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LA GUERRA QUE SE PUDO HABER EVITADO

Ya es demasiado tarde, pero la guerra contra Irak se pudo haber evitado.

Hoy sabemos, 16 meses después de que cayera la primera bomba sobre Bagdad, que la información que se utilizó para justificar la guerra estaba equivocada. Esa es la conclusión del Comité de Inteligencia del Senado de Estados Unidos.

“Al final de cuentas, lo que el presidente y el congreso utilizó para enviar al país a la guerra fue información que dieron las agencias de espionaje, y esa información estaba equivocada”, asegura el reporte de 511 páginas del comité. Este no es un juicio partidista; el reporte fue investigado y escrito por nueve senadores Republicanos y ocho Demócratas. Y hay más. El reporte agrega que la mayoría de las decisiones tomadas para lanzarse a la guerra estaban basadas en juicios “exagerados o que no estaban apoyados por informes de espionaje.”

Las conclusiones del reporte, sorprendentemente, no fueron cuestionadas por la Casa Blanca. El presidente George W. Bush, sin embargo, siguió defendiendo su decisión de atacar Irak.

Lo que resulta más interesante es que si toda esta información se hubiera conocido antes, y no después de la guerra, varios senadores que votaron a favor de atacar a Irak, se hubieran negado a hacerlo. Setenta y siete senadores votaron a favor de derrocar al gobierno de Saddam Hussein. Pero varios de esos senadores, incluyendo a John Rockefeller, han dicho publicamente que hoy votarían de una forma distinta y en contra de la guerra. Demasiado tarde.

Tres razones dió el gobierno del presidente George W. Bush para iniciar la guerra contra Irak: la existencia de armas de destrucción masiva, la vinculación de Saddam Hussein con el grupo terrorista Al Kaeda (responsable de los actos del 11 de septiembre del 2001) y el liberar a los iraquíes de un brutal dictador. Ahora resulta que esa información para justificar la guerra era falsa o incompleta.

No han encontrado armas de destrucción masiva ni hay ninguna relación entre Saddam Hussein y los actos terroristas en Nueva York, Washington y Pennsylvania. ¿Cómo se justifica, entonces, la muerte de casi 900 soldados norteamericanos? ¿Cómo se justifican las heridas de guerra en más de tres mil soldados estadounidenses? ¿Cómo se justifica la muerte de unos 10 mil civiles iraquíes? Sufre lo mismo una madre norteamericana que pierde a un hijo que una madre iraquí que pierde al suyo. En la guerra todos pierden.

La única razón dada por el gobierno de Bush que aún se sostiene para atacar a Irak era la de terminar con la dictadura de Saddam Hussein y liberar a los iraquíes. Pero si los norteamericanos hubieran sabido a principios del año pasado que esa era la única razón ¿hubieran apoyado la guerra? Lo dudo mucho.

La culpa de que nos enteremos hasta hoy de que la información para ir a la guerra era falsa no es solo de la CIA y las otras agencias de inteligencia. También es del congreso y de la prensa.

Si el congreso de Estados Unidos se hubiera atrevido a cuestionar con firmeza las razones para atacar Irak a principios del 2003 y no a mediados del 2004, quizás miles de soldados y civiles, norteamericanos e iraquíes, estarían hoy vivos. Quizás, también, se hubiera encontrado una fórmula con apoyo internacional para sacar a Saddam Hussein del poder sin necesidad de hacerlo a través de una brutal guerra. Quizás. Pero muchos congresistas tenían miedo de ser acusados de antipatriotas -y de perder su siguiente elección- y decidieron quedarse callados. Hoy todos estamos pagando las consecuencias.

La prensa de Estados Unidos, muchas veces, también se equivocó porque no hizo las preguntas duras, incómodas, al gobierno del presidente Bush. Muchos periodistas norteamericanos se tragaron los argumentos oficiales para iniciar la guerra como si fuera un acto de fe. Esos periodistas, también, tenían miedo de ser pintados como antinorteamericanos y prefirieron seguir la linea oficial. Muchas cosas que se publicaron y que salieron al aire nunca se pudieron probar. Sin embargo, fueron presentadas como verdades absolutas. Y hoy todos estamos pagando las consecuencias.

Hace poco, cuando le preguntaron al director y productor, Michael Moore, por qué su documental Farenheit 9/11 -que critica duramente los esfuerzos bélicos de Bush- había tenido tanto éxito en Estados Unidos, contestó que era porque la prensa norteamericana no había hecho bien su trabajo. Si lo hubiera hecho, continuó Moore, películas como Farenheit 9/11 no serían necesarias.

La guerra contra Irak, hoy sabemos, se pudo haber evitado. Pero nadie se atrevió a hacerlo. Hoy ya es demasiado tarde.

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