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KATRINA Y EL DIA QUE ESTADOS UNIDOS NO PUDO

Biloxi, Mississippi.

No es frecuente ver a Estados Unidos, la única superpotencia mundial, a la defensiva o paralizada. Pero eso es exactamente lo que ocasiono el huracán Katrina. La catástrofe rebaso todas las previsiones y recursos. Por un momento o dos, quizás, Estados Unidos no pudo. Katrina sacó a relucir las fracturas del poderío norteamericano.

Varios días después de uno de los desastres naturales mas grandes en la historia reciente del continente americano, los habitantes de esta pequeña y hasta hace poco prospera población costera no habían visto ni un solo miembros del ejercito, de la guardia nacional o de la Cruz Roja. Nos preguntaban a los periodistas, con enojo y desesperación, que donde estaba la ayuda. Y nosotros, un poco apenados por no tener la información, nos resignábamos a contestar que no lo sabíamos.

Y cuando no hay gobierno, hay vacío de autoridad. Dudo mucho que todos los que saquearon tiendas y supermercados en Nueva Orleans sean delincuentes. No. Más bien creo que cuando pasas varios días sin comer y sin tomar agua y sin dormir y sin recibir nada de ayuda y ves a tu familia languidecer y has perdido casa, auto y trabajo, entonces haces cosas desesperadas.

Yo vi, nadie me lo contó, a una abuela cargar con el brazo izquierdo a su nieta de 5 meses de edad y empujar con el brazo derecho su auto sin gasolina. Platique con un inmigrante mexicano de Zacatecas que llevaba casi dos días sin comer pero que prefería quedarse en un Estados Unidos huracanado que regresarse a un México sin esperanza y sin trabajo.

“Para que me regreso”, me dijo, “si allá está pior”. Me toco observar como un tramo de la carretera interestatal 10 casi se bloqueo cuando un buen samaritano se detuvo a regalar botellas de agua y la gente se bajo corriendo de sus vehículos sin que nada importara. Y vi a la caravana del presidente George W. Bush pasar durante 14 segundos frente a casas destruidas que, antes del huracán, llevaban más de un siglo en pie.

Pero eso no tranquilizo a una damnificada quien me dijo que el presidente había llegado solo ya que ni siquiera les dejo una botellita de agua.

La respuesta inicial tras el huracán, hay que decirlo y yo soy testigo, fue un verdadero fracaso. Es increíble e impensable que esto pudiera ocurrir en Estados Unidos. Lo vi en Centroamérica tras el paso del huracán Mitch pero nunca me imaginé presenciar algo así aquí.

Cuando el gobierno fallo y no pudo proporcionar ayuda, fueron los propios ciudadanos que se empezaron a ayudar a si mismo. Es el poder de la gente. Las constantes escenas de solidaridad y generosidad tras el paso del huracán Katrina me hicieron recordar la ejemplar actitud de los mexicanos tras el terrible terremoto que afecto la ciudad de México hace casi 20 anos exactos. Así la gente se da cuenta, aquí y allá, que los presidentes y los políticos y todos sus canchanchanes no son tan necesarios como nos quieren hacer creer.

Katrina, para ser franco, se burlo de todos: de los meteorólogos que se equivocaron en sus sesudos pronósticos, de los políticos que estaban de vacaciones y que no previnieron a tiempo del verdadero peligro, y de la gente que pensó que esta sería una tormentita cualquiera.

No se con que comparar a Katrina. Aquí seguramente habrá mas muertos que tras los actos terroristas del 11 de septiembre del 20001 y que los soldados que hasta el momento han perecido en Irak. Pero nunca, ni en cinco guerras, he visto una destrucción tan extendida. Son cuadras y cuadras de casas, edificios y negocios revolcados hasta sus cimientos por el mar desde Nueva Orleans hasta Biloxi. Todo el que reto o subestimo a Katrina perdió.

Los habitantes de Louisiana, Alabama y Mississippi se han visto reducidos a las acciones más primitivas: comer, dormir, no morir, proteger a los tuyos. Los periodistas, con teléfono satelital en mano y dos o tres trucos mas, hemos estados casi en las mismas. Comer algo caliente en la zona del desastres se ha convertido en un lujo, el aire acondicionado en temperaturas que llegan a los 95 grados Fahrenheit es un privilegio impensable, dormir en una cama es un sueno del golfo, y regresar a la normalidad un imposible.

Con colas de 5 o 6 horas para llenar solo un cuarto de tanque de un monstruo come gasolina, mejor conocidos como SUV o vehículos todo terreno, he quedado aterrado de la enorme dependencia de Estados Unidos del petróleo del mundo. Allá lo producen y aquí se lo acaban. Las peleas que vi en las gasolineras para conseguir unas gotas de combustible parecían de una película de ciencia ficción.

Con todo esto, quizás, Katrina nos quiere decir algo. Escuche a un político local sugerir que el huracán había sido un desastre enviado por dios y cuyo mensaje aun desconocemos. No estoy tan seguro de eso. En mi mente agnóstica ni el destino ni la suerte existen. Pero las lecciones si están ahí para el que quiera verlas.

Primera, vivir en las costas, con el recalentamiento de la tierra y los mares, y la intensificación de los ciclos de huracanes, es una apuesta veraniega. Y se los dice alguien que vive en una vulnerable islita pegada por un puente a Miami.

Segunda, no me gusta la gasolina, aunque contradiga la canción del reggeatonero Daddy Yankee, Quien vive por gasolina, muere por gasolina.

Y si Estados Unidos no cambia sus hábitos energéticos, pronto va a dejar de bailar.

Y tercera, la nación que creía poderlo todo (ocupando Afganistán, enviando 138 mil tropas para derrocar a un dictador en Irak y retando al mundo) hoy está viendo, con dolor y desesperación, hacia dentro.

Estados Unidos se está dando cuenta por primera vez desde la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética que no siempre se puede ganar y que sus principales vulnerabilidades no vienen de fuera. Con Katrina llego el día en que Estados Unidos no pudo.

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