Washington D.C.
La Casa Blanca no escogió a un embajador, ni a un senador o a un político en la casi imposible labor de convencer al congreso de que apruebe una legalización de 12 millones de indocumentados. No. El presidente George W. Bush, en cambio, escogió a un exempresario nacido en Cuba y que vivió durante muchos años en México para una de las misiones más difíciles e importantes de todo su gobierno.
El secretario de comercio, Carlos Gutierrez, ha sido uno de los dos principales negociadores de la Casa Blanca –junto con el jefe del Departamento de Seguridad Interna, Michael Chertoff- para empujar en el congreso una reforma migratoria.
Lo conocí hace unos días en su oficina en Washington, donde está al frente de 38 mil empleados. A pesar de su cordialidad, un traje beige, primaveral y bien cortado, varias canas y un bigote bien peinados, y una sonrisa suave, no podía ocultar su cansancio. Lleva meses tratando de convencer a senador por senador y a congresista por congresista de la necesidad de cambiar las leyes migratorias de Estados Unidos.
La tarde que hablé con Gutierrez, él venía del Senado y estaba optimista. Le pregunté si ya tenía los votos necesarios para que se aprobara en la cámara alta una propuesta migratoria. “Yo creo que sí”, me contestó. “En el senado va a pasar.”
El problema fundamental parece estar en la cámara de representantes pero Gutierrez me dijo que ya estaban trabajando en eso.
“Si no se procede con esta legislación nos vamos a quedar como estamos”, me comentó. “Y el estado actual está quebrado, no funciona. No es una iniciativa perfecta para todo el mundo, pero tiene algo para todo el mundo.”
La propuesta migratoria que ha desmenuzado el senado tiene más de 300 páginas de los más oscuros términos legales. Pero para el actual secretario de comercio y expresidente de la corporaciión Kellogg, el punto central y único no negociable es el de la legalizacion para los indocumentados que ya están viviendo en Estados Unidos.
“Lo más importante para mí es la tarjeta Z”, siguió. “El hecho que doce millones de personas que hoy en dia están con el temor a las redadas van a tener la oportunidad de ser legales, eso para mí es un gran paso adelante.”
Durante el último año fiscal se han deportado a más de 195 mil personas de Estados Unidos, según cifras de ICE, el servicio de inmigración. Pero en el mismo período han entrado ilegalmente a Estados Unidos medio millón de indocumentados. Entonces ¿de que sirven las redadas?
“Es la filosofía de que si hay una ley hay que implementarla”, me dijo en perfecto español neutral, sin detectar ningún fuerte acento mexicano o cubano. “A mí lo que me preocupa de las redadas es que para algunas personas esa es la solución.”
“¿Cómo reacciona cuando se entera de que el mismo gobierno donde usted está trabajando está separando familias?” insistí.
“Es bien difícil”, reconoció. “Yo no puedo justificar todas las acciones de los departamentos del gobierno…Esta legislación (debe) quitar la pesadilla de 12 millones de indocumentados que están pensando todo el día que me van a separar de mis niños, que me van a correr. Eso no se puede.”
Gutierrez entiende el problema de los inmigrantes por una sencilla razón. El ha sido inmigrante dos veces. La primera cuando llegó con su familia de Cuba a Estados Unidos en 1960. Apenas tenía siete años de edad. Y la segunda cuando se fue a México; ahí estudió adeministración de empresas en el Instituto Tecnológico de Monterrey en la ciudad de Querétaro y en 1975 se unió a la empresa Kellogg.
Parte de la propuesta migratoria incluye el extender la cerca que divide a México de Estados Unidos, de tal forma que la mitad de la frontera estuviera amurallada.
“¿Usted cree que extender el muro sirve de algo?”
“Los expertos dicen que sí funciona simbolicamente (porque) hay gente que quiere ver que se está haciendo todo lo posible en la frontera”, me dijo. “Yo lo que les puedo decir es que una barda no es una solución.” Y luego explicó por qué. “El 40 por ciento de los indocumentados entraron por un aeropuerto o puerto marítimo.”
Al final quedaban dos preguntas.
“¿El presidente Bush está comprometido a usar todo su capital político (para aprobar una reforma migratoria)?”
“Totalmente”, respondió sin titubear.
Si la reforma migratoria no se aprueba este año podría perderse en el limbo político. El próximo año es de elecciones presidenciales. El 2009 hay un nuevo presidente o presidenta que no le va a entrar a un tema como este. El 2010 es año de elecciones congresionales y pocos se atreven a aprobar medidas tan controversiales. Habría que esperar hasta el 2011. Y mientras el número de indocumentados sigue aumentando.
“¿Es ahora o nunca? le pregunté por último.
“Ahora o quién sabe cuándo” contestó. Y es esa, quizás, el arma principal del negociador.