Si yo fuera uno de los ocho millones de inmigrantes indocumentados que se calcula hay en Estados Unidos y me encontrara al presidente norteamericano George W. Bush luego de hacer su propuesta de cambios a la ley de inmigración, le diría: “Gracias señor presidente, aprecio su ayuda, pero lo que usted propuso no es suficiente; merecemos más, mucho más.”
Antes de entrar en las críticas es preciso decir que la propuesta migratoria de Bush es un buen primer paso; no tanto por lo que propone como por abrir el debate a nivel nacional e internacional. Bush, con su propuesta, se metió al ruedo y ahora no le queda más remedio que enfrentar al toro de la inmigración.
Me gustó que en su discurso Bush reconociera que el actual sistema migratorio “no funciona” y que hablara extensamente de las enormes aportaciones de los inmigrantes a la historia, a la cultura y a economía de Estados Unidos. Me gustó que reconociera el miedo en que viven actualmente millones de trabajadores en este país y que esté dispuesto a hacer algo al respecto. Me gustó que aceptara que Estados Unidos necesita mano de obra extranjera para seguir creciendo. Me gustó que Bush, por razones humanitarias y de seguridad nacional, esté dispuesto a legalizar (aunque sea de manera temporal) a millones de trabajadores. Pocas veces, demasiado pocas, he escuchado hablar así a un líder del partido Republicano.
Lo que no me gustó de la propuesta migratoria de Bush es que es poco realista y carece de detalles importantísimos, es unilateral y no ofrece soluciones a largo plazo al problema migratorio. La propuesta de Bush tiene un tono populista y oportunista por su falta de especificidad y por presentarla en un año electoral. Pero vamos por partes.
La propuesta de Bush es poco realista porque solo ofrece una legalización temporal a los trabajadores indocumentados y a sus familias. ¿Qué pasa luego de que se venza esa visa especial y no haya posibilidad de renovarla? Eso no está claro. Bush dejó los detalles en el aire. Es de una ingenuidad casi infantil el pensar que los inmigrantes que trabajen legalmente por unos años en Estados Unidos se van a regresar a su país de origen al vencerse su visa. Eso no va a ocurrir. Cualquier propuesta seria debe incluir la posibilidad de convertirse en residente legal y luego en ciudadano norteamericano. Esa posibilidad no está especificada en la propuesta de Bush.
La propuesta de Bush es unilateral. La anunció él solito en la Casa Blanca. Bush no consultó con ninguno de los 20 miembros de la Comisión Hispana del Congreso (Hispanic Caucus) -que son lo que más han hecho para proteger a los inmigrantes y los que más saben sobre el tema- ni con ninguno de sus vecinos. El presidente de México, Vicente Fox, se puede dar todo el crédito que quiera por la propuesta de Bush pero la realidad es que el mandatario norteamericano habló 15 minutos por teléfono con Fox en la mañana del anuncio y solo le adelantó lo que iba a decir. No hubo ningún tipo de negociación con México antes de anunciar la propuesta. Por eso está tan coja.
La propuesta de Bush no resuelve el problema de la inmigración indocumentada a largo plazo. Por el contrario, solo lo retrasa y complica. Bajo el plan de Bush, millones de indocumentados dejarían de serlo por un tiempo -tres años, quizás seis- para, después, volver a ser indocumentados al término de sus visas. Eso no resuelve nada.
La legalización temporal, también, pudiera convertirse en una trampa. Estos trabajadores temporales -como los braceros en los años 40 y 50- podrían ser fácilmente explotados y manipulados por los empleadores que patrocinan sus solicitudes migratorias. Y al final de su estadía temporal, los trabajadores temporales pudieran ser deportados sin muchos problemas ya que el nuevo Servicio de Inmigración sabría exactamente donde viven y donde trabajan.
Asímismo, la propuesta de Bush no dice nada, absolutamente nada, sobre la violencia y las muertes en la frontera entre México y Estados Unidos. Cada día muere, en promedio, un inmigrante en esa frontera; mueren más inmigrantes ahí que soldados norteamericanos en la guerra en Irak.
Bush tampoco dijo nada sobre cómo piensa regular o controlar los cruces de indocumentados en la frontera sur. Cada día mil inmigrantes, en promedio, cruzan ilegalmente la frontera de México a Estados Unidos o violan sus visas y se quedan a vivir permanentente en territorio estadounidense. Es absurdo hablar de seguridad nacional y de reforma migratoria en Estados Unidos cuando la frontera sur parece una coladera. La única manera de enfrentar de manera realista el asunto de los cruces ilegales en la frontera es a través de un acuerdo migratorio con México y Centroamérica. Y, aún así, mientras haya un disparidad tan grande de salarios entre Estados Unidos y América Latina seguirá habiendo inmigración indocumentada. Por eso, cualquier propuesta migratoria debería incluir también un programa de inversión -como el de la Unión Europea- que intentara nivelar los salarios en todo el continente americano.
Bush, con su propuesta, se queda en la orilla del problema. Ni resuelve permanentemente la situación migratoria de ocho millones de indocumentados ni plantea las bases para que en el futuro haya un flujo ordenado y seguro de inmigrantes hacia Estados Unidos. Mi única esperanza -y la de millones de indocumentados- es que otros corrijan y expandan lo que el presidente norteamericano echó a rodar.
Sí, eso le diría. Gracias Bush, pero no es suficiente.