Hablemos claro. Estados Unidos no tiene el menor interés de negociar en estos momentos un acuerdo migratorio con Mexico. Punto. Y tras las absurdas e ignorantes declaraciones del presidente mexicano, Vicente Fox, sobre “los negros” estadounidenses, se cerró por completo la posibilidad de cambiar o influir la postura del gobierno norteamericano.
Cuando Fox, en un atrabancado e improvisado discurso, dijo que los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos “están haciendo trabajos que ni siquiera los negros quieren hacer”, insultó a cuarenta millones de afroamericanos, demostró una burda falta de sensibilidad, puso en crisis a la política exterior mexicana y enterró cualquier opción de negociación con Estados Unidos. Pocas frases pueden hacer tanto daño como la pronunciada por Fox. Y lo peor es que ni siquiera se dio cuenta.
Cuando vino la explicación oficial de lo ocurrido –a través de un comunicado de la Secretaría de Relaciones Exteriores y cuatro días después del discurso- ya era demasiado tarde. Fox, hasta el momento, no ha querido disculparse en público. Y así, ni siquiera una foto con Jesse Jackson reparará el daño.
¿Quién va a querer negociar en Estados Unidos con un presidente mexicano que pronunció una frase racista? La secretaria de estado estadounidense, Condoleeza Rice, quien es afroamericana, difícilmente se convertirá en una amiga o aliada de Fox si percibe en él algún tipo de prejuicio. Y más vale que el gobierno mexicano vaya olvidándose de cualquier apoyo en el asunto migratorio que pudiera recibir de los treinta y ocho congresistas afroamericanos.
Afortunadamente para los once millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos, su situación legal no depende de Fox ni de su flaco equipo de relaciones exteriores. Una propuesta bipartidista -apoyada por el senador republicano, John McCain, el senador demócrata Ted Kennedy, el congresista demócrata, Luis Gutierrez y los congresistas republicanos Jeff Flake y Jim Kolbe- le ha devuelto la esperanza a los que viven sin papeles en Estados Unidos.
La propuesta, la más importante presentada ante el congreso en las últimas dos décadas, resolvería cuatro problemas fundamentales: uno, el de los millones que viven ilegalmente en Estados Unidos; dos, el de los cientos de miles de inmigrantes que cada año necesita este país; tres, evitaría tantas muertes en la frontera; y cuatro, mejoraría la seguridad de la nación frente a la posible entrada de terroristas.
Todos estos aspectos estan incluidos en la propuesta llamada Acta del 2005 por una América Segura y una Inmigración Ordenada (The Secure America and Orderly Immigration Act of 2005). Esta propuesta, sin embargo, se enfrenta a un creciente clima antiinmigrante en Estados Unidos, a un congreso escéptico y a una Casa Blanca que preferiría promover su propia reforma migratoria.
El principal problema del plan de trabajadores temporales de la Casa Blanca es que no resuelve la situación de la inmigración indocumentada, simplemente la pospone al esperar con ingenuidad que quienes obtengan un permiso o visa para trabajar van a regresar a sus países de origen tres o seis años después. Eso no va a ocurrir y menos si tienen un buen trabajo e hijos que nacieron en Estados Unidos.
Por eso la nueva propuesta bipartidista es la que mejor responde a la complicada y polémica situación migratoria de este país. Sin embargo, hay que darle el crédito al presidente Bush por haber abierto el debate migratorio y por no haber descartado de antemano la propuesta bipartidista que, seguramente, será discutida en breve en el senado. Además, el apoyo de Bush a cualquier solución migratoria será fundamental. Esta es la gran oportunidad de el presidente norteamericano de cumplir sus promesas de campaña en el 2000 y en el 2004.
La frontera entre México y Estados Unidos, hay que reconocerlo, es un verdadero caos. Y no quiero ni imaginarme lo que pasaría si hubiera otro acto terrorista en Estados Unidos y luego se determinara que los criminales que lo planearon entraron a través de México. Por eso, hay que tapar el pozo antes de que se ahogue el niño.
Estados Unidos tiene todo su derecho a una frontera segura, de la misma manera en que los inmigrantes latinoamericanos que buscan trabajo aquí se merecen un trato humano y justo. Urge hacer algo al respecto. La falta de acción no es una alternativa.
Es una lástima que en un momento tan importante de la relación entre ambos países, el presidente de Mexico se metiera el pie en la boca. Fox, no hay duda, quedará en la historia como el presidente que llevó la verdadera democracia representativa a México. Pero pocos, me temo, lo recordarán con un gran estadista. Ni siquiera los que han trabajado para él.
Nadie sabe lo que la siguiente “foxada” nos pudiera deparar. Pero, por ahora, lo menos que puede hacer el presidente Fox es reconocer su error y disculparse públicamente. No es suficiente el “lamentarse de la mala interpretación” de sus comentarios en un programa de radio con Jesse Jackson. Fox, por alguna razón, no quiere decir: I’m sorry.
Este asunto, contrario a lo que pudiera suponer su equipo de asesores y relaciones públicas, no va a ser algo fácil de olvidar en Estados Unidos y está enturbiando la agenda mexicana en el exterior. Yo les aseguro que en la próxima entrevista que dé Fox a un medio de comunicación extranjero será una pregunta obligada.