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HOWARD DEAN, EL ENOJON

Howard Dean está enojado. Muy enojado. El presidente George W. Bush no le cae bien a Dean y tampoco le gusta el rumbo que está tomando Estados Unidos. Por eso está enojado. Y por eso quiere hacer algo al respecto. El plan de Dean es muy claro: sacar a Bush de la Casa Blanca y corregir lo que él considera han sido los gravísimos errores de su gobierno. ¿Howard Dean presidente?

Momentito. Aún faltan más de nueve meses para las elecciones presidenciales del 2 de noviembre de este 2004 y todavía no he visto ni una sola encuesta que sugiera que Howard Dean le podría ganar a George W. Bush. Primero, por supuesto, Dean tiene que arrancarle la nominación del partido Demócrata a la presidencia a sus ocho contrincantes.

Y luego convencer a 100 millones de votantes de que él podría hacer un mejor trabajo que Bush protegiendo a Estados Unidos. Bush, a pesar de los pesares, tiene todavía una popularidad que supera el 50 por ciento.

La pregunta es si los votantes norteamericanos, en esta época marcada por las guerras y el terrorismo, se van a arriesgar a escoger como su comandante en jefe a una persona que no tiene experiencia en política exterior y que nunca ha tomado, como Bush, decisiones de vida o muerte. Esa es la apuesta de Bush. El presidente y sus asesores esperan que la gente lo prefiera a él (Bush) que a Dean, al senador John Kerry, al congresista Richard Gephardt, al general Wesley Clark y compañia. Ya lo veremos.

Mientras tanto, la estrategia de Dean -que va adelante en todas las encuestas entre los precandidatos Demócratas a la presidencia- es ser brutalmente honesto. El gobernador del pequeñísimo estado de Vermont se ha dado a conocer por sus ataques al presidente y por su congruencia. Dean, desde mucho antes del inicio de la guerra contra Irak, mostró su oposición. Eso le da una ventaja muy clara frente a Kerry y Gephardt que apoyaron a Bush en la guerra y que ahora no saben cómo explicar sus actuales críticas al presidente.

Dean -como lo dijo el ex vicepresidente Al Gore al darle su apoyo- ha logrado inspirar a muchos miembros del partido Demócrata que se oponen a la guerra. Y no solo eso. Dean ha utilizado su página de internet como una de sus armas principales, reclutando a posibles votantes y solicitando donaciones para su campaña.

Dean, en la televisión, parece un hombre enojado, con rabia. “Cada día está más claro el error cometido por esta administración al lanzar una guerra preventiva en contra de Irak”, ha dicho Dean. “Todas las evidencias indican que este gobierno no solo engañó a los norteamericanos y al mundo para justificar la guerra, sino que tampoco planeó adecuadamente para la paz.” Dean critica mucho pero aún tiene que decirnos qué haría él como presidente. Criticar no basta; hay que proponer ideas y planes. Eso le falta a Dean.

Dean, para ser franco, no parece ser un líder muy carismático. Se ve incómodo al hablar, rompe frecuentemente el contacto visual y sus ojos tienden a perderse nerviosamente en la multitud. Su sonrisa no me acaba de convencer. Falsea. Quizás porque antes y después de sonreir suele haber una frase dura, cortante. Howard Dean, además, podría tener guardados un par de esqueletos en su closet: no está muy claro cómo evitó ir a la guerra de Vietnam ni se justifica que mantenga bajo llave los archivos de su gubernatuva en Vermont. ¿Qué esconde ahí?

A pesar de lo anterior, el mensaje de Dean es lo que está calando entre los posibles votantes. “Invadir Irak no nos ha hecho más seguros”, suele decir Dean en sus discursos de campaña, “de hecho estamos ahora más inseguros.” Incluso Dean se atrevió a decir hace solo unos días que “Estados Unidos no está más seguro tras la captura de Saddam Hussein.” Cierto o no, pero las declaraciones de Dean son congruentes con su postura antibélica.

Dean y sus asesores han decidido que la guerra contra Irak -y no la economía- es el punto débil de Bush y lo machacan todos los días, enfatizando el número de soldados norteamericanos muertos, la falta de control del ejército estadounidense en territorio iraquí y el incremento en los ataques terroristas en todo el mundo. Pero no solo eso; también quieren pintar a Bush como un presidente elitista.

Esta es una de las frecuentes críticas de Dean a Bush: “Parece que solo un pequeño grupo de gente se ha beneficiado de las políticas económicas del presidente Bush; los que contribuyen a su campaña, la rica élite que ha recibido injustos recortes de impuestos y las grandes corporaciones que han obtenido miles de millones de dólares en contratos sin la necesidad de competir por ellos.” Bush, hasta el momento, no ha respondido a las críticas y se ha mantenido calladito. Que yo sepa Bush ni siquiera ha mencionado en público el nombre de Howard Dean. Y es lógico: Bush no quiere gastar ni un centavo hasta que se defina, oficialmente, su contrincante.

Lo que pasa es que Bush, como si fuera un cowboy, tiene una arma escondida que se llama Don Dinero. Hasta el momento ha recaudado unos 120 millones de dólares para su campaña de reelección y se calcula que dicha cifra, pronto, podría superar los 200 millones de dólares. O sea que cuando Bush contraataque a Dean va a haber estrellitas por todos lados, como en las caricaturas. A ver si Dean aguanta el embate.

Mientras tanto, el único que se ha atrevido a decirle todas sus verdades a Bush, con pelos y señales, es Howard Dean. Pero todavía es muy pronto para saber si la estrategia del enojón lo llevará hasta la Casa Blanca. Como dicen por estos lares, stay tuned.

Posdata insegura. Es irónico -y muy preocupante- que solo unos días después de la captura de Saddam Hussein, el gobierno de Estados Unidos haya tenido que aumentar su alerta ante posibles ataques terroristas. La cosa está muy clara: Osama bin Laden es quien representa una amenaza terrorista, no Saddam Hussein. Osama bin Laden es quien ocasionó la muerte de más de tres mil personas el 11 de septiembre del 2001. No Saddam Hussein. Mientras Estados Unidos se agobia tratando de controlar Irak, los terroristas siguen haciendo de las suyas. No me malinterpreten: Saddam es un monstruo, pero su captura -como ha quedado demostrado en los últimos días- no ha disminuido el peligro de más ataques terroristas. Estados Unidos se peleó en Irak con el enemigo equivocado y por razones equivocadas. ¿Donde están las supuestas armas de destrucción masiva?

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