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GUERRAS MIGRATORIAS

Jeb Bush nunca se imaginó ser una víctima de las guerras migratorias en Estados Unidos. Y menos que el principal daño se lo causaría él mismo. Pero eso precisamente pasó con la publicación de su nuevo libro llamado, apropiadamente, Guerras Migratorias.

El ex gobernador de la Florida, hermano e hijo de presidentes norteamericanos y posible candidato presidencial para el 2016, es uno de los Republicanos más influyentes y respetados del país. Pocos se atreven a ir en su contra. Casado con una mexicana y buen conversador en español es el más hispano del clan Bush. Por eso, su libro sobre el conflicto migratorio en Estados Unidos se esperaba con muchísima expectativa; si Jeb –como todos le llaman- apoyaba la idea de una reforma migratoria, eso ayudaría enormemente a conseguir votos Republicanos en el congreso.

Y sí, efectivamente, salió el libro y Jeb Bush propuso una reforma migratoria. Pero no exactamente la que millones de hispanos y de inmigrantes esperaban. Bush propuso una legalización de millones de indocumentados pero sin la posibilidad de convertirse en ciudadanos de Estados Unidos. De pronto, en lugar de liderar el debate migratorio, Jeb tuvo que ponerse a la defensiva y recibir ataques de las principales organizaciones hispanas.

“La residencia permanente no debe llevar a la ciudadanía. Es vital para la integridad del sistema de inmigración que toda acción tenga consecuencias: en este caso, que los que violaron nuestras leyes no puedan obtener los frutos de la ciudadanía”, escribió Jeb en su libro, junto con el abogado Clint Bolick. Darle ciudadanía norteamericana a los indocumentados sería “un premio no merecido por una conducta que no debemos promover.”

Pero esta idea en el libro de Jeb Bush tendría graves consecuencias: dividiría a Estados Unidos en dos clases (ciudadanos de primera y el resto) y crearía un nuevo grupo social discriminado, con menos derechos y sin posibilidades de mejorar su futuro. Legalizar sin darle ciudadanía a millones de indocumentados va en contra de la Declaración de Independencia de Estados Unidos que establece que “todos los hombres somos creados iguales.” Dividir y limitar derechos no es la manera norteamericana de resolver los problemas.

El problema con el libro Guerras Migratorias es que parece escrito cuando algunos Republicanos creían que Mitt Romney podía llegar a ser presidente de Estados Unidos. No olvidemos que la genial idea de Romney para ganar el voto latino fue la “autodeportación” y que apenas alcanzó el 27 por ciento de los votantes hispanos. Claro, en ese contexto –con un presidente Romney y la amenaza de la autodeportación- la idea de legalizar a millones (aunque no tuvieran ciudadanía) hubiera sonado revolucionaria y hasta visionaria. Pero el país cambió muy rápido y el libro se quedó en el pasado.

La elección del 6 de noviembre del 2012 –con el 71 por ciento de los latinos votando por el presidente Obama- convenció a muchos en Estados Unidos de que la reforma migratoria era una promesa pendiente que urgía resolver. Atrás quedó el sheriff Joe Arpaio, las leyes antiinmigrantes de Arizona y Alabama, y la absurda idea de deportar a 11 millones en autobuses.

Una reciente encuesta de Latino Decisions encontró que para el 58 por ciento de los latinos la reforma migratoria es el asunto más importante que tiene que arreglar el congreso. Y los Republicanos saben que tienen que apoyar una reforma migratoria si quieren recuperar parte del voto latino. El 44 por ciento de los votantes latinos dice que estaría dispuesto a votar por el partido Republicano si sus líderes empujan por una reforma migratoria. Pero, atención Republicanos: apoyar una legalización sin ciudadanía no va a ayudarles en nada a recuperar el voto hispano. Al contrario. Es tan mala idea como lo fue la autodeportación.

Ciertamente, millones de indocumentados que hoy son perseguidos aceptarían cualquier cosa con tal de no ser deportados y tener un permiso de trabajo. Pero ese no es el american way. Una de las maravillas de Estados Unidos es la idea que todos somos iguales, independientemente de donde vengamos, de qué color sea nuestra piel o de la religión que profesemos. Por eso la idea central del libro de Jeb Bush está equivocada y está dañando los esfuerzos de sus propios compañeros Republicanos por lograr una reforma migratoria justa, integral y que no discrimine.

El libro de Jeb Bush va en contra de las ideas de su propio hermano, George W. Bush, cuando era presidente, y del senador de la Florida, Marco Rubio. Y si él no puede convencer a dos de sus más cercanos aliados, difícilmente lo hará con el resto del país.

El país cambió muy rápido y Jeb Bush aparentemente no se dio cuenta. Este es un error frecuente entre muchos políticos. Jeb no calculó bien el nuevo poder del votante latino y de la causa a favor de los inmigrantes. Publicó un libro que hoy suena a viejo y luego fue obligado a rectificarse a sí mismo.

Jeb, al darse cuenta que su idea de legalización sin ciudadanía estaba siendo atacada por todos lados, declaró a la prensa -contrario a lo que dice su libro- que ahora sí estaba abierto a un camino a la ciudadanía. Más vale tarde que nunca. Su rectificación es bienvenida. Pero la mejor lección –para él y para muchos de los oponentes a una reforma migratoria integral- es que cuando rechazas una idea que apoya el grupo político de mayor crecimiento en Estados Unidos, corres el riesgo de verte muy alejado de la realidad y de ser una víctima más de las guerras migratorias.

Por Jorge Ramos Avalos.

(Marzo 11, 2013)

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Presentador de Noticiero Univision desde 1986. Escribe una columna semanal para más de 40 periódicos en los Estados Unidos y Latinoamérica y publica comentarios de radio diarios para la red de Radio Univision. Ramos también acoge Al Punto, el programa semanal de asuntos públicos de Univision que ofrece un análisis de las mejores historias de la semana, y es el conductor del programa Real America, que sale semanalmente en todas las plataformas digitales y que registra millones de visitas. Ramos ha ganado más de ocho premios Emmy y es autor de más de diez libros, el más reciente, 17 Minutos; Entrevista con el Dictador.

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