No lo podía creer. Mi amigo, el periodista y productor, Porfirio Patiño, me estaba diciendo por teléfono que habían matado a Luis Donaldo Colosio, el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la presidencia de México. “¿Pero estás seguro, Porfirio?” le pregunté varias veces. “¿De dónde sacaste eso?”
Porfirio tiene un extraordinario sentido del humor pero esta vez no estaba bromeando. “Es cierto”, insistió sin perder la compostura y dándome sus fuentes. “Hay que salir al aire y decirlo.”
Pocos minutos después, con la voz entrecortada y claramente descompuesto, salí por la televisión a anunciar el atentado contra la vida de Colosio. Diez años después de su asesinato no hay ni pista de los autores intelectuales del crimen y existen serias sospechas de que Mario Aburto, el supuesto autor material del atentado, haya actuado solo.
Quien siempre ha sospechado sobre la versión oficial del gobierno ha sido Rubén Aburto, el padre de Mario Aburto, quien cumple una condena de 45 años de prisión en la cárcel de Almoloya de Juárez. “Lo que queremos es justicia. Mi hijo no lo mató. Es inocente, lo han usado como chivo expiatorio. Estoy convencido”, me dijo Rubén Aburto por teléfono desde su casa en el sur de California. “A Colosio lo mataron los del gobierno, ese fue un crimen de estado. ¿Quien más pudo haber hecho ese crimen?”
Ruben Aburto habla con su hijo por teléfono cada tres o cuatro meses. Y al hablar sobre el asesinato de Colosio, Mario Aburto frecuentemente insiste en su inocencia. “Mira, Papá, si no han agarrado al verdadero asesinato material ¡imagínate! Nunca van a poder agarrar tampoco al intelectual”, dijo Mario Aburto en una grabación teléfonica que hizo su padre en 1995 y que guarda con extremo cuidado junto a decenas más. “El gobierno mató al propio licenciado Colosio.”
La verdad es que todavía no sabemos quienes estuvieron detrás del asesinato de Colosio en Lomas Taurinas, Tijuana, ese 23 de marzo de 1994. Pero lo menos que podemos hacer es preguntarle a los dos hombres más poderosos del país en ese entonces: Ernesto Zedillo y Carlos Salinas de Gortari. Lo que es realmente increíble y lamentable es que ninguno de los dos expresidentes haya testificado sobre el caso. ¿Por qué? Salinas era el presidente en ese entonces y Zedillo era el coordinador de la campaña de Colosio, antes de llegar a la presidencia. Ambos estaban en posiciones privilegiadas, mantuvieron un cercano contacto con Colosio y fueron afectados, de distintas maneras, por la muerte del excandidato priísta.
La realidad es que ninguno de los dos ha querido testificar. En una entrevista a finales de 1996, le pregunté al entonces presidente Zedillo lo siguiente:
-“¿Cree usted que una investigación seria deba incluir su testimonio?¿Usted estaría dispuesto a testificar?”
-“Mire, si yo tuviera cualquier elemento que aportar para resolver este o culaquier otro caso, naturalmente mi responsabilidad sería ofrecerlo”, me contestó.
-“En la carta que usted le escribió a Colosio el 19 de marzo del 94 –en la que le decía a Colosio que había tensiones con el presidente Salinas de Gortari- muchos creen que ahí hay una línea de investigación. ¿No cree que ahí hay una línea de investigación en el caso de Colosio?” le pregunté a Zedillo.
-“No me corresponde a mí, pero me parece que esa deducción, pues, es una deducción muy cuestionable”, respondió molesto.
Salinas de Gortari me contestó lo siguiente respecto al asesinato de Colosio, durante una entrevista en octubre del 2000:
-“Déjeme preguntárselo directamente”, le dije. “¿Mandó usted matar a Colosio?”
-“Luis Donaldo Colosio era mi amigo entrañable”, me contestó. “Luis Donaldo Colosio y yo teníamos una relación de 15 años durante la cual desarrollamos una afinidad política y una cercanía fundamental. Quienes afirman que Donaldo Colosio y yo tuvimos una diferencia, no conocen los diálogos intensos, la relación directa y el trabajo político común que tuvimos a lo largo de 15 años.”
Luego le mencioné a Salinas de Gortari sobre la carta de Zedillo a Colosio, en la que destacaba las tensiones del candidato priísta con el entonces presidente.
-“¿No es esta una linea de investigación?” le pregunte a Salinas. “¿La gente no tendría razón en sospechar que usted tuvo algo que ver en el asesinato de Colosio?’
-“Mire usted”, me dijo, mirándome directamente a los ojos, casi sin parpadear. “Si la gente supiera que, despues de la familia, quien más afectado resultó por la muerte de Luis Donaldo Colosio fui yo, entonces tendrían una perspectiva diferente.”
-“Quiero volver a preguntar. ¿Usted no tuvo nada que ver con el asesinato de Colosio?” repetí.
-“Yo fui de los que más perdieron con la muerte de Colosio”, contestó Salinas de Gortari. Y luego se creo un largo silencio.
No he vuelto a hablar ni con Salinas de Gortari ni con Zedillo desde esas entrevistas. Pero lo que sí me queda claro es que una investigación seria, creíble y completa sobre el asesinato de Colosio debería incluir, forzozamente, los testimonios de ambos expresidentes. Pregúntenle a Salinas y a Zedillo. Por ahí debieron haber comenzado hace 10 años.
“¿Por que razón ellos se han quedado callados?” se preguntó Ruben Aburto antes de colgar. “Ya son diez años de impunidad. Queremos que se esclarezca la verdad.”
Posdata española. Lo primero que hice cuando supe de los atentados terroristas en Madrid, fue hablarle a mi hija Paola, quien hasta hace muy poco vivía ahí. Su primer impulso fue tomar el vuelo de la noche para estar con sus amigas y mostrar su solidaridad con el resto de los españoles. La simple idea de que ella pudo haber estado cerca de los lugares donde explotaron las bombas me paraliza. Y ese es el problema del terrorismo; que todos podemos ser sus víctimas, independientemente de nuestras posiciones políticas, ideológicas y religiosas. El sentimiento de alivio que sentí al saber que mi hija estaba a salvo no lo pueden compartir, desafortunadamente, los familiares de las víctimas. Hoy estoy con ellos, hoy todos somos españoles.