Entrevista con el presidente de El Salvador
Miami.
Cuando supe que iba a entrevistar al joven presidente de El Salvador, Tony Saca, la primera pregunta que me saltó a la mente fue: ¿qué están haciendo soldados salvadoreños en Irak?
No tenía mucho sentido que un país tan pequeño y tan lejos del medio oriente estuviera metido ahí desde el 2003. Es, además, el único país latinoamericano con tropas en Irak. Actualmente tiene 280 soldados en Irak. Y se lo pregunté. ¿Qué hacen ahí?
“En primer lugar nosotros consideramos que cuando una cosa se comienza, hay que terminarla”, me dijo. “Te puedo asegurar que en varias zonas de Irak donde han estado nuestros contingentes, ha mejorado la seguridad.”
Es curioso que muchos políticos norteamericanos no pueden definir lo que sería tener “éxito” en Irak, pero Tony Saca sí tiene su propia definición: “Cuando puedan las autoridades, y especialmente la fuerza pública de Irak, ir tomando control del país.” Eso, hasta el momento, no ha ocurrido. Irak ha resultado ser incontrolable. ¿Y el costo para El Salvador? Cinco soldados muerto.
¿Por qué lo hace El Salvador? ¿Qué gana? “Tenemos una alianza histórica con Estados Unidos”, me explicó Saca. “Ellos contribuyeron mucho con El Salvador en momentos difíciles.”
¿Es, quizás, un acuerdo tácito de soldados por visas? No, me aseguró el presidente. El programa del TPS no está condicionado a la presencia de tropas salvadoreñas en Irak.
Saca, un excomentarista deportivo de 42 años de edad, sabe que las guerras, como el deporte, son trabajo de equipo. “Hay que ver esto de la seguridad mundial y el terrorismo de una manera global.”
Hace unos meses fue a Irak a apoyar a sus tropas. ¿Se la jugó? “Fuimos a un lugar que, evidentemente es peligroso”, me contó. “No es Disneylandia. Es Irak; un país que está en guerra.”
La otra guerra de Tony Saca es contra las pandillas. Y ahí los resultados también son mixtos. Su política de “mano dura” ha logrado bajar el número de homicidios diarios de 13 (cuando tomó la presidencia) a 8 hoy en día. Las pandillas, me dijo el presidente, no controlan a El Salvador. Son responsables de 6 de cada 9 muertes, pero “son mucho menos que las que recibimos.”
“¿Es verdad que El Salvador tiene uno de los índices de homicidios más altos del mundo?” le pregunté. “No, no es cierto”, me respondió, “esa es una de mis quejas.” Saca se queja de la falsa imagen de que son pandillas lo primero que se encuentra un visitante tras llegar al aeropuerto internacional de San Salvador.
A pesar de tener a 5 mil pandilleros en las cárceles, el problema está muy lejos de resolverse. “Lo más importante de las pandillas es el tema de la prevención; evitar que más muchachos se metan en estas conductas delictivas.”
“¿Hay escuadrones de la muerte en El Salvador (matando a pandilleros)?” No, respondió. “Nosotros no tenemos ninguna información de que existen escuadrones de la muerte; lo que nosotros tenemos es luchas entre las pandillas.”
El problema central, sin embargo, está en la pobreza y en la falta de oportunidades. Si un muchacho salvadoreño no tiene una buena escuela, y empleo al salir de ahí, las pandillas se convierten en una alternativa. Pero Saca insiste en que se han hecho grandes avances en ese sentido.
“En los últimos 15 años hemos reducido la pobreza de un 65 por ciento a un 30 por cierto”, me dijo en la entrevista que salió originalmente en televisión. Pero luego algunos televidentes se comunicaron conmigo para decirme que Saca estaba presentando a El Salvador como “un país de ricos” y que la realidad era muy distinta.
Saca atribuye este avance contra la pobreza, entre otras cosas, a la creación de empleos y al CAFTA, el tratado de libre comercio que firmó con Estados Unidos. El 70 por ciento de las exportaciones de El Salvador vienen a Estados Unidos. “Somos un país con reglas claras para exportar al principal mercado del mundo.”, me dijo satisfecho.
Al final de cuentas, a Saca le quedan menos de dos años de gobierno y se irá con dos guerras andando. Una en Irak y otra en las calles de su país. Son dos guerras heredadas y, por lo pronto, imposibles de ganar. Pero son dos guerras que han definido su presidencia.
No me queda la menor duda que, si dependiera de él, ya les hubiera puesto un punto final. Pero no puede. Las dos guerras de Tony Saca son la prueba más clara que los presidentes son menos poderosos de lo que la gente se imagina y, definitivamente, mucho menos poderosos de lo que ellos mismos quisieran.