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LO QUE NO HIZO FOX

Lo mejor que hizo Vicente Fox fue antes de ser presidente de México. Fox fue mucho mejor candidato que presidente. Y, por ahora, con eso me basta.

Millones de mexicanos, al igual que yo, nacimos con el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el poder y pensábamos que nos íbamos a morir, también, con el PRI en el poder. Gracias a Fox eso no fue así. México, digan lo que digan, es un mejor país sin el PRI eternizado en el poder.

Creo que el mayor triunfo político de Fox fue su victoria electoral en el 2000.
Ese triunfo parecía imposible, impensable, ante un PRI matón, censor, represor, tramposo, corrupto. Pero se logró. Gracias a Fox. Fue algo que muchos mexicanos esperaron por 71 años.

Pero a partir de ahí Fox se fue cuesta abajo.

Vicente –el ranchero con botas, el que hablaba golpea’o, el que no tenía miedo de enfrentar a los priístas- se desinfló en Los Pinos. Si le hubiera echado tantas ganas a la presidencia como le echó a la campaña como candidato, otro México tendríamos.

Y no es que un solo hombre pueda cambir a todo un país. Pero el llamado “presidente del cambio” no cambió casi nada.

Luego de ganar las elecciones, los mexicanos teníamos enormes esperanzas en Fox. “No nos falles” le gritaban a su paso. Y él sonreía y hacía una “v” de victoria con sus largos dedos. Al final no pudo o no supo cómo.

Fox tenía tanto apoyo de la gente que en los primeros días de su gobierno pudo hacer cambios casi revolucionarios en México. Todo se lo hubieran aplaudido.

Pero no los hizo. Los corruptos se quedaron sin ir a la cárcel, los asesinos nunca fueron juzgados, los que acaparaban el poder y los medios de comunicación lo siguieron acaparando, los poquitos que acumulaban más de la mitad del ingreso nacional se hicieron más ricos.

En su primera entrevista luego de ganar las elecciones, Fox me dijo en la mañana del 3 de julio del 2000 que “es audaz lo que hemos propuesto: crecer a un siete por ciento…sí da para crear el millón 350 mil empleos anuales.” Su promesa fue tan audaz que nunca la cumplió. Ni siquiera llegó a la mitad. Tanto que criticó Fox a los antiguos priístas por no crear empleos bien remunerados y él cayó en lo mismo.
Y los mexicanos que no tenían un buen trabajo se empezaron a ir.

Nunca se han ido tantos mexicanos de México como durante la presidencia de Fox. Calculo, bajita la mano, que se habrán ido cerca de 2 millones hacia Estados Unidos.

La idea de Fox de negociar un acuerdo migratorio con Estados Unidos nunca se materializó. Esa fue la parte central de su política exterior y fracasó estrepitosamente.

Podemos echarle la culpa de esto a los actos terroristas del 11 de septiembre del 2001 o a la incapacidad de sus colaboradores de convencer, uno por uno, a los congresistas norteamericanos. Nada, nada se logró a favor de los inmigrantes mexicanos.

Fox, además, deja un país más peligroso.

Caminar por las calles de la ciudad de México o de ciudad Juárez es una apuesta con el diablo. Los secuestros en México ya se equiparan con los que ocurren en Colombia. El narcotráfico se impone fácilmente a la policía en varias regiones. Y el reciente conflicto en Oaxaca demostró un enorme vacío de autoridad.

El principal pecado de Fox durante su presidencia es de omisión. Dejó de hacer.

No había una explicación a la falta de iniciativa (y hasta de ganas) de Fox por cambiar las cosas. Por esa pasividad, algunos sospechaban que la salud de Fox no era la óptima.

Eso me llevó a preguntarle en Nueva York, en septiembre del 2003, si él tomaba antidepresivos. “No”, fue su respuesta tajante.

Justifiqué la pregunta argumentando que la salud de un presidente es un asunto público. Seguí la regla de la periodista Oriana Fallaci, recientemente fallecida, de que no hay pregunta que no se pueda hacer. Pero aún hoy no estoy convencido de que actué correctamente al haberme metido en la vida privada de Fox.

Saco a relucir esta pregunta porque donde coinciden los críticos de Fox es en que fue –ya fue- un presidente reactivo, no proactivo. Pudo hacer tanto e hizo tan poco. Ese ranchero entrón y mal hablado que tanto nos gustó de candidato, se quitó las botas como presidente.

-“¿No se va a quitar las botas?” le pregunté en esa primera entrevista como presidente electo. “Nunca, ni en la tumba”, me contestó. “Ahí voy a estar con las botitas fuera.”

Al final de su sexenio, cuando vi a Fox sin botas en varios eventos supe que las cosas no marchaban tan bien. El poder lo había cambiado. Pisaba distinto.

Mi conclusión: a pesar de todas las faltas y omisiones, el balance de Fox es positivo. Con él llegó la alternancia en el poder y la experiencia, por primera vez para nosotros, de una elección legítima y justa. Con él botamos al PRI. Y, para mí, sólo por eso, basta y sobra.

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Presentador de Noticiero Univision desde 1986. Escribe una columna semanal para más de 40 periódicos en los Estados Unidos y Latinoamérica y publica comentarios de radio diarios para la red de Radio Univision. Ramos también acoge Al Punto, el programa semanal de asuntos públicos de Univision que ofrece un análisis de las mejores historias de la semana, y es el conductor del programa Real America, que sale semanalmente en todas las plataformas digitales y que registra millones de visitas. Ramos ha ganado más de ocho premios Emmy y es autor de más de diez libros, el más reciente, 17 Minutos; Entrevista con el Dictador.

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