Las mujeres al poder. Ese es el mensaje más claro de la toma de posesión de Michelle Bachelet como presidenta de Chile. Y esta simple ceremonia habla de la otra revolución que está viviendo América Latina: la de las mujeres como protagonistas.
Hay dos movimientos que están definiendo a latinoamérica a principios del siglo 21: el de los gobernantes de izquierda que están llegando al poder con votos y no con balas, y el de las mujeres que, rompiendo con las barreras tradicionales, se están convirtiendo en líderes de países, empresas y organizaciones.
Michelle Bachelet es reflejo de estas dos revoluciones.
Bachelet, en una clara señal de nuestros tiempos, no es la única. Un ejemplo basta: Lourdes Flores, la candidata presidencial peruana va adelante en las encuestas para las elecciones del 9 de abril. Ninguna de las dos tiene pareja y ninguna de las dos parece extrañar la presencia masculina. Pueden solas. Otras en otros países están siguiendo sus pasos.
Pero lo interesante del fenómeno de Bachelet es que llega al poder democráticamente y sin un hombre importante a su lado. María Estela Martínez de Perón asumió la presidencia en Argentina en 1974 tras la muerte de su esposo; Violeta Chamorro fue presidenta de Nicaragua en 1990 gracias al apoyo simbólico de su marido, Pedro Joaquín Chamorro, asesinado por la dictadura somocista; Mireya Moscoso gobernó Panamá por cinco años, llevando el legado del tres veces presidente Arnulfo Arías.
Bachelet no. Ella llegó solita.
O, más bien, llegó con sus tres hijos, con la memoria de su padre –un general asesinado durante la dictadura de Augusto Pinochet- y con la clara conciencia de que, para una mujer, todo es posible.
“¿Quien hubiera pensado, hace veinte, diez, cinco años, que Chile elegiría como presidente a una mujer?” dijo Bachelet horas después de conocerse que tenía más de la mitad de los votos. “Parecía difícil. Pero fue posible.”
La pregunta es ¿cómo le hizo Bachelet, una doctora agnóstica de 54 años, para llegar al poder en un país católico, que hasta hace poco prohibía el divorcio, con hombres dominando casi todos los sectores y que aún no le da a las mujeres un papel igualitario?
Me puse a rascar cibernéticamente en varios de los discursos que ha dado Bachelet y encontré uno, pronunciado en Temuco el 30 de junio del 2005, que nos da las claves de todo lo que tuvo superar Bachelet para estar donde está.
Cinco son los obstaculos principales para que una mujer llegue al poder, según la nueva presidenta:
1) “Existe mucha discriminación en los salarios y en el acceso a los buenos empleos”. (En Chile las mujeres son solo el 36 por ciento de la fuerza laboral y tienen los peores empleos.)
2) “Las mujeres vivimos en promedio 7 años más que los hombres y muchas veces tenemos menor protección social. ¿Por qué? Porque muchas veces la mujer deja de trabajar y cotizar durante varios años por tener que quedarse cuidando a los hijos.”
3) “Tenemos que compartir más los roles en el hogar. Pero necesitamos un cambio cultural. Con dos padres atentos al niño, vivan o no vivan juntos, tendremos niños más queridos y mejor cuidados.”
4) “¡70 chilenas mueren al año producto de violencia de parejas o exparejas!…Peor aún: en muchos casos estamos hablando de femicidio.”
5) “Muchas mujeres sufren una doble o triple discriminación. ¿De qué igualdad de oportunidades se le puede hablar a una mujer, pobre e indígena?”
Lo curioso de las razones que, según Bachelet, impiden que las mujeres se superen pudieran aplicarse a cualquier país de América Latina. Los malos empleos, la doble o triple discriminación, y el trato machista son una triste constante en la región. Pero por eso, precisamente, resulta extraordinario el triunfo de Michelle en Chile. Enfrentó, como todas las latinoamericanas, esos obstáculos y los superó. Eso la hace distinta.
Sin embargo, Bachelet no camina sola. Cada vez que viajo a América Latina noto cambios. El número de directoras de empresa, de ministras, abogadas, doctoras y de mujeres estudiantes de posgrado parece ir en evidente (aunque lento) aumento.
Les cuento una anécdota personal. Durante las últimas dos décadas más mujeres que hombres se han inscrito en muchas escuelas de comunicación del continente. Y eso tiene sus consecuencias positivas. Hoy conozco a tantas mujeres periodistas o directoras de noticias como a reporteros. Y mis tres jefes son jefas. Este cambio en el mundo de las comunicaciones se está extendiendo rápidamente a otros sectores.
Viva el cambio.
Mi hija, a diferencia de sus abuelas, creció pensando que para ella todo es posible. Hace unos días conocí a varias de sus compañeras de la universidad y es inevitable no sorprenderse de la independencia, inteligencia y ambición de estas jóvenes. El mundo, estoy convencido, es de ellas. Nada las va a parar. Nada.
La toma de posesión de Bachelet es el signo más evidente de esa otra revolución, la revolución de las mujeres como las principales protagonistas de la historia. Pero basta con platicar con las hispanas y las latinoamericanas más jóvenes para darse cuenta que esa revolución apenas comienza.
Si hoy tuviera la oportunidad de presentarle a mi hija a una persona, una sola, de todo continente americano escogería a Michelle Bachelet. No puedo pensar en un mejor ejemplo para su futuro.