Por Agustin Tamargo
MIAMI HERALD/ JUNIO 2004
Escribir: un oficio repleto de obstáculos expresivos. Hablar por televisión: un duelo con la dicción y la figura. Usar la radio: una carrera de obstáculos diaria frente a la síntesis y sus increíbles desafíos. Pues bien: yo conozco a un hombre que enfrenta los dos niveles primordiales de ese desafío y sale de ellos como entra: con la serena autoridad de un maestro. Ese hombre se llama Jorge Ramos.

Los que lo ven a diario en Univision y los que lo leen semanalmente en El Nuevo Herald saben que tengo razón. Jorge Ramos no es un improvisado, elevado a su reconocida categoría por favoritismos personales o políticos. No es tampoco un tímido intelectual que suprime o modifica sus juicios por temor a la censura de zonas que le son ideológicamente adversas. Es lo que han reconocido en este país desde hace un par de décadas los más prestigiosos medios de expresión pública y los órganos oficiales de reconocimiento al valor intelectual: una figura que cree en lo que dice, y eso que cree y dice sale de una formación cultural sólida y pertenece al vedado campo de los principios éticos. Una figura honesta, cuya proyección pública y cuyo lidiar con los más espinosos temas, nacionales o internacionales muestran siempre la huella de una mesurada meditación. ¿Por qué invitan a Jorge Ramos los más importantes programas de televisión en inglés como Night Line de ABC, Today de NBC, Talk Live de CNN y The O’Reilly Factor de Fox News? ¿Por qué le adjudicaron el codiciado premio Maria Moors Cabot, de excelencia en el periodismo. ¿Por qué ha ganado siete galardones Emmy? Lo galardonaron y lo invitan porque Ramos, que es mexicano y que no tiene padrinos aquí, cuenta sin embargo con lo que hasta el más envidioso tiene que reconocer: un profesionalismo de primera línea expresado con una lucidez mental y un equilibrio ideológico de los que carecen otros personajillos muy connotados.

Jorge Ramos no sólo habla bien por televisión, con su figura sobria y su español perfecto, sin tintes particulares de ningún sitio, expresado todo a través de una voz civilizada y una dicción impecable, Jorge Ramos escribe. Y eso que escribe abarca muchos campos, muchos tiempos y muchos problemas, todos de interés y de actualidad. El último libro que acaba de publicarle una editorial americana, en edición en español e inglés, con un titulo que no me agrada del todo, La ola latina, se refiere a un tema esencial: la presencia, la influencia, de los latinos en los Estados Unidos. Jorge Ramos entra a ese problema con la manga al codo. Examina las perspectivas que para este país y para nuestra gente tiene la presencia aquí de millones de latinoamericanos, tanto en el orden económico como en el político y cultural. Habla sobre todo de lo político, de la forma en que esa inmensa masa de decenas de millones de seres no nacidos en este país pueden determinar un día (y lo han determinado ya) quién ha de dirigirlo. Juzga las diferencias políticas y culturales entre un estado y el otro (California no es Texas, Nuevo México no es la Florida, Illinois no es Nueva York). Y nos recuerda lo que sabemos: que hay diez estados americanos que tienen ya más del diez por ciento de población hispana y que en el año 2002 los hispanos se convirtieron, con más de 38 millones de habitantes, en el primer grupo minoritario de los Estados Unidos. Y que van a ser seguramente, otra vez, los que decidan quién ocupará el próximo turno en la Casa Blanca.

El libro de Jorge Ramos tiene más, mucho más, de lo que a toda prisa estoy enunciando aquí. El sabe el terreno que pisa. El está consciente de que ese factor demográfico, que pesa tanto en la economía, debería pesar más en lo político. El sabe que nuestra representación proporcional en las zonas de mando americanas (el Congreso, el poder judicial, los negocios) todavía no es todo lo equitativa que debiera ser. El mira el problema de esta incorporación de una cultura a la otra, de esta gran nación anglosajona que se ha ido hispanizando hasta un punto impredecible como un desafío histórico que no se sabe cómo se solucionará. En este libro está todo: hechos, figuras, ideologías, intereses, idealismo, politiquería, historia, costumbres, nombres: todo. El que lo adquiera no lo lamentará nunca. Si es hispano, porque aprenderá lo que siendo hispano no sabía. Y si es yanqui, porque entrará por la puerta ancha a un mundo fascinante y problemático que el yanqui tiene aquí dentro y que ese yanqui no sabe a veces adónde él va a llevar a ese mundo o adónde ese mundo lo va a llevar a él.

El primer periodista hispano en los Estados Unidos, para mí, ha sido siempre un argentino: Andrés Oppenheimer, premio Pulitzer. A su lado, pero no por debajo de él, pongo hoy a Jorge Ramos. Una figura del periodismo, pero que brillaría tanto en el Congreso americano, o en el gobierno de México, como brilla en Univision y en las páginas de El Nuevo Herald.

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