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INDOCUMENTADOS: ¿HEROES O CRIMINALES?

Harlingen, Texas

Quienes creían que tras los actos terroristas del 11 de septiembre del 2001 se iba a detener, de tajo, la inmigración de indocumentados hacia Estados Unidos están muy equivocados. Miles diariamente tratan de cruzar por los desiertos de Arizona y California o nadando el río Bravo (o Grande, como le dicen aquí en Estados Unidos).

¿Cuántos detienen y cuántos logran cruzar? Bueno, en enero y febrero de este año la patrulla fronteriza norteamericana arrestó a poco más de 73 mil personas. Y aunque esto es un descenso del 52 por ciento respecto al año anterior, cálculos extraoficiales indican que cada día mil indocumentados logran burlar la vigilancia en la frontera o se quedan en Estados Unidos después de que expiran sus visas de turista, estudiante o de negocios. Mil cada día.

No queda la menor duda que estos inmigrantes contribuyen enormemente a la economía norteamericana -10 mil millones de dólares al año, según la Academia de Ciencias de Estados Unidos- y a sus países de origen. Por ejemplo, los mexicanos que viven en este país envían más de 8 mil millones de dólares anuales en remesas familiares a México; esta es la tercera fuente de divisas extranjeras para el país después del turismo y el petroleo.

Los inmigrantes indocumentados en Estados Unidos -ocho millones según la Oficina del Censo- pagan impuestos, mantienen bajo control la inflación, son una mano de obra barata para la agricultura y el sector servicios, y sostienen económicamente a una población que está envejeciendo muy rápidamente. En otras palabras, los inmigrantes son un magnífico negocio para Estados Unidos y para América Latina. Pero lo que molesta es que muchos norteamericanos los siguen considerando unos criminales.

Hace poco tuve la oportunidad de entrevistar al director de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Tom Ridge, y él me dijo que “técnicamente se les puede definir cómo criminales” a los indocumentados. Luego de decirme eso -y previniendo un contraataque del lado mexicano- añadio que a pesar de que estos inmigrantes habían “roto la ley” son en su mayoría “gente buena y trabajadora”.

Lo curioso del caso es que los mismos inmigrantes que son “criminales” para Tom Ridge son considerados “héroes” por el presidente de México, Vicente Fox. Cuando le comenté al canciller mexicano, Jorge Castañeda, sobre las declaraciones de Ridge me dijo que quienes realmente estaban violando la ley eran las compañias estadounidenses que empleaban a los indocumentados. “Desde la ley de 1986 es un delito contratar a extranjeros sin papeles”, me explicó. “Y sin embargo, decenas de miles de patrones contratan a mexicanos o centroamericanos sin documentos todos los dias.”

Después del 11 de septiembre ha aumentado el sentimiento antiinmigrante en Estados Unidos. Debido a que los 19 terroristas que mataron a casi tres mil personas eran extranjeros, muchos norteamericanos creen equivocadamente que todo indocumentado es un criminal o terrorista en potencia. Así, se les ha prohibido obtener licencias de conducir en los 50 estados y son frecuentes las denuncias de maltrato y arrestos injustificados.

Pero siguen llegando. Muy cerca del centro de Reynosa, Tamaulipas, un coyote o pollero llamado “Abraham” me ofreció cruzarme por el río Bravo por 200 dólares. Nunca se enteró que estaba hablando con un reportero. El problema es que cada año mueren cerca de 350 inmigrantes ahogados o por deshidratación; hace solo unos días un muchacho de 16 años llamado Fabían Gonzalez vió como murió su padre, Miguel, tras pasarse tres días sin agua en el desierto de Arizona. El coyote que los llevaba los dejó a su suerte y se perdieron en un desierto hirviente de día y gélido de noche.

Los que logran cruzar tienen toda una red de falsificadores que los ayudan a encontrar trabajo. En la realización de un reportaje con una cámara escondida, un joven mexicano apodado “el Hulk” me trató de vender una tarjeta del seguro social y una tarjeta de residencia o green card por 90 dólares. Lo sorprendente es que esto ocurrió en plena calle Roosevelt de Queens, Nueva York, a solo unos minutos de donde cayeron las torres del World Trade Center.

En otras palabras, los actos terroristas han hecho muy poco para disuadir a los latinoamericanos a venir ilegalmente a Estados Unidos. Aunque el propio gobierno norteamericano no lo quiera reconocer, sigue siendo relativamente fácil cruzar la frontera y obtener documentos falsos dentro del país. Y si no, pregúntenle al coyote que conocí en Reynosa y al falsificador que me encontré en Nueva York.

Mientras haya millones de desempleados en México (y en el resto de América Latina) o gente ganando cinco dólares al día…y empleos para ellos en Estados Unidos donde puedan ganar esa misma cantidad en una hora, seguirán llegando indocumentados. Nada -ni la guardia nacional, ni barreras más altas, ni leyes más estrictas, ni mayor vigilancia, ni el peor acto terrorista en la historia de Estados Unidos- podrá detener a los miles que cada año buscan una vida mejor en el norte.

Nada.

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