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LA ESPIA Y EL PRESIDENTE

Quien lo hizo violó todas las reglas de seguridad y está poniendo en peligro muchas vidas. Alguien -aún no sabemos quien- dió a conocer el nombre de una agente encubierta de la CIA. Pero ese alguien, aparentemente, trabaja dentro de la administración del presidente George W. Bush o tiene contactos de muy alto nivel. Debido a una filtración a la prensa hoy sabemos que Valeria Plame era una agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Pero Valerie Plame no era una agente cualquiera. Ella es la esposa del ex embajador, Joseph Wilson, uno de los principales críticos de la decisión del presidente George W. Bush de iniciar la guerra contra Irak. Hace un año y medio, Wilson -con una basta experiencia en Gabón, Sudáfrica, Nigeria, Burundi y el Congo, entre muchos otros países africanos- preparó un reporte para la CIA concluyendo que Saddam Hussein no había adquirido uranio en Nigeria y que, por lo tanto, no podía construir armas atómicas. Sin embargo, el presidente Bush hizo caso omiso al reporte de Wilson y aseguró, antes de la guerra, que el gobierno iraquí se preparaba para construir armamentos nucleares.

El exembajador Wilson -quien coordinó el histórico viaje del presidente Bill Clinton a Africa en 1998- tiene mucha credibilidad en asuntos vinculados con el continente africano y ha sido más que una molestia para la actual administración de George W. Bush. Wilson, al final de cuentas, tuvo razón y Bush no.

Pero ahí no quedó la cosa. Alguien pensó que era el momento de vengarse de las críticas del exembajador Wilson y de castigarlo dando a conocer que su esposa era una agente de la CIA. Más que a la señora Plame, esto pone en peligro a todas las personas que estuvieron en contacto con ella, durante años, mientras acompañaba a su esposo en sus misiones diplomáticas.

El columnista conservador, Robert Novak, fue el primero en dar a conocer la identidad de Valerie Plame. Sin embargo, Novak no ha querido decir quién le dió la información y ese es su derecho como periodista. Ningún periodista debe ser obligado, nunca, a difundir sus fuentes. Y esto ha forzado al Departamento de Justicia a iniciar una investigación criminal para ver quién filtro a la prensa el nombre de la agente encubierta. El problema con dicha investigación es que genera muchos conflictos de intereses. Por ejemplo ¿Cómo va a hacer el procurador general John Ashcroft para investigar a sus propios amigos y colegas dentro del gabinete y de la Casa Blanca? No suena creíble.

La Casa Blanca ya dijo que Karl Rove, el poderoso asesor político de Bush, no fue la fuente de la filtración. “Ridículo”, aseguró el portavoz presidencial tras escuchar el nombre de Rove como posible sospechoso. Pero este escándalo pone a la defensiva a un gobierno al que le gusta estar, siempre, a la ofensiva.

Será, también, inevitable cuestionar al presidente Bush. ¿Cuándo se enteró el presidente de la filtración? ¿Fue autorizada por alguno de sus asesores? Ahora ésta administración Republicana está peleando hasta con las uñas para evitar que el escándalo de la espía debilite a Bush antes de las elecciones del 2004. Nixon tuvo su Watergate y Clinton su Lewsinsky; Bush ahora tiene su Leakgate, como ya le llaman al escándalo.

La realidad es que, aunque el presidente Bush personalmente no haya tenido nada que ver con la filtración, sí hay un esfuerzo constante por parte de su gobierno para justificar la guerra contra Irak y silenciar los argumentos de sus críticos. Esta filtración fue de alguien que pensó, equivocadamente, que amedrentando a los críticos de Bush le hacía un favor al presidente. Flaco favor; ahora su gobierno está metido hasta el cuello en un escándalo que erosiona, aún más, se debilitada popularidad.

Hasta el momento no se han encontrado armas de destrucción masiva en Irak, ni material nuclear ni ninguna conexión de Saddam Hussein con el 11 de septiembre. Nada.

Por eso están tan nerviosos los colaboradores de Bush. Exageraron mucho antes de la guerra y ahora no tienen cómo probar sus argumentos bélicos. Esta filtración da la impresión de un esfuerzo desesperado -y tonto- por ocultar la verdad y asustar a los críticos del presidente.

Lo más grave de la filtración del nombre de la espía a la prensa es que demuestra un clima de persecusión e intolerancia contra aquellos -como el exembajador Wilson- que no estuvieron ni están de acuerdo con la guerra contra Irak. Cuando se tiene una filosofía de cowboy y se divide a la gente en buenos y malos, y al mundo en blanco y negro, es fácil ver como enemigos a todos aquellos que no concuerdan con tu punto de vista. “Con nosotros o contra nosotros”, dijo alguna vez el presidente Bush. Y ahora muchos de sus colaboradores están llevando esa frase a los extremos. Eso es peligroso. Muy peligroso.

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