Digamos que las relaciones internacionales no son el fuerte del presidente George W. Bush. Nunca lo han sido. Tengo entendido que antes de llegar a la Casa Blanca, Bush sólo había salido dos veces de Estados Unidos (y una de ellas fue para estar con su padre que era embajador en China). Es decir, W. nunca mostró mucho interés por lo que había más allá de las fronteras.
Ahora, como presidente, se está fogueando y ya ha visitado varios países de Europa. Pero su visión del mundo, antes de irse a vivir a Washington, era muy reducida. No es de extrañar, por lo tanto, que Bush sea criticado por propios y extraños.
Recientemente en Genova, Italia, lo acusaron de apoyar la pena de muerte -un castigo que ningún país desarrollado práctica con la excepción de Japón- de renegar del llamado Protocolo de Kyoto -el único plan a nivel mundial para proteger el medio ambiente- y de bombardear Irak como si fuera piñata. Aquí en Estados Unidos el líder demócrata y posible candidato presidencial para el 2004, Richard Gephart, lanzó hace poco sus dardos contra Bush por invertir en una ilusoria sombrilla contra ataques nucleares -sólo vista en la película Guerra de las Galaxias- mientras permite que chinos y rusos continúen armándose hasta los dientes con singular alegría.
En lo que sí coinciden los críticos de Bush, tanto dentro como fuera, es en la carencia de alianzas internacionales, en el creciente aislamiento y en la toma de decisiones de manera unilateral. O sea, Estados Unidos toma sus decisiones solito y que el mundo se haga chicharrón. En todo este panorama brilla por su ausencia, Colin Powell, el invisible secretario de estado norteamericano. No recuerdo, ni siquiera, cuando fue la última vez que escuché a Colin Powell decir algo importante por televisión.
A pesar de lo anterior, la política exterior norteamericana tiene un rayito de luz. Y ese es el trato especial que está dándole a México. Más que basarse un sesudos planes estratégicos o en posturas ideológicas, me parece que Bush actúa de manera instintiva tanto a nivel internacional como en política doméstica.
Como exgobernador del estado fronterizo de Texas, Bush comprende muy bien las razones por las que millones de inmigrantes indocumentados cruzan ilegalmente de México a Estados Unidos. ¿Y cuál parece ser la prioridad en la política exterior norteamericana en este momento? Claro, negociar un acuerdo migratorio con México.
Y así como Bush ha puesto hasta arriba de su agenda internacional un asunto cercano a sus emociones y a su rancho -México- en política doméstica también está siguiendo sus corazonadas.
Como excandidato presidencial Bush sabe perfectamente que el voto cubanoamericano en la Florida lo llevó de la mano a la Casa Blanca. Y también sabe que si logra aumentar el porcentaje de hispanos que voten por él en el 2004 tendría asegurada la reelección. ¿Y qué ha hecho Bush? Tratar de enamorar a los votantes hispanos.
¿Cómo? Muy fácil. Ha atacado una importante preocupacióm de los mexicoamericanos al considerar la legalización de millones de inmigrantes; toda familia mexicana en Estados Unidos tiene a algún miembro con problemas migratorios. A los cubanos les prometió que no debilitaría el embargo contra el régimen de Castro y hasta ahora les ha cumplido. Y está coqueteando a los puertorriqueños con la orden de que la marina norteamericana se salga de la isla de Vieques para el 2003. Bush está cubriendo todas sus bases.
En las pasadas elecciones presidenciales Bush obtuvo el 31 por ciento del voto latino. Si puede aumentar ese porcentaje a 37 por ciento -como lo hizo Ronald Reagan en las votaciones de 1984- no habrá candidato demócrata que se le pueda enfrentar con éxito. Por eso estos últimos meses hemos estado presenciando la latinización de George W. Bush.
Ahora bien, no hay que descartar las estrategias de Bush tanto a nivel nacional e internacional sólo porque no provienen de un académico o de un presidente intelectual como le fue Clinton. Puede ser que el instinto de Bush esté bien parado.
Bush entiende bien la cultura popular. Y es obvio que Estados Unidos se está hispanizando. Los restaurantes McDonalds acaban de sacar al mercado el sandwich cubano y el latin McOmelet, la empresa M&M ha puesto a la venta unos nuevos chocolatitos con sabor a dulce de leche y una rápida revisión de los principales jugadores de beisbol, el pasatiempo nacional de los norteamericanos, resalta los siguientes apellidos: Olivares, Reyes, Rivera, Santiago, Rodriguez (sin acento en la i) y Nunez (sin el tilde de la eñe). Estados Unidos se mexicaniza, se cubaniza, de dominicaniza, se colombianiza, se salvadoreñiza, se puertorriqueñiza…y Bush también.
Tenemos en la presidencia a Bush el latino. Y como si sus prioridades políticas fueran poco se trata del primer mandatario en la historia de Estados Unidos que habla (o más bien champurrea) el español. Al hacerlo resalta el carácter multicultural y multiétnico de la nación.
Es fácil criticar por simplistas e instintivas las prioridades de Bush a nivel internacional y su estrategia de política interna con los latinos. Pero la última vez que Bush actuó instintivamente ganó la presidencia. ¿Estará Bush preocupado por las críticas sobre su particular estilo de gobernar? No parece; ha decidido tomarse todo el mes de agosto de vacaciones en su rancho de Texas. El mundo puede esperar.