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LA CAIDA DE BAGDAD

Ciudad de Kuwait

Saddam Hussein se cayó de su pedestal. Mas bien, lo tiraron. Los iraquíes, solos, trataron de tumbar al piso una estatua de 40 pies de altura en el centro de Bagdad. Le pusieron una soga al cuello y jalaron duro. Pero no pudieron. Fue necesario un tanque de la armada de Estados Unidos para tirar la estatua de Saddam. Este incidente está cargado de simbolismo.

Ese es uno de los momentos que, para bien o para mal, marcan la historia. Son imágenes que hieren los ojos a la Buñuel. La caída de la estatua de Saddam en Bagdad me recuerda a los muchachos alemanes que vi en 1989 destruyendo con pico y pala el muro de Berlín o las estatuas de Stalin y Lenin que encontré tiradas en las calles de Moscú en 1990. La guerra continúa pero el régimen de Saddam Hussein se desvance.

El fin de los 25 años de dictadura de Saddam se nota también en silencios. Ya no aparece por ningún lado Mohamed Al Sahef, el alucinante ministro de información de Irak, que se encargaba de negar todo lo que decían norteamericanos y británicos. El dia que las tropas angloamericanas habían tomado dos palacios de Saddam Hussein, Al Sahef insistía en que se encontraban todavía a 35 kilometros de ahí. Tampoco están los “cuidadores” oficiales de los corresponsales extranjeros en la capital iraquí. Todos huyeron. Ese silencio habla tanto o más que los retratos quemados de Saddam.

La caída del regimen sadamista se logró en 21 dias. Los pronósticos de que esto tomaría varias semanas e incluso meses se vinieron a tierra. La guardia republicana de Saddam Hussein no es tan fiera como la pintaban ni pudo resistir el embate del ejército más grande y tecnológicamente más avanzado del mundo. De nuevo se equivocaron los supuestos expertos que pronosticaban que la toma de Bagdad requeriría mucho más tiempo. Lección invaluable: cuando los periodistas nos dedicamos a la astrología en lugar de reportar solo lo que vemos caemos en una trampa y en la mayoría de los casos nos equivocamos y desinformamos.

La entrada a Bagdad, sin embargo, no significa el fin de la guerra. Esta guerra pudiera alargarse tanto como la de Afganista que hoy, todavía, no termina. La Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Pentágono están en estos momentos enfrascados en una batalla interna para determinar qué se necesita para declarar victoria. Algunos, claro, creen que la guerra ya se ganó con las primeras incursiones a Bagdad. Pero los más cuidadosos preferirían ver a Saddam Hussein muerto, encarcelado o huyendo para hacer la “v” de victoria. Como quiera que sea, el régimen de Saddam Hussein está en desvandada y ya no controla Irak.

La paz es otro asunto. Estados Unidos y Gran Bretaña han demostrado que no hay quien los pare a nivel militar. Sin embargo, en la guerra de relaciones públicas pudieran ir perdiendo.

El costo de vidas inocentes en esta guerra es altísimo; los funcionarios iraquíes habían contado mas de 400 civiles muertos antes de desaparecer. Pero las cifras reales pudieran estar en los miles. La Cruz Roja ya dejó de contar. Y esas muertes se las están achacando a la coalición.

Los militares norteamericanos y británicos tampoco tienen evidencia de que el régimen de Saddam Hussein escondía armas químicas y bacteriológicas ni han podido probar que el ejército iraquí tiene misiles con un alcance superior a los 150 kilómetros. La justificación oficial para iniciar esta guerra se evapora como el gas mostaza en el aire. Cada vez queda más claro que el verdadero objetivo de esta guerra era terminar con el régimen de Saddam Hussein y no desarmarlo, como ordenaba la resolución 1441 de Naciones Unidas.

Esto, precisamente, ha quedado claro en la prensa árabe. Por primera vez en la historia, los árabes han podido recibir información en su propio idioma y de fuentes distintas a los que se informan en inglés. Mientras occidente se informaba a través de las grandes cadenas de televisión de Estados Unidos y Europa, el mundo árabe ha seguido esta guerra a través de Al-Jazeera. Esta cadena satelital de televisión ha reportado constantemente sobre las muertes de civiles en Irak. Millones de árabes le creen a Al Jazeera –que perdió a un reportero tras un ataque estadounidense a sus oficinas en Bagdad- y no a CNN, BBC, MSNBC o FoxNews. Por eso Estados Unidos pudiera estar perdiendo la paz.

Lo que quiero decir con todo esto es que el mundo árabe se ha informado en árabe, y no en inglés, de los pormenores de esta guerra y de la enorme oposición a este conflicto en todos los países de la región. Cuando los norteamericanos hablan de “liberación” el mundo árabe escucha “invasión” u “ocupación”. Cuando los británicos dicen que están en Irak por el bien del país, los árabes escuchan de varios comentaristas y políticos de la región que el bien de Irak significa que los británicos no estén ahí. Mientras que los periódicos norteamericanos ponían en su primera plana la foto de la estatua de Saddam cayendo, el principal diario de Libia prefirió usar la del soldado norteamericano que tapa con la bandera de Estados Unidos la cara de la estatua antes de caer. La interpretación que libios, palestinos y otros árabes pueden sacar de esa imagen es clarísima: los estadounidenses, aliados de Israel, han llegado al medio oriente ha imponerse sobre nosotros.

Solo los kuwaitíes –que fueron invadidos por las fuerzas de Saddam en 1990 y a quienes he llegado a conocer bastante bien en las últimas tres semanas- apoyan abiertamente la incursión militar de Estados Unidos. Estados Unidos liberó a Kuwait de Irak y es la hora de corresponder el favor.

Como periodista he tenido la suerte de reportar esta guerra desde Kuwait, Qatar e Irak y cuando monitoreo las distintas televisoras, con la ayuda de un traductor, me doy cuenta que la versión del mundo árabe es, a veces, diametralmente opuesta a la que presentan en Washington y Londres. La guerra para la mayoría de los habitantes del planeta no es lo que ocurre en el campo de batalla sino lo que ve, lee y escucha por los medios de comunicación. Para Estados Unidos y Gran Bretaña ganar la paz es el verdadero reto, no la guerra.

Cae Bagdad. Ahora viene lo más difícil.

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