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EL MUNDO OCULTO DE ESTADOS UNIDOS

Nueva York. Llegué a cenar a un restaurante que tiene la reputación de ser uno de los
mejores de Manhattan. Pero lo que nadie me había dicho es que casi toda la comida era preparada por indocumentados. Y eso es algo que los dueños del restaurante, al igual que los mismos inmigrantes, prefieren mantener en secreto.

En la superficie, Estados Unidos parece un país que no esconde nada. Ni sus guerras ni sus crisis. Aún queda mucho de la tradición histórica del protestantismo, que tanto destacó Max Weber, y que premia a quienes dicen la verdad y son transparentes. Sin embargo, basta rascar un poquito esa superficie para darnos cuenta del mundo oculto que permite funcionar a Estados Unidos.

Este restaurante es el mejor ejemplo de lo que mucha gente no sabe sobre este país. Al llegar, por supuesto, me hicieron esperar a pesar de tener un reservación; señal inequívoca de que era un lugar de moda. Luego que se dignaron sentarme, nos dieron un menú a mí y a mi acompañante. Ordenamos nuestra comida y seguimos esperando.

De pronto su secreto quedó al descubierto. Los dos muchachos que servían el agua y el pan en las mesas hablaban español. Y también uno de los meseros quien, ya hacia el final de la noche y con los jefes distraídos, me invitó a la cocina.

Ahí me encontré a una decena de mexicanos, de los estados de Puebla, Tlaxcala y Michoacán, que cocinaban a la perfección el pato, la chuleta de puerco y el branzino del mediterráneo a la sal. La conversación era sobre el último partido de fútbol y el clima antiinmigrante en Estados Unidos. En esa cocina no había un solo norteamericano. Ni uno.

Contrario a lo que muchos pudieran pensar, la crisis económica no ha enviado a millones de norteamericanos desempleados a las cocinas de los restaurantes y a los campos de cultivo. Tampoco a limpiar cuartos de hoteles ni a despellejar pollos. La realidad es que la mayoría de los estadounidenses no quieren hacer los trabajos que realizan los  indocumentados porque son los más difíciles y los peor pagados. Muchos norteamericanos prefieren seguir desempleados a hacer esas tareas.

El éxito de este restaurante consistía en una imagen de mucha exclusividad y en un  talentoso grupo de indocumentados que cocinaban para celebridades, abogados, doctores y nuevos ricos. Pero quien no se ha metido a su cocina, jamás se hubiera  podido imaginar esto.

Lo mismo ocurre en miles de empresas de Estados Unidos. Lo tienen muy calladito. Pero  sin indocumentados, muchas industrias no sobrevivirían.

El número de indocumentados bajó a 10.8 millones según el Departamento de Seguridad interna. Son cifras mucho menores que las de años anteriores. Es lógico: a menos trabajos en Estados Unidos, menos inmigrantes de México y América Latina. Pero mi pronóstico es que, tan pronto se note una ligera recuperación económica en Estados Unidos, tendremos una nueva ola migratoria.

Mientras tanto, las tragedias continúan. Una desesperada madre de Nueva Jersey me envió un conmovedor correo electrónico sobre su hijo, quien tras terminar su high school o preparatoria con mención honorífica, no podrá ir a la universidad por ser indocumentado.

Esto es lo más cruel y absurdo del sistema educativo norteamericano. Permite a los niños indocumentados estudiar la primaria y high school. Pero luego les prohibe ir a la universidad al igual que sus compañeros de clase Así, 60,000 jóvenes indocumentados se quedan sin ir a la universidad cada año. Demócratas y Republicanos siguen jugando futbol con el Dream Act y, al final, ninguno de los dos partidos ha hecho nada. Todo esto forma parte del mundo oculto que se vive en Estados Unidos. Hay millones de  trabajadores y de estudiantes que dan lo mejor de sí mismos para salir adelante y para  hacer de este un país mejor. Pero nadie los reconoce. Están escondidos en escuelas,  bodegas, fábricas y cocinas.

Estoy seguro que las sonrisas y bromas en el restaurante al que fui en Manhattan desaparecerían si sus elegantes y poderosos clientes se dieran cuenta que sus  suculentos alimentos fueron preparados por indocumentados que viven ocultos, con  miedo a ser deportados, separados de sus familias, y en la más absoluta clandestinidad. Así nada sabe bien.

Por Jorge Ramos Avalos
(Mayo 7, 2012)


 

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Presentador de Noticiero Univision desde 1986. Escribe una columna semanal para más de 40 periódicos en los Estados Unidos y Latinoamérica y publica comentarios de radio diarios para la red de Radio Univision. Ramos también acoge Al Punto, el programa semanal de asuntos públicos de Univision que ofrece un análisis de las mejores historias de la semana, y es el conductor del programa Real America, que sale semanalmente en todas las plataformas digitales y que registra millones de visitas. Ramos ha ganado más de ocho premios Emmy y es autor de más de diez libros, el más reciente, 17 Minutos; Entrevista con el Dictador.

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