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ISABEL ALLENDE: LA SUMA DE SUS DIAS

El último libro de Isabel Allende es el mejor ejemplo de que cualquier vida puede convertirse en una novela, aunque no cualquiera puede escribir una gran novela con su propia vida. Pero Isabel Allende sí pudo.

“Todas las vidas pueden contarse como una novela, cada uno de nosotros es el protagonista de su propia leyenda”, escribe en su último libro, La Suma de los Días, estructurado en cartas a su fallecida hija Paula. Lo maravilloso de este libro es la forma en que va ligando a todos los personajes que entran y salen de su “tribu”, y la sorpresa de reconocerlos de carne y hueso, a pesar de que cada uno es dibujado y descrito como si fuera una obra de ficción.

En este libro, que ya es un besteseller en varios países de iberoamérica, hay mucho de la periodista que fue Allende, durante 20 años, en Chile y Venezuela. Pero con la diferencia que, además del agudo ojo observador, hay una magia flotando en sus páginas. “El misterio”, dice, “no es un recurso literario, sal y pimienta para mis libros, como me acusan mis enemigos, sino parte de la vida misma.”

Vivos y muertos conviven como si la muerte no hubiera sido más que un engorroso trámite burocrático. Los muertos de Isabel están muy vivos; se cuelan como indocumentados a su vida diaria. “¿Milagros? Me parece que ocurren a cada rato…”

Para quienes la hemos seguido desde 1982 tras el éxito de La Casa de los Espíritus, ahora tenemos una guía de lo que generó cada uno de sus 17 libros (si contamos el cuento de La Gorda de Porcelana). Es como si ella misma se entrevistara y el resultado es la revelación de (casi) todos sus secretos.

“Parece que nací para contar y contar”, nos confiesa. “Cualquiera diría que escribir novelas es como plantar geranios. Pasó diez horas al día clavada en una silla dando vueltas a las frases una y mil veces para poder contar algo en la forma más efectiva posible. Sufro con los temas, me involucro a fondo con los personajes, investigo, estudio, corrijo, edito, reviso traducciones y además ando por el mundo promoviendo mis libros con la tenacidad de un vendedor ambulante.”

Su imaginación, sin embargo, tiene a la disciplina como extraña acompañante y de ahí surge su filosofía cotidiana. Empieza a escribir sus libros, invariablemente, cada 8 de enero. “Mi abuelo me inculcó en la infancia la noción estoica de que la vida es dura… La felicidad es una cursilería: al mundo se viene a sufrir y a aprender.” Pero eso no es suficiente para entender su oficio.

“La escritura es como el ilusionismo: no basta con sacar conejos de un sombrero, hay que hacerlo con elegancia y de manera convincente.” El genio de Isabel Allende está en convencernos que el mundo que plasma en sus novelas está bien afincado en la realidad. Le crees sus invenciones.

En este libro encontramos a la Isabel detrás del Allende. “Willie (-su esposo norteamericano-) me describe como un huracán en una botella”, confiesa. Pero no se queda ahí. “Soy mandona, independiente, tribal y tengo un trabajo poco común que me exige pasar la mitad de mi tiempo sola, callada y escondida.”

No es extraño, entonces, que así sean también sus protagonistas. “En casi todos mis libros hay mujeres desafiantes, que nacen pobres o vulenarables, destinadas a ser sometidas, pero se rebelan, dispuestas a pagar el precio de la libertad a cualquier costo.”

En su página de internet en inglés, Allende reconoce que, más que sus libros, el principal triunfo en su vida es el amor que comparte con su familia. Cierto. Pero la verdad es que su familia está, de alguna manera, en todos sus libros.

Su esposo Willie alguna vez le dijo que “tú no sabes lo que sucede a puerta cerrada en otras familias. La diferencia es que en la nuestra todo sale a la luz”. Y en La Suma de los Días conocemos a todos. A fondo. Salvo a uno de sus hijastros que prefirió no ser expuesto. Y quizás esa es la palabra correcta.

Tras un conflictivo incidente en que uno de los miembros de la extendida familia le reconoce a la escritora su verdadera orientación sexual (“-Parece que soy bisexual- me anunció con voz trémula.”) a ella no le queda más remedio que decir, con humor: “El melodrama familiar continuó, por fortuma, porque sino no ¿de qué diablos iba yo a escribir.”

Su talento está en oir sin juzgar. “Yo no tengo autoridad moral para juzgar a nadie; en mi vida he hecho varias locuras por amor y quién sabe si haré algunas más antes de morirme. El amor es un rayo que nos golpea de súbito y nos cambia.”

Cada uno de los miembros de la tribu Allende, desde sus hijos Nicolás y Paula, hasta aquellos que tienen la buena fortuna de trabajar con ellos o cruzarse en su vida en una librería, son presentados como esos videos que se filman en la intimidad y que luego terminan circulando por la internet. “Tal vez por eso a nadie le gusta tener a un escritor en la familia”, reconoce.

“La situación familiar se resolvió de una manera más o menos normal”, cuenta un poco más adelante. “Normal para California; en Chile habría sido un escándalo digno de la prensa amarilla.” Isabel Allende no puede dejar de regresar a Chile, físicamente y en la imaginación.

“A menudo, cuando regresó a casa después de un viaje, tengo la impresión de haber andado en círculos treinta años para acabar de nuevo en Chile.” Es Isabel Allende hablando como Ulises cuando dice en la Odisea: “deseo y anhelo continuamente irme a mi casa.” Pero uno no puede dejar de sospechar que su casa, su verdadera casa, donde está completa, son sus libros. Ahí es donde todo se agolpa.

La Política y el Amor en Isabel Allende

Estados Unidos es su país adoptivo y no piensa dejarlo. Pero su cariño por este país no le impide a la escritora chilena, Isabel Allende, ser durísima y demoledora en su crítica social. “A los estadounidenses les encanta la idea de la inmigracion, es el fundamento del sueño americano –un pobre diablo que llega a estas orillas con una maleta de cartón puede convertirse en millonario-, pero detestan a los inmigrantes.”

Hay más. En su libro La Suma de los Días, Allende utiliza las cita de su nieta Andrea –“palabras, no bombas”- para criticar la guerra de Bush en Irak.

“El presidente Bush no prestaba oídos, divagaba como un loco, desprendido de la realidad y rodeado de sicofantes.” Es, también, implacable con una prensa poco crítica y sedosa con el poder. Los bombardea por solo presentar imágenes “asépticas” de una guerra sangrienta.

Sugiere, además, un cierto grado de exageración en la reacción norteamericana tras el 11 de septiembre del 2001. “Se me ocurre que los terroristas de al-Qaeda fueron los más sorprendidos con el alcance del atentado. Pensaban hacer un hueco en las torres, nunca se imaginaron que se vendrían abajo. Supongo que en ese caso la reacción habría sido menos histérica y el gobierno habría hecho un cálculo más realista del poder del enemigo.”

Isabel Allende se queja amargamente de cómo ha cambiado un país que, en un momento dado, era considerado uno de los principales defensores de la libertad y los derechos humanos en el mundo. “Sucedió lo que nadie podía haber imaginado poco antes en Estados Unidos”, escribe, “se suspendió el derecho a hábeas corpus de los detenidos y se legalizó la tortura”, en claras referencias a los abusos en las cárceles de Guantánamo y Abu Ghraib.

Pero su crítica no es partidista. Igual azota a Bill Clinton, durante el escándalo por su affair con Mónica Lewinski, al decir que se trató de la “chupada” más cara de la historia. Esa frase, que pronunció por primera en una entrevista (pero que aquí no reproduzco completamente), la perseguiría, muy a su pesar, en otros encuentros con la prensa.

Pero no es política lo que domina el nuevo libro de Isabel Allende.

El libro está planteado como una serie de cartas a su hija Paula -contándole lo que ha ocurrido desde que ella murió por un mal tratamiento de una rara enfermedad- y cómo intenta superar su terrible ausencia. “En todos estos años me parece que se han ido abriendo mis cavernas selladas y con tu ayuda ha entrado luz.”

Este libro es, también, una suma de reflexiones sobre la familia y la vida a principios del siglo 21. Las familias, nos explica, “como casi todo en este mundo, se transforman y evolucionan.”

Y sigue: “No hay reglas fijas para las relaciones humanas, se pueden reinventar, podemos ser originales… La vida no es una foto, en que uno ordena las cosas para que se vean bien y luego fija la imagen para la posteridad; es un proceso sucio, desordenado, rápido, lleno de imprevistos… La vida se hace caminando sin mapa y no hay forma de volver atrás.”

Inevitablemente encontramos trivia allendista. ¿Cuándo se ha sentido más famosa Isabel Allende? No, no es por el éxito de sus libros sino en una vuelta al estadio –durante las Olimípiadas de invierno en Italia en el 2006- y bien acompañada por la actriz Sofía Loren. Por si le interesa saber, Antonio Banderas es una de sus (inocentes) debilidades y usa una frase –“los demás tienen más miedo que tú”- para vencer el miedo a enfrentarse a auditorios llenos.

La parte más tierna del libro se esconde en las últimas páginas. La escritora tiene el privilegio de contar su propia historia con final feliz. ¿Y por qué no?

Tras describir los sube y bajas de su matrimonio, Allende descubre el verdadero amor con su pareja en esos pequeños detalles que forman las horas. “Estas rutinas de cada día nos unen más que los alborotos de la pasión.” Y, al final, se suelta ante su esposo Willie; se tira sin paracaídas después de toda una vida protegiendo ferreamente su independencia.

Paula, su hija, decía que había que “dar hasta que duela”. (E Isabel ha creado una fundación –iniciada con los ingresos de la publicación de su libro Paula- para brindarle educación, protección, salud y control de la natalidad a las mujeres.) Pero esa frase va más allá de los fines filantrópicos.

Este es un libro en que se nota que Isabel da hasta que duele. No es fácil para nadie exponerse así. Uno se queda con la impresión que nos ha contado casi todo. Pero quizás está condenada a hacerlo. Como ella misma dice: “Lo que no escribo se me olvida, es como si nunca hubiera sucedido”

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Presentador de Noticiero Univision desde 1986. Escribe una columna semanal para más de 40 periódicos en los Estados Unidos y Latinoamérica y publica comentarios de radio diarios para la red de Radio Univision. Ramos también acoge Al Punto, el programa semanal de asuntos públicos de Univision que ofrece un análisis de las mejores historias de la semana, y es el conductor del programa Real America, que sale semanalmente en todas las plataformas digitales y que registra millones de visitas. Ramos ha ganado más de ocho premios Emmy y es autor de más de diez libros, el más reciente, 17 Minutos; Entrevista con el Dictador.

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