“-¿Por qué quieres vivir en Estados Unidos?”
-Porque quiero vivir en un país donde la gente pobre es gorda” citado por Dinesh D’Souza.
Orlando, Florida
Lo que más me sorprende del parque de diversiones de Disney World no es Mickey Mouse, ni la rápida aventura de Space Mountain o las interminables filas de más de una hora. No. Lo que más me sorprende es la enorme cantidad de gordos que me rodea; es un mar de grasa.
No es que en los parques de Orlando haya más obesos que en el resto del país. Lo que pasa es que aquí los turistas muestran sus carnes con mayor desparpajo. El calor veraniego y la típica informalidad norteamericana en el vestir permite que hasta los más voluminosos expongan sus excesos en pantalones cortos, sandalias y camisetas semitransparentes. La gordura es unisex: son barrigas insospechadas que rebasan el cinturón, pechos inmensos con ritmos oceánicos, brazos del tamaño de una pierna, cuellos que parecen dos, dedos inflados como si estuvieran llenos de agua y chorreando con helado de chocolate, piernas hinchadas a punto de reventar, rollos de panza que se doblan en series de dos y tres, cachete sobre cachete. Incluso las orejas se ven grandes, desproporcionadas, como si las hubiera picado una avispa.
¿En verdad hay tanta gente gorda o es solo mi imaginación? Desafortunadamente, es cierto. Este es el lugar de los gordos. Estados Unidos produce un 50 por ciento más de alimentos de los que necesitan sus 280 millones de habitantes. Y en promedio, cada norteamericano consume alrededor de 1500 libras (unos 675 kilos) de comida cada año. Esas son más de cuatro libras diarias de alimento por persona. En casi ningún otro país se come tanto. Resultado: la mayoría de los norteamericanos son obesos o están sobrepasados de peso.
¿Cuántos? Seis de cada 10 estadounidenses -es decir, 168 millones de personas- tienen exceso de peso, según un estudio de la Universidad de Carolina del Norte. ¿Cómo se define un gordo? Bueno, los médicos del gobierno norteamericano han hecho un tabla que toma en cuenta peso y estatura: quienes caen 20 por ciento arriba del promedio están sobrepasados de peso; los que pesan 30 por ciento o más del promedio son obesos.
El problema más serio, por lo tanto, lo tienen los 75 millones de obesos que viven en Estados Unidos. Trescientos mil estadounidenses mueren cada año por enfermedades vinculadas a su obesidad: diabetes, hipertensión, cánceres, derrames cerebrales o ataques del corazón. Y las cosas se ponen aún peor.
Los norteamericanos cada vez comen más. Hace 40 años solo el 44 por ciento de la población estaba pasada de peso; hoy es el 61 por ciento. Es cierto, en algunos casos se trata de enfermedades del metabolismo o sicológicas. Pero el principal problema es que en este país se come de más.
Cuando estuve hace poco en Afganistán no vi ni un solo gordo. Y vi muy pocos en Cuba. O sea, en las naciones donde faltan alimentos la gente no engorda. Obvio; países flacos. En cambio, en Estados Unidos hay muchísima comida. Son famosas las ofertas para comer todo lo que uno pueda -all you can eat- por un precio fijo y los restaurantes populares compiten entre sí para ver cual prepara las porciones más grandes. Los restaurantes de comida rápida -para que no se nos atragante la hamburguesa, la pizza, el hot dog, los pancakes o el pie de queso- nos dan galones de soda por una módica suma; hay vasos para refresco tan descomunalmente altos y anchos que sería fácil meter ahí tres o cuatro pelotas de tenis rellenas de azucar. Esta es una cultura en la que, a la hora de comer, le gusta lo grande.
Este es un país muy alimentado, pero no bien alimentado ni particularmente saludable. Estados Unidos -que se destaca por tener algunos de los mejores basquetbolistas, beisbolistas, corredores y nadadores del mundo- es una nación de gente que come demasiado y que no hace suficiente ejercicio. La mitad de los estadounidenses no hacen ningún deporte y los que sí se ejercitan apenas pasan de los 15 minutos diarios, en promedio. Hace poco leí un estudio sobre cómo ver mucha televisión está directamente relacionado al fatídico incremento de la obesidad infantil y solo aquí se puede hablar de los derechos de los gordos, como si se tratara de una clase o un grupo aparte.
El estado de Rhode Island, por ejemplo, fue encontrado culpable de discriminación por no contratar a una mujer que pesaba 320 libras (unos 144 kilos). Además de pagarle 100 mil dólares, el juez obligó al estado a darle a la mujer un puesto de trabajo. Y no me extrañaría en lo más mínimo si muy pronto se presentan quejas o demandas en contra de la aerolinea Southwest que empezará a cobrarle el doble a los pasajeros que no quepan en un asiento normal en los vuelos que van muy llenos.
Con la gordura vienen las dietas. Y las hay de todos los olores, sabores, precios y excentricidades. Hay dietas de algas, de yogurt, de chicharrón y de jugos. Pero 95 por ciento de quienes se ponen a dieta recuperan el peso perdido. Aún así, tengo amigas que viven en una dieta permanente y que están convencidas que si le roban pedacitos a la comida de otras personas no las va a engordar a ellas. Flaca ilusión. Cuando todo ha fallado, siempre queda el recurso del bisturí o de la liposucción.
La comida -y cómo deshacerse de sus excesos- es casi una obsesión nacional en Estados Unidos. Es el trágico destino de un país que tiene mucho para comer y que no sabe qué hacer con tanto.