieron menos suerte que yo.
La guerra de Afganistan la entiendo. El gobierno Taliban apoyaba a la red terrorista Al Kaeda, responsable de la tragedia, y había que evitar otro ataque similar en el futuro. Lo que nunca entenderé es la guerra de Irak.
Esa fue una mortífera invención del expresidente George W. Bush que ha costado miles de vidas y miles de millones de dolares. Una de las consecuencias más absurdas de los ataques del 9/11 fue la totalmente innecesaria guerra en Irak.
Recordemos con debida indignación que Saddam Hussein nunca tuvo nada que ver con el 9/11. Nada. Y que contrario a lo dicho originalmente por Bush, en Irak nunca encontraron armas de destrucción masiva. El expresidente norteamericano ni siquiera
permitió a los inspectores de Naciones Unidas terminar su trabajo en Irak antes de iniciar los bombardeos.
Estados Unidos tuvo el apoyo del mundo despues de ese septiembre del 2001.
Pero Bush lo echó todo a perder. Desvirtuó la guerra contra el terrorismo al abusar y explotar ese sentimiento planetario y atacar a los iraquíes. Totalmente injustificable.
Creí que sería imposible adaptarse al terrorismo. Sin embargo, una década despues todos podemos volar y vivir con la amenaza terrorista. Esa es la vida que nos tocó.
Mi hijo de 13 años no conoce otro mundo más que el de detectores de metales y explosivos en los aeropuertos. Pero lo peor es que para él y su generación estar en guerra – varias a la vez- es lo normal. Sus videojuegos son tan violentos como la realidad que
heredaron.
Nada es igual despues del 9/11. Viajar implica una revisión tras otra y retrasos interminables. Ser “terrorista” es el peor insulto político. La sospecha a los extranjeros creció y se murió cualquier posibilidad de reforma migratoria. Muchas cosas quedaron
enterradas ese día.
Hubiera preferido quedarme en el verano del 2001 cuando la canción de moda -It’s a Beautiful Day de U2- reflejaba la equivocada idea de que la historia había terminado y que solo teníamos que aprender a disfrutar la vida.
Nada es igual despues de ese fatídico día. Algunos, literalmente, nos respiramos a los muertos y los llevaremos dentro de nosotros por el resto de nuestros días. El 11 de septiembre del 2001 cambió nuestras vidas para siempre y ya nada sera igual.
Diez años despues puedo repetir perfectamente en mi mente, a pesar de la censura televisiva, a esos aviones estrellándose contra las torres gemelas y a decemas de seres desesperados lanzándose al vacío (y a una muerte segura) desde las ventanas.
Los que vivimos ese día aprendimos la lección mas dura de la existencia: nada es para siempre y todo -todo- puede cambiar en un instante.

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Presentador de Noticiero Univision desde 1986. Escribe una columna semanal para más de 40 periódicos en los Estados Unidos y Latinoamérica y publica comentarios de radio diarios para la red de Radio Univision. Ramos también acoge Al Punto, el programa semanal de asuntos públicos de Univision que ofrece un análisis de las mejores historias de la semana, y es el conductor del programa Real America, que sale semanalmente en todas las plataformas digitales y que registra millones de visitas. Ramos ha ganado más de ocho premios Emmy y es autor de más de diez libros, el más reciente, 17 Minutos; Entrevista con el Dictador.

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