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LONDRES DESPUES DEL TERROR

Londres, Inglaterra.

Los británicos tuvieron una forma muy particular, única, de reaccionar ante los recientes actos terroristas en tres vagones del metro y en un autobús: no cambiaron su rutina. Siguieron haciendo casi todo igual. En un claro desafío a los terroristas, salieron a las calles, volvieron a usar el transporte público, llenaron los restaurantes, bares, teatros y cines.

Llegué a Londres un día después de los ataques que mataron a más de medio centenar de personas pero, en un principio, no noté nada extraño. El ritmo de la ciudad no parecía haberse alterado radicalmente. El primer ministro, Tony Blair, poniendo el ejemplo, continuó trabajando en la reunión de los ocho países más desarrollados del mundo (G-8). Las plazas de Picadilly y Trafalgar estaban a reventar con turistas, el tráfico complicado como siempre, y el resto de la capital británica enfrascado en un genuino intento por tratar de regresar a la normalidad. Y casi lo lograron. Casi.

Pero no tiene nada de normal el miedo a subirse a el metro o a un autobús y volar en pedazos segundos después por una bomba. Quizás nos estamos acostumbrado a vivir con miedo.

Debo confesar un cierto nerviosismo al tomar el tren Eurostar de París a Londres. La maravilla de ingeniería que permite el recorrido en dos horas y media a través de un túnel por debajo del océano, sería –pensé- un perfecto objetivo terrorista. Ocasionaría, sin duda, múltiples muertes y colapsar el túnel, generaría noticias a nivel mundial y crearía serios problemas para dos países –Francia e Inglaterra- con crecientes poblaciones musulmanas.

Lo triste, lo verdaderamente triste, de los actos terroristas de Nueva York, Madrid y Londres es que ahora todos, de alguna manera, estamos pensando como los terroristas. Una amiga mexicana se rehusó tajantemente a tomar el metro en Londres y a mi no me hizo mucha gracia subirme al típico autobús rojo de dos pisos, como el que había explotado horas antes.

Un rápido análisis basado en el número de muertos de los últimos tres ataques terroristas pudiera darnos una falsa idea de seguridad. El 11 de septiembre del 2001 murieron casi tres mil personas en Estados Unidos; 191 más fallecieron en Madrid hace 16 meses; y esta vez en Londres el número de muertos y desaparecidos no pasará de los 75. Pero el problema no está en el número de muertos sino en la incomodísima sensación de que los terroristas pueden atacar cualquier lugar, en cualquier momento, sin importar las estrictas medidas de seguridad impuestas en los últimos cuatro años en todo el mundo.

Los hechos parecen contradecir a Bush y a Blair. Estos ataques demuestran que no estamos ganándole la guerra al terrorismo y que el derrocamiento de Saddam Hussein en Irak no ha producido un mundo más seguro. Al contrario. Las guerras en Irak y Afganistán, así como el conflicto entre Israel y los palestinos, han radicalizado a montones de jóvenes musulmanes dispuestos a suicidarse en ataques terroristas contra Estados Unidos y sus aliados.

La pregunta ya no es si habrá otro ataque terrorista sino dónde y cuándo. ¿Podría ser en Italia o El Salvador, países que han enviado a sus soldados a Irak? ¿Será un avión, tren o autobús? ¿Envenenarán la leche, el agua potable o usarán material radioactivo? Antes no nos hacíamos estas preguntas. Ahora sí. Y eso es lo que ha cambiado. Los terroristas ya están jugando con nuestras mentes.

Esto, desde luego, no tranquiliza a nadie. Tengo a un familiar muy cercano viajando por Italia y ahora estoy más preocupado por un posible ataque terrorista en ese país –cuyo presidente Silvio Berlusconi ha apoyado incondicionalmente la guerra en Irak- que antes de las explosiones en Londres. Y lo grave es que este temor permanente que nos corroe a todos no va a desaparecer pronto.

Por eso, ante este panorama, es loable y sorprendente la valentía y el estoicismo de los británicos luego de los ataques. A los neoyorquinos les tomó meses regresar a la normalidad, a los españoles semanas y a los ingleses solo un día. Uno solo.

No soy un fan de la realeza en el siglo 21, pero me llamó poderosamente la atención la declaración de la reina Isabel II después de visitar algunos de los heridos. Los terroristas, dijo, no lograrán cambiar nuestro modo de vida. Y en eso la reina y todos los ingleses han demostrado tener la razón.

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