La masacre de Haditha podría convertirse en la peor violación de los derechos humanos durante la guerra en Irak y manchar por años la imagen de Estados Unidos en el mundo. Este es el tipo de asesinato masivo que no se olvida fácilmente: primero, por la brutalidad, determinación y eficacia con que fue realizado y, segundo, porque entre los muertos hay mujeres y niños.
Haditha está escrito con H de horror.
Esto es lo que sabemos. La mañana del 19 de noviembre del 2005 explotó una bomba, escondida en un tanque de gas, en el camino por el que circulaba un convoy del 3er batallón de la compañía Kilo de los infantes de marina de Estados Unidos en la pequeña población de Haditha. El impacto mató de inmediato al soldado Miguel Terrazas, de 20 años de edad, procedente de El Paso, Texas, y quien manejaba un Humvee. Eran las 7 y 15 de la mañana.
Lo que no sabemos, exactamente, es lo que ocurrió después. Pero la reconstrucción de los hechos realizada por los diarios The New York Times, Washington Post y la revista Time sugiere que un grupo de infantes de marina (en aparente represalia por la muerte de su compañero) supuestamente disparó a quemarropa a los habitantes desarmados de tres casas aledañas y a los ocupantes de un taxi. Al final de cuentas 24 civiles fueron asesinados, incluyendo 8 mujeres y 4 niños.
Dos investigaciones militares aun no han determinado quienes fueron los responsables de esos asesinatos. Sin embargo, todo parece indicar que la masacre se trató de ocultar.
El primer reporte militar, un día después del incidente, informó que 15 civiles iraquíes y el soldado Terrazas habían muerto por la explosión de una bomba. Pero los testimonios de los sobrevivientes y vecinos a reporteros y a organizaciones de derechos humanos, así como el video de un estudiante de periodismo en Haditha, contradijeron totalmente el informe inicial. Los cuerpos presentaban heridas de bala a corta distancia, no daños causados por una bomba.
De hecho, las investigaciones militares se iniciaron hasta después que la revista Time publicara el 19 de marzo del 2006 un informe exclusivo de la masacre. ¿Por qué se tardaron 4 meses en investigar lo sucedido?
En Irak han muerto ya 71 periodistas, muchos más que en la guerra de Vietnam o en la segunda guerra mundial. Pero los reporteros son más necesarios que nunca. No es exagerado pensar que sin la denuncia de los corresponsales de Time quizás el mundo nunca se hubiera enterado de la masacre de Haditha.
“Si los hechos son tal y como se describen por los medios, aquí hubo una ejecución extrajudicial de civiles desarmados”, me dijo José Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch-Americas. “Es un acto de despiadada venganza. Es inaceptable darle una justificación de que esto ocurrió por estrés.”
La masacre de Haditha, en caso de confirmarse, solo reforzaría el creciente sentimiento antinorteamericano que existe en el mundo y que ha sido investigado a fondo por Andrew Kohut en su libro America Against the World (Estados Unidos Contra El Mundo).
“El antinorteamericanismo es más profundo y distinto que en el pasado”, escribe Kohut, del director Pew Research Center tras coordinar una encuesta con 91,000 personas en 50 países. “La imagen de Estados Unidos ha caído en todo el planeta, no solo en Europa y en el público musulmán, donde se siente más fuerte la oposición a la guerra de Irak y las críticas a la administración del presidente Bush.”
“¿Por qué nos detestan (a los estadounidenses)?” se pregunta Kohut en su libro.
Parte de la respuesta –además del resentimiento mundial ante un poder sin oposición como el de Estados Unidos- es el incidente ocurrido en Haditha. Pero también lo son las torturas de prisioneros iraquíes por parte de soldados norteamericanos en la cárcel de Abu Ghraib, las detenciones extrajudiciales de combatientes de la guerra contra el terrorismo en la base naval norteamericana de Guantánamo en Cuba, la negativa a firmar el llamado Protocolo de Kyoto para proteger el medio ambiente y el rechazo a que la Corte Internacional de Justicia juzgue a norteamericanos.
Ante lo anterior, el trabajo de Karen Hughes, subsecretaria de Estado para mejorar la imagen de Estados Unidos en el mundo, es casi imposible. En el año 2004 Estados Unidos se gastó 685 millones de dólares con ese propósito y no se ganó mucho.
Tras los actos terroristas del 11 de septiembre del 2001 Estados Unidos tuvo una oportunidad única para obtener la simpatía y el apoyo del mundo. Pero esa oportunidad se evaporó tras la ocupación de Irak bajo el pretexto de que ahí, supuestamente, había armas de destrucción masiva. No se halló nada.
A pesar de la muerte del líder terrorista Abu Musab al-Zarqawi, la violencia en Irak está fuera de control.
Ahora tomará, al menos, una generación para cambiar esas enraizadas percepciones antinorteamericanas. Haditha, en caso de corroborarse las peores sospechas, es solo el último eslabón de una cadena de errores imperdonables.