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LAS CARAS DE HILLARY

New York

Hillary Clinton no es una mujer que se pueda leer a primera vista. Hay que verla como si fuera una pintura cubista donde aparecen, simultáneamente, varias caras en un mismo plano. Ninguna de esas caras, sola, es la real. Es preciso ver todas las caras, juntas, para empezar a entenderla.

Y digo esto porque sería muy fácil estereotipar a Hillary, por ejemplo, como una mujer abnegada y pasiva que no se atrevió a dejar a su esposo, el presidente de los Estados Unidos, durante el escándalo sexual con Mónica Lewinsky. O bien, sería igual de fácil encasillarla como una mujer dura y calculadora que está aprovechando el puesto de su marido como un trampolín al mundo de la política.

En las calles y restaurantes de ésta ciudad todos parecen tener una opinión hecha sobre Hillary. Es normal; después de todo hay muchas posibilidades de que termine como senadora por el estado de Nueva York (si le gana, claro, el popularísimo alcalde neoyorquino Rudolph Giuliani).

Por ahora, Hillary está dando sus primeros pasos en las tierras movedizas de la política de Nueva York. Y, desde luego, en los tambaleos iniciales ya se metió en problemas con dos grupos. Con los judíos, por no oponerse abiertamente a la creación del estado de Palestina, y con los puertorriqueños por no apoyar desde un principio la liberación de un grupo que busca la independencia de Puerto Rico.

Sobre éste último punto, lo mas preocupante es que Hillary tomó su decisión sin pleno conocimiento del tema. Eso provocó el lógico enojo de varios líderes hispanos y probablemente le signifiqué la pérdida de una porción importante del voto puertorriqueño -un 6 por ciento del total en el estado de Nueva York. Hillary dice que en éste caso le falló el proceso de consulta con sus asesores latinos. Sin embargo, quienes conocen a Hillary, aseguran que ella dice lo que piensa la mayor parte del tiempo (aunque esto le ocasione problemas en el futuro). Ese es su estilo.

Y bueno, esa es precisamente la Hillary que yo conozco. Les cuento.

En dos ocasiones he tenido la oportunidad de escucharla; una vez en una reunión con líderes hispanos en la Casa Blanca y la otra durante la gira del presidente Clinton en Buenos Aires, Argentina. En Washington, a pesar de que estaban presentes en el mismo encuentro el presidente Clinton y el vicepresidente Al Gore, fue ella quien pronunció el discurso principal y quien marcó los tiempos para llegar, hablar, saludar e irse.

En Argentina, en octubre de 1997, el encuentro fue mucho mas personal. El presidente Clinton había culminado un town hall meeting o programa de televisión a nivel internacional con mas de 120 jóvenes latinoamericanos, y como es su costumbre, le dio por platicar con cada uno de los asistentes. Pero antes de hacerlo, volteó a ver a Hillary -quien también se encontraba en el estudio de televisión de Buenos Aires- para buscar su aprobación. La obtuvo.

Así, mientras el presidente norteamericano aprendía de primera mano lo que piensan los futuros líderes de éste continente, su esposa se aseguraba que todo marchara en orden y constantemente le daba instrucciones a los asesores presidenciales y al ejército de guardaespaldas. Ella es quien estaba en control de la situación.

El presidente se pasó 45 minutos hablando con la gente, tiempo que yo aproveché para hablar con su esposa. Hillary es una mujer que parece, siempre, estar a gusto; pocas cosas la deben poner nerviosa. O por lo menos esa fue mi impresión. Asimismo, me parece que no es muy buena en pláticas frívolas; se siente mas segura hablando de microempresas y de cómo sacar de la pobreza a las mujeres de la India, que de su vida personal. (Después de lo de Mónica Lewinsky, claro, todos entendemos por qué.)

Una de las cosas que mas me sorprendió es que Hillary expresara abiertamente y en público -tras los primeros cinco minutos, varios jóvenes se habían unido a la conversación- su repudio a las dictaduras militares en Argentina y la necesidad de castigar a los culpables de violaciones a los derechos humanos. Si esas opiniones hubieran alcanzado los oídos de cualquier periodista argentino, estoy seguro que se hubieran convertido en noticia de primera plana. No ocurrió. Pero lo interesante del caso es que Hillary dio su opinión sin importarle las consecuencias diplomáticas o políticas. Al final, cuando Hillary dijo “nos vamos”, se fueron; presidente, guardaespaldas, asesores y todos.

De nuevo, Hillary es una mujer que está acostumbrada a estar en control y que dice las cosas tal y como las piensa. No hay que tenerle pena. Es la vida que ella escogió. Igual en la política que en su vida personal.

Por eso, si ella muestra simpatía por la causa de los palestinos y animosidad por los presos políticos puertorriqueños, bueno, pues eso es lo que piensa. Nada ganan judíos y puertorriqueños con presionarla. Si la eligen senadora de Nueva York, al menos sabremos exactamente qué es lo que piensa.

De la misma forma, cuando Hillary asegura que sigue con su esposo, a pesar de sus infidelidades, porque hay un “profundo compromiso” de mas de dos décadas entre ambos, hay que creerle. Cada relación es un laberinto de dos. La de los Clinton no es la excepción.

Estos son, pues, retratos de algunas de las caras de Hillary que he conocido y que quizás les pudieran interesar. Sobre todo si la vamos a tener por senadora durante seis años. Pero como dije al comenzar éste artículo: Hillary es una mujer demasiado compleja como para poderla encuadrar en blanco y negro.

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