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LAS LECCIONES DE PUEBLA YORK

Nueva York

Esta ciudad está poblada de poblanos. En Nueva York, sin duda, se come el mejor mole poblano después de Puebla. Y no parece haber restaurante en Manhattan que no tenga a por lo menos un poblano en la cocina o como mesero. Aquí hay poblanos que hacen sushi, que limpian sartenes manchados de pasta o de la grasa de un t-bone steak y que, en pocas palabras, permiten que millones de neoyorquinos lleven una vida sabrosa. Bienvenidos a Puebla York.

Durante una reciente visita a la librería Lectorum -que tiene la más amplia colección de libros en español de la ciudad- le pregunté a tres personas al azar de dónde eran y las tres, invariablemente, me contestaron: “De Pueba”, “De Puebla”, “De Puebla”.

Es difícil saber cómo empezó el caminito que trajo a tantos poblanos a Nueva York. El último censo solo nos dijo que en Estados Unidos viven 23 millones de personas de origen mexicano pero no especifica cuántos “poblorquinos” hay. Lo que sí sabemos es que siguen llegando por tres razones: la primera es que ya existe toda una red de contactos familiares y de amistad que abriga a los nuevos inmigrantes; la segunda es que aquí hay trabajos para ellos; y la tercera es que en Nueva York hay tantos extranjeros que es prácticamente imposible localizar a un indocumentado. Es decir, aquí corren menos riesgo que en California, Texas o Illinois de ser deportados.

Esto, sin embargo, no quiere decir que lleven una vida fácil. Después del 11 de septiembre del 2001 los inmigrantes -de cualquier origen, no solo árabe- se han convertido en los chivos expitatorios de la frustración de un gobierno que no ha podido capturar a Osama Bin Laden y que vive con el temor de nuevos actos terroristas.

Es una verdadera tristeza que el principal producto de exportación de México sean algunos de sus más dedicados y disciplinados trabajadores. Estos mismos poblanos que están ayudando a Nueva York a levantarse de las cenizas de septiembre podrían echar a andar cualquier industria o proyecto en el estado de los camotes. Pero están aquí. Aunque, eso sí, con los dólares que envían a Puebla viven decenas de miles de familias.

Estos “poblorquinos” están siendo testigos de dos experimentos en Nueva York que podrían mejorar de manera significativa la calidad de vida en México:

1) El primer experimento que se probó con éxito en Nueva York y que ahora, con la asesoría del exalcalde Rudolph Giuliani, se pondrá en práctica en la ciudad de México es el de la lucha contra el crimen. Con su política de “cero tolerancia”, Giuliani y su cuerpo de policía entendió a la perfección que los criminales que matan, secuestran y trafican con droga no tienen, durante el día, trabajos de plomeros, doctores o arquitectos y que necesitan realizar pequeños crímenes para sobrevivir. El plan fue simple: hay que agarrarlos y encarcelarlos después que cometan esos pequeños crímenes: robos de autos y tiendas, violencia pandilleril e infracciones menores. Las cárceles se llenaron y el crimen disminuyó. Habrá que ver si la policía mexicana, con su bien ganada fama de corrupta, puede aplicar un programa anticrimen de características similares al de Nueva York.

2) El segundo experimento neoyorquino que pudiera aplicarse en México y que podría tener magníficas consecuencias para la salud y los pulmones de los mexicanos es una propuesta de ley -llamada Intro 256- que prohibiría fumar en cualquier restaurante, café o bar de la ciudad de Nueva York. Más de tres mil establecimientos serían afectados si se aprueba la nueva ley. El argumento es claro: el cigarro mata, tanto a los fuman como a los que respiran el humo de los fumadores. Si el flamante alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg se sale con la suya, millones de neoyorquinos limpiarán sus pulmones y vivirán más años. ¿Por qué no se puede hacer algo así, también, en México?

El prohibir el fumar en centros de trabajo y lugares públicos en México salvaría muchas más vidas que el mejor y más perfecto plan anticrimen que pudiera aplicar Giuliani en la ciudad de México. Además, requiere menos recursos y bastaría con una directiva presidencial para poner en práctica en todo México una ley contra el cigarrillo. Sin embargo, esta medida ni siquiera se está debatiendo por los miles de millones de pesos que pagan en impuestos las compañias tabacaleras al gobierno mexicano, por sus bien pagados abogados, por la extraordinaria influencia de la industria del humo en las altas esferas del poder y por una sociedad que, sorprendentemente, tolera mejor a los fumadores -aunque maten- que a los no fumadores.

En fin, que los “poblorquinos” podrían aplicar en México su extraordinaria capacidad de trabajo así como sus recién aprendidas lecciones sobre cómo combatir el crimen y los efectos nocivos del cigarrillo. Lástima que vivan tan lejos.

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