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KARLA Y LOS COYOTES

Karla es el diablo disfrazado de coyote. O al menos así es como la han tratado de presentar en los medios de comunicación y en una corte de Houston, donde es acusada de asesinato y tráfico de indocumentados. Karla Chávez pudiera ser la principal responsable por la muerte de 19 inmigrantes en un trailer en Texas el pasado 14 de mayo. Permanecerá encarcelada hasta que comience su juicio -no le permitieron pagar una fianza- y si la declaran culpable, pudiera enfrentar la pena de muerte. Pero Karla no es la única culpable de esas muertes.

Sé que Karla tiene sólo 25 años de edad, que es hondureña y que heredó el negocio de cruzar indocumentados luego del arresto de su esposo. No la conozco ni nunca he hablado con ella. Sin embargo, me parece que la intención de Karla nunca fue matar a esos inmigrantes. Seguramente algo le salió muy mal. Quizás no es muy buena en su trabajo y, como líder del grupo, no coordinó la operación como era debido. Es obvio que a alguien se le olvidó abrir a tiempo el trailer donde había más de 70 personas. Tal vez nadie revisó las precarias condiciones en que se encontraban ahí dentro los indocumentados. El caso es que, cuando se abrieron las puertas, había varios muertos en ese camión y otros más morirían más tarde en el hospital.

Es posible que Karla y 13 acusados más hayan provocado la muerte de los 19 inmigrantes. Es posible. Pero lo que no es justo es echarle la culpa de las muertes de los indocumentados sólo a los “coyotes” o “polleros” cuando la responsabilidad va mucho más allá. Los gobiernos de México y Estados Unidos también tienen parte de la culpa.

Los “coyotes” se han convertido en una verdadera necesidad para los inmigrantes que quieren cruzar ilegalmente hacia Estados Unidos. Debido a la creciente vigilancia

-sobre todo después de los actos terroristas del 11 de septiembre del 2001- ahora es muy difícil cruzar solo la frontera. Por eso los inmigrantes están dispuestos a pagar a los “coyotes” más de mil dólares por persona para ser guiados. El problema es que los métodos y las rutas para cruzar son cada vez más peligrosos.

Si antes se podía cruzar cerca de las ciudades fronterizas, ahora hay que hacerlo

a través de desiertos incandescentes, montañas inhóspitas y un caudaloso río. Y ya dentro de Estados Unidos es preciso utilizar trailers sellados, vagones de tren cerrados por fuera y sistemas de transporte muy poco confiables para alejarse de la frontera. Por esto están muriendo tantos inmigrantes.

La tragedia en Texas puede ser la más grande en la historia de Estados Unidos. Pero esta tragedia se repite cada 19 días. Cada día, en promedio, muere un inmigrante en la frontera. Cada día. Eso, sin embargo, no va a detener el flujo migratorio al norte. Mientras un inmigrante pueda ganar con una hora de trabajo en Estados Unidos lo mismo que gana en su país de origen en dos o tres días, habrá inmigración ilegal.

El negocio de los “coyotes” ha florecido debido a las fallidas políticas migratorias norteamericanas y a la incapacidad de los gobiernos de México y Estados Unidos de lograr un acuerdo migratorio. Así de sencillo. Si en lugar de perseguir inmigrantes y penalizar el cruce ambos gobiernos encontraran la manera de regularizar la entrada ordenada de los trabajadores necesarios para la economía estadounidense, se detendrían las muertes en la frontera y se legalizaría lo que en la práctica ocurre todos los días.

Es cierto que hay “coyotes” o “polleros” que abusan, violan y hasta matan inmigrantes. Pero la mayoría no son así. Y la prueba está en que diariamente mil inmigrantes indocumentados entran, sanos y salvos, y se quedan en Estados Unidos. Tampoco es cierto que las muertes de inmigrantes son provocadas únicamente por los agentes de la patrulla fronteriza. De nuevo, hay agentes que golpean y abusan de los inmigrantes. Pero la mayoría no lo hacen. Ahora, es verdad que la presencia de los agentes obliga a los inmigrantes a tomar rutas más peligrosas pero los agentes sólo cumplen con su trabajo. A menos que les den nuevas ordenes, esos agentes van a seguir haciendo lo mismo.

Es decir, la culpa del caos y la violencia en la frontera no es totalmente de los “coyotes” -como aseguran las autoridades norteamericanas y mexicanas- ni tampoco de los agentes de la patrulla fronteriza -como apuntan algunos grupos de derechos humanos. La culpa de esas muertes radica fundamentalmente en políticas migratorias totalmente alejadas de la realidad y en políticos que no tienen la entereza moral de reconocer dichas fallas ni la voluntad y sabiduría para hacer los cambios necesarios.

Echarle la culpa a Karla Chavez de esas 19 muertes es hacer flaca justicia porque no va a resolver el problema central. Al contrario. El juicio a Karla y sus colaboradores pudiera crear la falsa idea de que los “coyotes” son el meollo del asunto de la inmigración indocumentada. No lo son. Los “coyotes” o “polleros” son únicamente el producto de un mal sistema que nadie se atreve a corregir.

Si realmente quieren detener las muertes de la frontera -y terminar con el negocio de los “coyotes”- lo primero que hay que lograr es un acuerdo migratorio entre Estados Unidos y México. Punto. Mientras tanto, hoy morirá otro inmigrante en la frontera; y mañana otro; y pasado mañana otro más…

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