Presidenta. Estados Unidos nunca ha tenido una. A pesar de las acusaciones de machismo contra el resto del continente, Argentina, Chile, Panamá, Nicaragua, Bolivia y Puerto Rico ya han tenido a una mujer al frente de su gobierno y se le han adelantado a Estados Unidos. Y Hillary Clinton quiere cambiar eso.
“Estamos tratando de alcanzarlos”, me dijo con una sonrisa la precandidata presidencial del partido Demócrata. “Y eso es lo que estoy tratando de hacer. No quiero que nuestro país sea avergonzado. Tenemos que romper esa barrera, como lo han hecho otros países de nuestro hemisferio y del mundo. Y espero que lo hagamos este mismo año.”
La entrevista en el sur de la Florida fue a las 9 de la noche pero ella se veía descansada, como si fueran las 9 de la mañana. Su maquillaje era perfecto; ni una ojera. Vestía, como le gusta, saco y pantalón negro con una blusa inequívocamente amarilla. Dos minutos antes acababa de dar un entusiasmado discurso pero ahora estaba frente a mi, con el micrófono puesto, estableciéndo contacto visual y totalmente concentrada. Estaba claro que no se podía perder tiempo ni cometer errores.
Hacer historia. Ese es el objetivo de Hillary. Desde que las mujeres estadounidenses obtuvieron el derecho a votar en 1920, han entrado prácticamente a todas las esferas del poder, menos a la Casa Blanca. El problema para Hillary es que Barack Obama (a quien todavía no he tenido la oportunidad de entrevistar) también quiere hacer historia. El quiere ser el primer presidente afroamericano en Estados Unidos.
La diferencia más grande entre los dos tiene que ver con la guerra en Irak. Obama siempre se opuso a la guerra mientras que la senadora Clinton, en octubre del 2002, votó a favor de darle la autorización al presidente Bush para usar la fuerza militar contra el gobierno de Saddam Hussein. Todavía hoy tiene que andar dando explicaciones. Pero, si ganara la elección, empezaría a sacar a las tropas norteamericanas a los 60 días de su toma de posesión.
“No hay una solución militar”, me dijo durante la entrevista. “Si los iraquíes no toman la responsabilidad, nos podemos quedar un día, un mes, un año, diez o hasta 100 años, y las cosas no van a mejorar. Creo que estableciendo claramente que nos vamos a ir de ahí es la mejor manera de que los iraquíes empiecen a tomar responsabilidad por ellos mismos.”
Las encuestas, muchas, nos dicen que los hispanos de Estados Unidos prefieren a Hillary frente a Barack. ¿Será esto el producto de la tensión que históricamente ha existido entre los latinos y los afroamericanos? “No, no lo creo”, me dijo sin dudarlo. “La gente vota por todo tipo de razones y eso es lo mejor de nuestro país; a nadie se le dice qué hacer.”
Asesores de su campaña me dijeron que la preferencia de los latinos por Hillary se explica porque la conocen mucho más que a Obama, por el gobierno de su esposo (el expresidente Bill Clinton) y por haber mantenido unida a su familia durante el escándalo de Mónica Lewinsky. No por factores raciales.
La senadora de 60 años ha prometido que, durante su primer año de gobierno, buscaría una reforma migratoria. Bush trató durante 7 años y no pudo. Por eso le pregunté si era realista terminar la guerra, arreglar la economía norteamericana y legalizar a 12 millones de indocumentados en solo 12 meses.
“Bueno, creo que hay que intentarlo”, respondió. “Nuestro sistema migratorio no funciona, sabemos de las graves consecuencias de eso para mucha gente y el congreso tiene que saber que esa es una prioridad. El presidente Bush, en realidad, no se enfocó en ese tema hasta que fue reelegido. Y nosotros tenemos que empezar desde el mismo principio y trabajar lo más duro posible.”
La senadora se opone a darle licencias de manejar a los indocumentados
–contrario a lo que ofrece el senador Obama- porque cree que eso perjudicaría las oportunidades de buscar una reforma migratoria más completa. Otra diferencia de Hillary con Barack es respecto a Cuba.
Obama escribió que él, como presidente, le permitiría a los norteamericanos viajar a la isla y enviar dinero a sus familiares. Clinton se opone. “Habrá una transición si el gobierno cubano empieza a demostrar respeto por los derechos humanos, si libera a prisioneros políticos y parezca que se va a mover hacia la democracia”, me aseguró. “Entonces, creo, que podríamos considerar muchos cambios, pero no antes. Creo que sería un error hacerlo.”
Sobre el presidente de Venezuela y sus frecuentes ataques verbales a Estados Unidos, fue igualmente dura. “No vamos a tolerar actos de agresión, ni vamos a tolerar esfuerzos para dañar a otros países y causar dificultades a sus vecinos”, dijo.
Terminé la entrevista preguntándole si todavía existen prejuicios contra las mujeres en Estados Unidos que les han evitado llegar a la presidencia.
“No lo sé”, me respondió. “Creo que es un sistema político muy complicado…Pero estoy muy agradecida del apoyo que tengo…y del claro mensaje de que cada vez hay más y más norteamericanos listos para ver a una mujer presidenta.”