San Antonio, Texas.
Por muchas décadas se consideró a los hispanos de Estados Unidos como un gigante dormido: el potencial de poder político, de crecimiento económico y de influencia en los medios de comunicación estaba ahí, pero pocos latinos lograban sobresalir o tener puestos de importancia. Eso ya cambió. El gigante se ha despertado y sus pisadas están cambiando la faz de Estados Unidos.
La victoria de Antonio Villaraigosa como nuevo alcalde de Los Angeles, la segunda ciudad más grande del país, refleja mejor que nada el emergente poder político de los latinos. No se trata, únicamente, de hacer historia –Antonio es el primer latino en llegar a ese puesto en 133 años- sino que cada vez existen más líderes hispanos.
La ola latina ya se veía venir. Las pasadas elecciones de noviembre culminaron con la elección de dos senadores hispanos: Ken Salazar de Colorado y Mel Martínez de la Florida. Y luego, para coronar el pastel, el presidente George Bush designó a su abogado, Alberto Gonzalez, como el primer procurador general de origen hispano.
Lo interesante de estos cuatro hombres es que todos tienen comienzos muy humildes y una historia de grandes esfuerzos: Antonio, hijo de padres divorciados, trabajó en Los Angeles limpiando zapatos desde los 7 años de edad; Ken me contó cómo vivió hasta 1981 en un rancho en Colorado sin electricidad y rodeado de sus siete hermanos; Mel viajó solo desde Cuba hacia la Florida cuando era un niño en la llamada operación Peter Pan; y el padre de Al era un inmigrante en Texas que trabajaba como albañil seis días a la semana.
Las historias de Antonio, Ken, Mel y Al –como la del expresidente Bill Clinton- demuestran que en Estados Unidos hasta los más pobres y desamparados pueden llegar a lo más alto del poder. ¿Qué otro país tiene esa misma movilidad social? Muy pocos. Por eso siguen llegando inmigrantes latinos a Estados Unidos. No porque crean que van a recoger dólares de las calles sino porque saben que, con mucho esfuerzo, su vida y la de sus hijos será mejor que en sus países de origen. Estados Unidos es un país en donde sí hay una relación directa entre esfuerzo y resultados. El que trabaja mucho sale adelante. En América Latina, en cambio, conozco a gente que ha trabajado muchísimo toda su vida y muere en la pobreza absoluta. Por eso se vienen al norte.
Cada año cerca de un millón y medio de latinos se suman a los 45 millones que ya vivimos aquí. La mitad de todos esos nuevos latinos son inmigrantes, legales e indocumentados, y la otra mitad son bebés nacidos aquí con nombres como José, Alejandra, Miguel y Erika. Esto –la inmigración y la alta tasa de natalidad entre los hispanos- ha hecho que ciudades como Miami y Los Angeles ya tengan una mayoría hispana. Texas y California tendrán mayoría hispana dentro de dos o tres décadas, y habrá más latinos que blancos en Estados Unidos para el año 2125.
No viviremos para verlo pero esa transformación demográfica parece imparable y tiene enormes consecuencias. Por ejemplo, Estados Unidos ya es el segundo país del mundo con el mayor número de hispanoparlantes (después de México). Más gente habla aquí español que en España, Argentina o Colombia.
Por lo tanto no es ninguna sorpresa que algunos de los programas de radio y televisión en español en ciudades como Houston, Dallas, Los Angeles, Chicago y Nueva York (por mencionar solo unas cuantas) tengan una mayor audiencia que la programación en inglés. ¿Quien hubiera pensado que eso sería posible cuando hace 50 años –un 9 de junio de 1955- se inauguró en esta ciudad de San Antonio el canal 41, la primera estación de televisión en español de Estados Unidos? Veinticinco años antes de que la cadena de noticias CNN saliera al aire, fue una pequeñita estación en el sur de Texas la que inició la verdadera revolución en los medios de comunicación de este país.
Ante este panorama de constante expansión y de un creciente (y visible) poder latino, ya no resulta tan descabellado el pensar en la elección del primer presidente hispano o en que Estados Unidos se transforme, ciudad por ciudad, en una nación bilingüe.
El gigante ha saltado de la cama y está tocando todo lo que ve.