Acapulco, México
Las noticias son en ocasiones como las olas que revientan en la playa del Revolcadero de este puerto; algunas aparentan ser muy grandes pero pronto son seguidas por otras mucho mayores. Luego viene una calma, corta y las olas vuelven a reventar. Así, en los últimos días ha habido noticias sobre el gobierno del presidente mexicano Vicente Fox que amenazaban su popularidad y buena imagen…para después dar paso a aplausos y un nuevo período de tranquilidad.
El ya famoso toallagate dolió mucho aquí en México, no tanto por la compra de toallas de 400 dólares y un sistema automático de cortinas de miles más, sino por las promesas que rompió. Fox llegó a la presidencia prometiendo una administración distinta a las priístas, es decir, sin corrupción y austera. Pero la compra de esas toallas y cortinas para la casa presidencial de Los Pinos pusieron a Fox en una incómoda contradicción.
Fox, desde luego, tiene cosas más importantes que andar por ahí comprando toallas. Además, el toallagate sólo pudo haber ocurrido en un gobierno democrático y transparente. ¿Cuántos escándalos por gastos muy superiores fueron escondidos en las presidencias que le precedieron? Pero Fox como líder del país debe gobernar con el ejemplo y marcarle a sus colaboradores claros lineamientos éticos. Primer fallo.
Todo esto coincidió con el primer aniversario de la histórica elección del 2 de julio del 2000 que terminó con 71 años del dinosáurico Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la presidencia y que llevó la alternancia y la verdadera democracia representantiva a México. Pero con la fecha iban prendidas con alfiler las promesas que hizo Fox como candidato y que a los mexicanos no se les olvidan: crecer al 7 por ciento anual, crear un millón 350 mil nuevos empleos al año, solucionar el conflicto guerrillero en Chiapas, reducir los secuestros y la criminalidad, formar una Comisión de la Verdad para investigar, enjuiciar y encarcelar a políticos, militares, policías y funcionarios corruptos y asesinos…Nada de eso se ha concretado. Segundo fallo.
Claro, es mucho pedir para alguien que sólo lleva siete meses gobernando. Sin embargo, Fox tampoco ha podido transmitir su visión de México al resto de sus 100 millones de habitantes. ¿Qué quiere hacer Fox con el país? ¿Hacia dónde lo piensa llevar? ¿Cuál es su plan? Fox está obligado a enseñar resultados y a demostrar que puede ser tan buen presidente como fue candidato. Por ahora todo está en veremos.
El problema de Fox es que el triunfo más importante de su carrera política
–vencer al PRI y llevar la democracia a México- es inigualable. Pero si es un buen torero tendrá que rematar con otra una buena faena. El principal dilema de Fox es presentar claramente su visión del futuro de México y luego materializar esas ideas.
“Un presidente, por encima de todo, necesita…ser capaz de obtener resultados”, escribió Guillermo Cantú, excolaborador de Fox, en su libro Asalto a Palacio. Y en el caso de Fox, los mexicanos necesitamos que nos de algo, aunque sea pequeño, para mantener la esperanza y la paciencia.
Como reportero es relativamente fácil criticar las fallas de Fox –le falta concretar, todavía no ha logrado consensos, sus dos principales propuestas (la ley de derechos indígenas y la reforma fiscal) se atoraron en el congreso…- pero como mexicano desearía que tuviera éxito. “Si le va bien al presidente le va bien al país”, solía decir el exmandatario Carlos Salinas de Gortari. Y en eso –sólo en eso- tenía razón.
Mucho costó, muchísimo, que el voto contara en México. Y por eso a muchos periodistas nos cuesta criticar a Fox porque, en el fondo, no queremos que termine mal el primer presidente democrático que ha tenido México en más de siete décadas. Que Fox acabara mal pudiera significar -¡horror!- un posible regreso del PRI al poder. Pero Fox tiene que seguir escuchando las críticas –que no son ladridos- y entender que nuestro trabajo como periodistas en una sociedad libre es informar, resaltar las contradicciones y hacer las preguntas difíciles. Así contribuimos a la democracia. Su trabajo es, sin embargo, bastante más complejo.
La democracia no es varita mágica y no da de comer a los 60 millones de pobres que tiene el país. Nadie puede pretender que en un sólo sexenio se resuelva el problema centenario de la pobreza en México. Pero el camino tiene que ser muy claro, empezando por no malgastar el poco dinero que se tiene.
Las olas de las críticas contra Fox fueron acalladas por una aún mayor en las revueltas aguas de la opinión pública: su boda civil con Martha Sahagún. Y luego vino la calma. Fox puede ser un gran comunicador –a veces me recuerda las habilidades mediáticas de Ronald Reagan- y ha hecho buen uso de su todavía enorme popularidad para salir adelante de los primeros obstáculos. Pero nadie puede gobernar basado en su popularidad y en las encuestas.
El triunfo del 2 de julio del 2000 empieza a sonar a viejo. Los mexicanos quieren ver los primeros resultados del cambio democrático; simplemente, una señal de que cabalgamos.