El inmmigrante más famoso de Estados Unidos, Arnold Schwarzenegger, le ha dado la espalda, una vez más, a otros inmigrantes como él. Hace unos días vetó una propuesta de ley que le hubiera permitido obtener la licencia de manejar a cerca de dos millones de inmigrantes indocumentados en California. No hay nada más triste e hipócrita que cuando un inmigrante le da la espalda a otros…y la espalda de Schwarzenegger es muy ancha.
Arnold, parece ser, tiene dos caras: una, con la que presume en todo Estados Unidos de ser un inmigrante; y otra, con la que gobierna y con la que le cierra las puertas a otros inmigrantes. Estados Unidos ha sido un país que le dio a Schwarzenegger las posiblidades de convertirse en un famoso actor, en un multimillonario hombre de negocios y en el gobernador de uno de los estados más ricos del país. Pero, ahora que ya tuvo éxito, Arnold no quiere darle esas mismas oportunidades a los inmigrantes que llegaron después de él.
Al vetar la medida, Schwarzenegger ni siquiera dio la cara. A través de un comunicado oficial de 56 palabras, Arnold dijo que “una de las más importantes obligaciones de un gobernador es proteger a los ciudadanos…y esta propuesta de ley no incluye protecciones a nuestra seguridad.”
Sin embargo, esas licencias de manejar para indocumentados hubieran incluído la revisión de antecedentes penales, huellas digitales, fotografía y la exigencia de un seguro para todos los solicitantes. Pero para el gobernador eso no era suficiente. ¿Por qué? Porque él quería que las licencias para inmigrantes fueran de un diseño distinto, de otro color o con una clara señal que indicara que el portador era un indocumentado.
Esto, sin embargo, sería muy peligroso en un estado como California. Solo les faltó pedir que los inmigrantes se marcaran la palabra “indocumentado” en la frente. Una licencia así podría provocar innumerables casos de abuso y racismo contra el que la tuviera; una simple infracción de tránsito pudiera significar la deportación inmediata y la separación de una familia.
El senador estatal, Gil Cedillo, el propulsor de esta medida, sugirió (de acuerdo con un artículo del diario Los Angeles Times) que una licencia de conducir que indicara que el portador era un indocumentado sería similar a la práctica nazi de identificar a los judíos con una estrella de David. La comparación, me parece, es exagerada. Pero alguien como Schwarzenegger -que viene de un país como Austria donde se sufrió tanto la discriminación étnica y religiosa del nazismo a mediados del siglo 20- debería ser mucho más sensible ante posibles casos de racismo. No lo ha sido.
Los discursos de Schwarzenegger, en ocasiones, son contrarios a sus acciones. El gobernador, durante la convención nacional Republicana en Nueva York, dijo: “A mis compañeros inmigrantes que me escuchan esta noche, quiero que sepan que ustedes son bienvenidos en este partido. Nosotros los Republicanos admiramos su ambición. Los apoyamos para que hagan sus sueños realidad. Creemos en su futuro.”
Sin embargo, varias acciones de Schwarzenegger han sido claramente antiinmigrantes. Esta es la segunda vez que Schwarzenegger boicotea un esfuerzo para darle licencias de manejar a indocumentados. De hecho, parte de su victoria en la elección para gobernador de California se explica por sus posturas antiinmigrantes.
Schwarzenneger, según la agencia de noticias AP, votó a favor en 1994 de la propuesta 187 que, de no haber sido declarada anticonstitucional, le hubiera prohibido ir a la escuela a miles de niños indocumentados y hubiera evitado que los inmigrantes sin papeles recibieran atención médica en los hospitales estatales. Y no solo eso. Schwarzenegger escogió al exgobernador Pete Wilson –promotor de la propuesta 187 y, por lo tanto, considerado por muchos como un enemigo de los inmigrantes- como director de su campaña para la gubernatura de California en el 2003.
Lo irónico es que casi no hay diferencias entre estos inmigrantes y el gobernador. Más allá de la cuestión migratoria, la única diferencia es su país de origen: ellos son latinoamericanos y él es europeo. Pero la realidad es que Arnold no los ha tratado como si fueran iguales, ni mucho menos como “compañeros inmigrantes”. Schwarzenegger, contrario a lo que dijo en su discurso en Nueva York, no ha apoyado los sueños de estos inmigrantes.
Estos indocumentados a quienes Schwarzenegger ha rechazado en varias ocasiones no son criminales, no son terroristas, ni son los responsables de los actos del 11 de septiembre del 2001. Por el contrario, son los que limpian sus autos, construyen sus casas, cosechan lo que come y son los que lo atienden cada vez que va a un hotel o a un restaurante.
Además, con o sin su permiso, los indocumentados seguirán manejando. El veto del gobernador, claro, les afecta. Pero, más que nada, este veto ha sacado a relucir los peores prejuicios del Terminator.