Por Celeste Rodas de Juárez para MSN Latino
Resumir las veces que ha sido fuente de inspiración y orgullo para los inmigrantes de este país es una misión prácticamente imposible, pues todos los días (y desde hace más de 20 años), el presentador del Noticiero Univisión y autor de siete libros, toca la vida de alguno de ellos a través de sus reportajes o escritos.
Su dedicación y genio lo convirtieron en el primer latino en recibir el Premio David Brinkley a la excelencia periodística. Dos años antes la misma entidad que administra los premios Pulitzer (la Universidad de Columbia) lo distinguió con un Premio Maria Moors Cabot, éste es el galardón más antiguo del periodismo internacional. A todas estas, en conjunto o en solitario su nombre ya ha estado vinculado a siete Premios Emmy, uno de los cuales ganó en su calidad de líder hispano de la televisión de Estados Unidos.
¿Por qué decidiste venir a este país?
Porque me di cuenta de que en el mío no podía lograr lo que quería, que era, básicamente, libertad periodística. Todo comenzó porque el primer reportaje que presenté en el programa que trabajaba fue “editado” de tal manera que no quedó nada de mi versión original. Experimentar tan de cerca la palabra “censura” me dio las fuerzas para dejar a mi familia, mis amigos, mi país… Y al hacerlo dejé en mi país una parte de mí que todavía me duele.
¿Qué tan difícil fue integrarse a la nueva cultura, a un nuevo país?
Yo llegué a Los Angeles un 2 de enero de 1983 y todo lo que yo tenía lo podía cargar con mis dos manos: una maleta, un portafolios y mi guitarra. Tengo muy clara esa sensación de absoluta libertad de mover todo mi mundo de un lado a otro con mucha facilidad.
Mi primera gran oportunidad de trabajar fue en el difícil trabajo de mesero en Los Angeles. Me estaba muriendo de hambre y me ofrecieron 15 dólares, pero lo que a mí más me gustó fue que me permitían comer todo lo que quería. Con ese trabajo pude costearme mis estudios en UCLA (Universidad de California en Los Angeles).
Cuéntanos del momento en que sentiste que ya habías alcanzado el sueño más grande de tu vida, ¿qué pasaba por tu mente? ¿Pensaste en los miles y miles de latinos que estaban sintiéndose representados por ti?
He alcanzado muchos sueños y cada uno produce sentimientos diferentes. A nivel profesional me sigue emocionando mucho mi trabajo, el hecho de hacer noticias: ya sea que cubramos las elecciones en México o la Guerra en Israel, estar detrás de todo eso me llena de vida e intensidad.
Mis libros me han permitido decir las cosas que no puedo o debo decir en TV… Y en todo esto, siempre he estado consciente de que, como periodista, me da la oportunidad de ser la voz de los que no tienen voz, muchos de ellos inmigrantes latinos.
Y como papá me siento increíblemente satisfecho. Nunca hubiera imaginado la enorme alegría que dan los hijos: jugar, conversar, estar con ellos, es uno de las satisfacciones más grandes de toda mi vida y, sin duda, la mayor alegría.
Un hispano que triunfa en Estados Unidos ¿es igual que un estadounidense exitoso?
No. Yo creo que el triunfo de un inmigrante implica dos o tres veces más trabajo porque implica vencer discriminación, prejuicios, leyes migratorias, ayudar a la familia que se deja o traerla a este país, empezar de cero… Es mucho más difícil y valioso este éxito que el de aquel que comenzó con un gran apoyo de su país desde el momento en que nació.
¿Qué actividades te mantienen conectado con tus raíces hispanas?
Hasta hace poco tuvimos la beca Jorge Ramos, ésta ayudó a decenas de jóvenes hispanos a seguir con sus estudios de periodismo. Por el momento ya no está funcionando debido a que desapareció la institución que escogía a los becarios. Sin embargo, una parte importante de las ganancias de mi último libro, Morir En el Intento, han ido a organizaciones que ayudan a los inmigrantes, legales e indocumentados. Las organizaciones que recibieron la ayuda fueron: Tepeyac, Water Station, Humane Borders, Jóvenes Inmigrantes por un Futuro Mejor y la Coalición de Trabajadores de Immokalee.
Finalmente, ¿Cómo has hecho para que tus hijos no pierdan sus raíces?
Son varias cosas. Por principio, mis dos hijos hablan español (e inglés) y yo me comunico con ellos en castellano. Ellos saben que son hijos de un inmigrante mexicano y constantemente están viajando a México, España y Puerto Rico para visitar a su familia y conocer más de esas culturas. Desde niños, también, les he leído en español y cuando ven el noticiero se enteran de cosas que no pueden ver en los canales en inglés.
ORGULLOSAMENTE HISPANO
Sabor, sonido u otra cosa que te transporte a tu país:
La nostalgia comienza en la boca. Unos tacos al pastor me llevan inmediatamente a mi juventud en la ciudad de México, en concreto, al mismísimo lugar donde me reunía con mis amigos en la adolescencia. El olor a pasto mojado, luego de la lluvia, me lleva de brinco a las tormentas de verano en la ciudad de México. Y sin duda, la comida que hacía mi mamá y que de vez en cuando me preparan (con receta en mano) me llevan, como a Proust, a mi infancia y a ese sentimiento de absoluta seguridad.
Frase latina que te acompaña siempre:
“No hay una segunda oportunidad” y “En la vida tienen éxito, no necesariamente los más inteligentes, pero sí los más perseverantes”.
¿Qué mensaje das a los inmigrantes?
Siempre el mismo. Sí se puede. Éste sí es el país de las oportunidades. Yo soy testigo de eso. Además, hay que recalcar que éste también es nuestro país. Somos muy privilegiados; pocas personas pueden decir que son de dos naciones: de la que nacieron y de la que viven.