No hay guerra buena. La guerra es la confirmación de que fallamos. Y la guerra en Irak es la reconfirmación de que fallamos mucho.
Me incomoda mucho la manera en que los políticos y militares norteamericanos hablan de los civiles muertos en Irak. No se nota ningúna pena o culpa en sus expresiones. Dan cifras de muertos como si se tratara de maniquíes o muñecos de trapo. En otras palabras: da la impresión que no les importa, que las únicas muertes que cuentan son las de soldados estadounidenses. Y ya.
600,000 civiles han muerto en Irak desde la invasión norteamericana en marzo del 2003, según calculan los investigadores independientes del Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health. Pero el presidente George Bush inmediatamente descalificó la metodología del estudio. “No considero que ese es un reporte creíble”, dijo en su más reciente conferencia de prensa.
Bush calculó en diciembre que 30,000 civiles iraquíes habían muerto. Pero desde entonces se ha negado a actualizar la cifra. La organización Iraq Body Count (www.iragbodycount.org) -que lleva su propia cuenta basada en reportes de prensa con fuentes creíbles- considera que al menos 43,850 civiles iraquíes han perecido.
Nunca sabremos la cifra exacta. Pero sí sabemos que la guerra ha desmoronado miles de familias iraquíes que no tenían nada que ver con Saddam Hussein ni con la actual insurgencia antinorteamericana.
Además de los muertos y de la destrucción de la infraestructura petrolera, otro costo de la guerra es la inseguridad. Esta no se puede medir. Pero todo parece indicar que la guerra en Irak, lejos de reducir los riesgos de ataques terroristas para Estados Unidos y sus aliados, los multiplicó.
El informe secreto (llamado National Intelligence Estimate on Terrorism) asegura que la guerra en Irak se ha convertido en una “causa celebre para los jihadistas, generando un profundo resentimiento contra Estados Unidos por su presencia en el mundo musulmán, y creando nuevos seguidores dentro del movimiento de la guerra santa” contra Estados Unidos y sus aliados.
Hay más. El reporte preparado por las 16 agencias de espionaje del gobierno de Estados Unidos (incluídas la CIA y el FBI) concluyó que los terroristas o “jihadistas están aumentando en número y en dispersión geográfica” y que si “esta tendencia continúa, las amenazas contra intereses de Estados Unidos, dentro y fuera de su territorio, serán más diversas y provocarán un aumento de ataques en todo el mundo.”
Jacques Chirac, el presidente fránces, advirtió unos días antes de la invasión a Irak que la operación militar norteamericana generaría “pequeños bin Ladens” por todo el mundo. Tuvo razón.
El deterioro de la imagen de Estados Unidos es otro de los altos costos de la guerra. Y no se trata, únicamente, de que resultó ser falsa la justificación de la guerra. Nunca se encontraron ahí armas de destrucción masiva.
Ese conflicto ha puesto en duda el tradicional papel de Estados Unidos como defensor de los derechos humanos. Y ahí están los abusos en las cárceles de Abu Ghraib y Guantánamo para probarlo.
Y luego viene el costo económico. Las invasiones de Irak y Afganistán han costado 549 mil millones de dólares (o 1,830 dólares por cada habitante de Estados Unidos). Si todos los recursos que se han usado en la guerra en Irak se hubieran dedicado a capturar a Osama bin Laden –el verdadero responsable de los actos terroristas del 11 de septiembre del 2001- y a luchar contra grupos terroristas en el mundo ¿estaríamos más seguros que ahora? Seguramente sí.
Y si a cambio de la guerra y sus costos viéramos que Irak se convirtió en una democracia pacífica y que, como en dominó, otros países árabes empezaron a tener elecciones, quizás otro gallo cantaría. Pero lo que tenemos es un país al borde de la guerra civil, en una región cada vez más dividida, sin posibilidades de acoger el más simple proceso democrático y en peligro de nuevas confrontaciones. Ojo con Irán.
El fracaso más claro de la guerra en Irak está en las calles de su capital. Caminar por Bagdad en estos días es casi una sentencia de muerte.
La guerra en Irak ha sido costocísima para Estados Unidos: en dólares, en imagen, en su creciente vulnerabilidad ante el terrorismo y en vidas humanas. Y aún hay guerra para rato. El ejército de Estados Unidos acaba de anunciar que mantendrá el mismo número de tropas en Irak (140,000) al menos hasta el 2010.
No, por más que nos la traten de vender desde Washington como algo positivo, no hay guerra buena.